El tambor de Tacuarí
El 9 de marzo de 1811 se llevó a cabo la batalla de Tacuarí o del Río de las Tacuaras, último enfrentamiento bélico de la Expedición Auxiliadora al Paraguay que la Primera Junta de Gobierno Patrio surgida de los episodios de mayo de 1810 en la ciudad del puerto encomendara por manda del mes de agosto de ese mismo año y a cuyo frente instituyó al por ese entonces Coronel don Manuel Belgrano.
La misma se trató de una de las tres contiendas llevadas a cabo por nuestros hombres en el marco de tal empresa en tierras de lo que por aquel tiempo formaba parte de la Intendencia del Paraguay, integrante del territorio del Virreynato del Río de la Plata, siendo precedida por aquellas que se libraran el 19 de diciembre en Campichuelo de la Candelaria y el 19 de enero de 1811, ésta conocida como Batalla del Cerro Porteño o del Paraguarí.
Recuerdo al lector el contexto que generara la formación de la expedición de referencia y, por ende, el que diera ocasión a las batallas precedentemente indicadas. Allá vamos.
Dado que el Teniente Gobernador del Paraguay Bernardo de Velazco y el Cabildo de Asunción desconocían la instauración nuestra Primera Junta y se identificaban con las endebles autoridades españolas residentes en la península ibérica se decidió enviar una expedición militar al Paraguay a fin de respaldar a la facción que apoyaba los Sucesos de Mayo y, de tal modo, torcer la voluntad de aquéllos.
En su trayecto a la provincia rebelde, atravesando territorio correntino, bordeando los esteros del Iberá, la expedición hizo una parada de descanso en noviembre de 1810 en el paraje Yaguareté Cora -hoy ciudad correntina de Concepción-; al salir de la capilla Belgrano fue abordado por un niño de doce años: Pedro Ríos, quien le pidió sumarse a su tropa, a lo que Belgrano, con asombro, se negó, por lo que al ruego sumó el padre del chico, don Antonio Ríos, que era el maestro rural local, quien emocionado así se dirigió a Belgrano: “No solo doy mi consentimiento, sino también le ruego que lo acepte, porque yo con mis 65 años de existencia soy un hombre anciano y la entrega de mi hijo es la única ofrenda que puedo hacer a la Patria”.
Ante tan estremecedor argumento Pedro fue incorporado a las filas patriotas, poniéndoselo
bajo las órdenes del Capitán Celestino Vidal, veterano soldado, al que debía asistir y guiar por sus severos problemas de visión.
Nuestro joven patriota tuvo se bautismo de fuego en la batalla de Paraguarí, en la que fue mantenido en la retaguardia de la fuerza.
Distinta fue la situación en la decisiva batalla de Tacuarí, cuando el fragor de la exigua lucha hizo que debiera guiar con el sonar de su tambor a su jefe Vidal, ocasión en que fue herido mortalmente por fuego de fusil en su pecho. Tiempo después, el ya mayor Vidal dijo al respecto: “Lo recuerdo y me estremezco. Me parece estar viéndolo impasible avanzar a mi lado. Yo lo he visto caer y abandoné la lucha para socorrerlo. Murió de dos disparos en el pecho”.
Coinciden los historiadores en señalar que de regreso Manuel Belgrano, ya para encontrar su muerte en su ciudad natal, recordó abundantemente, con devoción y respeto a Pedrito Ríos.
Uno de nuestros poetas mayores, Manuel Obligado, le dedicó unos sentidos versos que parcialmente transcribo: “Es horrible aquel encuentro,/cien luchando contra mil,/¡un pujante remolino/de humo y llamas truena allí!/Ya no ríe el pequeñuelo,/suelta un terno varonil!/¡Echa su alma sobre el parche/y en redobles lo hace hervir!/Que es muñeca la muñeca/del Tambor de Tacuarí”.
Una estatua alusiva lo recuerda en un lugar central en su pueblo, Concepción, mas su recuerdo anida y nos guía en nuestros agradecidos corazones.
*Presidente de la Junta de Estudios Históricos del Neuquén. Presidente del Centro de Estudios Constitucionales del Comahue.
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