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La educación como alternativa a bajar la edad de imputabilidad

Necesitamos un enfoque integral que incluya formación, alternativas de empleo, apoyo familiar y comunitario, planes de prevención y rehabilitación. No salidas penales simplistas.

Resignarnos reducir las soluciones a la baja de la edad de imputabilidad no es más que una admisión de nuestro fracaso colectivo. No sólo demuestra nuestra incapacidad para enfrentar los problemas de raíz, sino que también significa renunciar a nuestro deber de ofrecer soluciones auténticas y duraderas. Por el contrario, la educación es la clave para transformar la sociedad y ofrecer alternativas reales a los jóvenes.

La elección de nuestros caminos comienza con las opciones que como sociedad planteamos. Si hoy en día existe un debate sobre la delincuencia juvenil, es porque hemos permitido que la delincuencia se presente como una alternativa viable para los jóvenes. No hemos logrado generar ecosistemas que entusiasmen con un futuro prometedor dentro de los canales de la legalidad.

La solución fácil suele ser la excluyente, abandonar a un sector de la población. En vez de pensar en herramientas que fortalezcan los lazos sociales y el sentido de comunidad, pretendemos darlos por perdidos confinándolos al encierro.

El problema de la delincuencia tiene que ver con la desintegración social y el debilitamiento de los lazos comunitarios. Cuando las redes de contención moral se quiebran, los individuos se sienten desconectados y excluidos. Si la sociedad no ofrece nada a cambio de pertenecer, ¿por qué querrían los jóvenes esforzarse por formar parte de ella?

Investigaciones recientes de UNICEF, dan cuenta que los jóvenes que no tienen acceso a una educación de calidad ni a oportunidades de empleo son más propensos a caer en la delincuencia.

El informe también destaca que las políticas punitivas no han demostrado ser efectivas para reducir la criminalidad juvenil. De hecho, países con sistemas de justicia juvenil enfocados en la rehabilitación y la reintegración, como los Países Bajos y Suecia, tienen tasas significativamente más bajas de reincidencia.

Mensaje equivocado a los adolescentes en riesgo


Bajar la edad de imputabilidad envía un mensaje devastador en este sentido: estamos notificando a los excluidos que efectivamente serán abandonados a su suerte. En lugar de buscar su inclusión y ofrecerles oportunidades, les estamos diciendo que los consideramos casos perdidos. Esta medida no solo falla en abordar las raíces del problema, sino que también contribuye a agravar la sensación de exclusión y desesperanza entre los jóvenes.

Datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) muestran que los programas de prevención del crimen que abordan factores de riesgo como la pobreza, la falta de educación y la desintegración familiar son mucho más efectivos a largo plazo. Estos programas no solo reducen la delincuencia, sino que también mejoran la cohesión social y el bienestar general de las comunidades.

Pero parece que vamos en sentido contrario, bajando los recursos destinados a educación y la edad de imputabilidad. Esta doble medida no solo agrava el problema, sino que también envía un mensaje desalentador a nuestros jóvenes: que no creemos en su capacidad de cambio ni en la posibilidad de un futuro mejor para ellos. En lugar de invertir en su desarrollo y educación, optamos por un camino punitivo que solo perpetúa el ciclo de exclusión y marginalización.

La inversión económica en educación tiene un retorno neto cuantificable, según la UNESCO, cada dólar invertido en educación genera un retorno de 10 dólares en beneficios económicos, al reducir la criminalidad y aumentar la productividad laboral. La inversión en educación y formación profesional no solo previene la delincuencia, sino que también promueve el desarrollo económico y social sostenible.

Hoy, en vez de asegurar a nuestros jóvenes, los marcamos como potenciales delincuentes. ¿Cuál es el límite? ¿13 años? ¿10 años? ¿5 años? ¿Cuándo descubrimos que ya no tienen oportunidad de ser parte de la sociedad?

En vez de pensar en cómo protegerlos de las adicciones al juego online, a las redes sociales, a la depresión, a la vulnerabilidad económica, estamos pensando en qué hacer con los que no puedan salvarse solos.

La delincuencia y otras anomalías son un síntoma de fallos sistémicos: la falta de oportunidades educativas, la precariedad laboral, la desintegración familiar y comunitaria, entre otros.

En lugar de abordar estos problemas estructurales, bajar la edad de imputabilidad es una solución simplista y punitiva, que no resuelve nada en el largo plazo. Necesitamos un enfoque integral que incluya educación, alternativas de empleo, apoyo familiar y comunitario, programas de prevención y rehabilitación.

Debemos trabajar para construir un futuro donde los jóvenes vean oportunidades más allá de la delincuencia y encuentren motivación y apoyo para seguir un camino en la legalidad. Como sociedad, es nuestra responsabilidad ofrecer alternativas viables y atractivas para que los jóvenes puedan elegir caminos constructivos y legales. De lo contrario, seguiremos fallando y perpetuando un ciclo de exclusión y delincuencia.

* Director del Observatorio de la Cámara Argentina para la Formación Profesional y la Capacitación Laboral. Vicepresidente de la OIEP.


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