La clase política que generó a Milei se ilusiona con gobernar mejor que él
La oposición se compara con el presidente y le exige virtudes políticas republicanas que ella no ha ejercido en las últimas décadas. Hechos, no palabras.
Lo que el espejo oculta.
1. Oposición y oficialismo en la recta final hacia lo incierto
Desde hace años lo que hoy es la oposición observó a Milei con desdén y desprecio e ignoró el malestar social que lo llevó a derrotar categóricamente a Massa hace ya casi dos años. La derrota de la elite política de la democracia, de la clase política managerial que gobernó los últimos cuarenta años fue manifiesta. Entró en negación y se autolesionó. La endogamia y miopía fue total. Nada indica que esa miopía política haya cambiado significativamente.
El gobierno de Milei derrotó electoralmente a esa clase managerial pero no pudo gobernar sin ella, sin su colaboración y sus cuadros. Su poder es permanente. Desde Scioli hasta Lousteau, pasando por las nuevas generaciones riojanas sin el talento riojano, porteños y provincianos, aportaron sus cuadros, votos, operadores y quorums. No tardarán en aportar su distancia, su indignación y negación, cuando el momento político de Milei haya terminado. Lo importante es cómo pasa, con cuánto dolor y daño.
La historia política de la Argentina demuestra que muchas victorias electorales han sido producto no de los talentos, ideas y gestiones públicas propias sino de los defectos y de la autodestrucción de los adversarios. La naturaleza autodestructiva del actual momento político, nacional e internacional, cruza hemisferios y liderazgos de manera transversal. Estamos en la era de la desintegración y descomposición política.
En esta coyuntura el Gobierno está ante otra posible autoderrota producto de sus soberbias y excesos. Los que pueden ganar la próxima elección reflejan la misma soberbia imprudente en espejo dado que su victoria electoral puede ser quimérica, casi pírrica.
La fragilidad expuesta de Milei puede tener costos sociales, políticos y económicos altísimos. Evitar lo peor debería ser prioritario para una clase política que volvió a usar la palabra “responsable” todo el tiempo pero no sabe llevarla a la práctica. Hay señales contradictorias y preocupantes en el horizonte.
La clase política managerial no dejó de gobernar aunque se subordinó a cierta clase financiera acompañada con una elite política alternativa, una contraelite, con su guerra cultural de redes sociales tan dañina como la que propuso el progresismo de la cancelación, de las patrullas progresistas y del narcisismo identitario que lo fragmentó todo. Lo “woke” y “anti-woke”, los dos bandos de las “batalla cultural” han sido fanatismos competitivos en una sociedad que sale de lo cíclico para entrar en lo pendular.
El proceso no es nuevo ni ajeno en el mundo. Todo lo que está haciendo Trump en EEUU tiene paralelismos muy similares aunque quizás desenlaces políticos diferentes.
La oposición a Milei se ilusiona con volver a la primera línea de Gobierno -en la segunda siempre estuvo- y con hacerlo mejor que Milei olvidando que lo gestó y lo hizo crecer.
2. Los desafíos existenciales y las derrotas colectivas
La democracia de las emociones negativas, de la identidad negativa, de la guerra peronismo y antiperonismo, de un más fugaz mileísmo y antimileísmo, traerá como consecuencia más pobreza, un federalismo raquítico, una deuda impagable, un Estado esclerótico y más desafíos estructurales.
Todo futuro oficialismo político corre peligro de ser derrotado por las encrucijadas existenciales que tenemos como sociedad. El gobierno de Milei aunque no haya solucionado ninguno de los problemas que vino a solucionar y haya empeorado otros ha sido otra clara derrota colectiva.
Una faceta triste de las derrotas sociales es ni siquiera poder procesar sus lecciones históricas. La crisis lo devora todo. Intentar salir de tanto ruido y confusión podría ser un objetivo estratégico, no para construir un paraíso irreal sino para evitar un infierno palpable para las nuevas generaciones.
La oposición se compara con Milei y le exige virtudes políticas republicanas que ella no ha ejercido en las últimas décadas. Para la reconstrucción posible ante un clima de descomposición necesitaremos más acción concreta y menos discursos de superioridad moral. Hechos, no palabras. Reparar lo roto que ahora está mucho más roto.
* Abogado y Profesor de Derecho Constitucional.
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