Explora: un análisis crítico del libro escolar de la provincia de Río Negro 

El texto “Explora” del Gobierno tiene aspectos positivos, como el trabajo interdisciplinario, pero también banaliza y empobrece algunos temas como el medio ambiente o pueblos originarios.

Apuesto a que el lector o la lectora recuerdan al menos uno de sus libros escolares. Yo recuerdo el primero que tuve, con el que aprendí a leer. En mi entorno familiar me significó ser propietaria única de un libro, porque en mi casa había muchos, pero eran de toda la familia. 

Visto a la distancia, aquel libro editado durante la dictadura tenía un método alfabetizador que no respetaba los procesos de los niños, sino que imponía un solo ritmo de aprendizaje mediante un único método y quien no se podía subir al tren, quedaba -seguramente “por culpa suya”- en el camino. 

Nos enseñaba que los indios usaban una pluma en la cabeza y tenía textos imposibles como “Mumi mima a Mimí”. Se llamaba Yo solito y le hablaba a un niño varón: obviamente no contemplaba una perspectiva de género y las niñas sólo se veían cocinando o ayudando en las tareas de la casa, mientras que a los varones sí se los veía en mundo exterior. Tampoco respetaba la libertad de culto. 

Es decir, visto a la distancia, desde una mirada adulta, con criterio didáctico y unos cuántos libros de pedagogía mediante, aquel libro era nefasto. Pero era mi libro. 

También recuerdo otro que nos enseñaba mediante una “poesía” qué significaba cada luz del semáforo a niños de la zona rural de un pueblo de 7000 habitantes que aún hoy no tiene semáforos. 

Vamos a la actualidad. El Ministerio de Educación y Derechos Humanos de Río Negro sacó el año pasado el libro Explora 5 con contenidos de Ciencias Sociales para toda la provincia. Este año prometió para febrero los libros Explora 1 y 2.  

Las y los docentes de primero y segundo grado ya han tenido acceso a su versión digital y tuvieron una instancia de capacitación para analizarlos. Salvo el detalle de que estamos en abril y el libro aún no ha llegado a las escuelas (imagino a las y los docentes volanteando sus decisiones didácticas porque aquello que planificaron en febrero no se puede concretar), vale que reflexionemos sobre el libro escolar y sus contenidos. 

El libro Explora -su versión digital- fue recibido por el conjunto de docentes de primer ciclo con una mirada crítica.  

Pudieron valorar sus aspectos positivos, como el trabajo interdisciplinario; la perspectiva alfabetizadora posicionada en la psicogénesis -basada en fundamentos sólidos y democráticos acerca del aprendizaje de la lengua escrita- y los contenidos locales (versus aquellos del manual Estrada que nos obligaba a estudiar la región pampeana y no la nuestra; o el semáforo en lugares donde ni sospechábamos de su existencia).  

De la misma manera, las y los docentes detectaron la banalización y el empobrecimiento de temas candentes y problemáticos en la provincia, como las cuestiones ambientales o el lugar de los pueblos originarios.  

Esto no es casual, porque quien estuvo a cargo de los contenidos de las Ciencias Sociales ha sido asesor de funcionarios del partido Juntos Somos Río Negro. Y fácilmente se puede ver el alineamiento entre la perspectiva de estos contenidos y las políticas del actual gobierno. 

Pero por suerte la mirada crítica del conjunto docente está intacta y quien está frente al aula podrá articular y contrastar estos textos con otros relatos: o sea, con la problemática y conflictiva realidad social.

Es decir, la “bajada de línea” -como le llamaron algunas docentes- está y es real, porque una editorial siempre es una postura política e ideológica. Lo fueron Editorial Estrada (editora de Yo solito), Kapeluz y lo es hoy Santillana, por nombrar las más monopólicas. No hay ingenuidad ni neutralidad en ninguna editora de ningún tipo. Y vale decir en este párrafo que la historia mitrista que durante unos cien años monopolizó el discurso escolar fue el más grande de los adoctrinamientos (si prefieren esa palabra) en la historia de la educación argentina.  

Una editorial es una postura política y es un relato que intenta institucionalizarse, lo que siempre significa que hay otros relatos y que, si nos decimos democráticos, los discutiremos, como corresponde. Lo que nos exige a las y los docentes tener siempre una mirada crítica y atenta. 

Pero el libro, ese objeto que a pesar de estar tan arraigado nuestra cultura desde hace cientos de años, nos sigue provocando magia; que pone a la infancia en contacto con la lengua escrita; que permite sentirse dueño de un tesoro que esconde mucho en su interior, que activa la imaginación frente a un dibujo e invita a viajar lejos -incluso al país de los semáforos- estará -esperemos que pronto, porque ya estamos en abril- en manos de los niños y niñas de toda la provincia, según la promesa. Y a eso lo valoramos.  

(*) Docente de Lengua en el IFDC de General Roca y de Villa Regina y Lic. en Comunicación Social. 


Apuesto a que el lector o la lectora recuerdan al menos uno de sus libros escolares. Yo recuerdo el primero que tuve, con el que aprendí a leer. En mi entorno familiar me significó ser propietaria única de un libro, porque en mi casa había muchos, pero eran de toda la familia. 

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