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Milei enfrenta a sus aliados; Cristina desafía al peronismo

El Presidente tensa con Macri por su nuevo veto a la ley de financiamiento universitario. El PJ evalúa el tipo de unidad más conveniente.

Otra vez Javier Milei se enfrenta al desafío de obtener un tercio en Diputados para sostener su administración; otra vez la oposición lo jaquea en la opinión pública con una demanda socialmente aceptada. Pero las condiciones no son las mismas. Cuando la Casa Rosada y el Congreso se enfrentaron por la política previsional, el Presidente logró ratificar su veto y dar una señal de gobernabilidad. Sus adversarios consiguieron el objetivo táctico de dañar la popularidad del gobierno entre los jubilados. La disputa por los recursos para las universidades sólo en apariencia es similar. El conflicto universitario tiene una capacidad de movilización distinta. Hay una paritaria gremial abierta, un activismo estudiantil siempre dispuesto al despliegue en la calle y una politización atenta, que no quiere quedar afuera de la escena contestataria.

Esa combinación ya fue advertida por el Gobierno en la primera fase del conflicto universitario, en el mes de abril. En aquel momento, no provocó daños significativos en la imagen de la gestión Milei. Probablemente confiado en ese antecedente, el oficialismo enfrentó con los mismos argumentos de entonces la nueva protesta callejera. Objetó genéricamente la opacidad del sistema universitario para administrar los recursos que reclama. La oposición le ofreció además imágenes más nítidas que en abril como para destacar la articulación política de la protesta. Cristina Kirchner convocó a la marcha; Sergio Massa concurrió para anunciar junto a Guillermo Moreno que sólo piensa en volver; Pablo Moyano puso a disposición sus grupos de choque.

Con todo, el respaldo social fue multitudinario. Recién con los hechos consumados, el Gobierno comenzó a buscar mejores argumentos para confrontar. Comenzó a exigir del sistema universitario explicaciones por la escasez de graduados; por el sesgo notorio de la formación vigente en desmedro de las ciencias duras; por las evidencias de que el sistema se nutre de los impuestos de los sectores sociales más pobres, para favorecer a otros menos vulnerables.

Pero llegó tarde con sus razones y otra vez quedó en la noria del veto y el tercio de resistencia, con el agregado de una movilización social más amplia y combustible. La comunicación del gobierno pareció distraída en la promoción del lanzamiento político en Parque Lezama y antes en el diseño plagiario del discurso de Milei en la ONU.

A diferentes circunstancias, diferentes reacciones. En un tema más sensible, como el aumento a los jubilados, Mauricio Macri salió de inmediato a respaldar el veto de Milei. Condicionado por sus propios legisladores, esta vez no dijo nada del veto al financiamiento universitario y dejó trascender una molestia con el manejo político del gobierno. Parque Lezama lanzó esquirlas hacia los aliados del gobierno. No sólo por la virulencia discursiva de Milei y su arenga furiosa contra todo lo que asoma como una razón disidente. También por la exhibición explícita de una voluntad de construcción política que asume como propios los votos del PRO sin ningún recaudo de diálogo con los legisladores que llegaron -por esos mismos votos- a las bancas que ocupan hoy.

Macri dejó trascender su descontento, enmudeció sus redes en relación al nuevo veto y volvió a tomar distancia. Milei quedó obligado a remontar la cuesta del tercio en condiciones más críticas y por eso también soltó la versión de una judicialización del conflicto universitario. Es la consecuencia de Parque Lezama; una construcción conceptual de Santiago Caputo que podría resumirse así: Milei ya consiguió con su gestión retener el 30% de los votos que consiguió en primera vuelta hace un año y volcar como totalmente propio el 25% que le sumó la alianza con Macri en el balotaje.

Cuando el mileísmo habla de gestión apunta como termómetros casi excluyentes la baja de la inflación y la calma del dólar. Hasta el Fondo Monetario ha reconocido la firmeza de la política fiscal para conseguir ese objetivo a una velocidad inesperada. Pero, aunque alcanza a detectar algunos signos de recuperación de la actividad económica, el FMI acaba de advertir sobre una situación social “muy delicada” y sigue sin dar señales sobre un nuevo acuerdo financiero con Argentina.

Cristina contra los primos

La traducción que Cristina Kirchner hace de esa posición de Milei es que la crítica por la dureza del ajuste reemplazará el año próximo a la queja por la inflación como demanda socialmente dominante. La expresidenta está viendo en las encuestas que su estrategia de fingir demencia ante el fracaso de Alberto Fernández puede consolidarse con el tiempo como una decisión acertada. Ha comenzado a ponerla a prueba dentro del peronismo. Autorizó un operativo clamor que la reclama como presidenta del PJ.

“Con los hermanos contra los primos; con los primos contra la tribu”, sostiene el dicho popular. Cristina se puso por encima de las sórdidas disputas fraternales entre su hijo Máximo y Axel Kicillof. Desafía a todo el resto del peronismo a que le discutan el liderazgo dentro de la estructura partidaria. Es un desafío especialmente crítico para los gobernadores de extracción peronista que sueñan con una proyección nacional y viven cuestionándola por lo bajo, pero nunca se animan a disputarle el sello del partido.

Las elecciones internas del PJ están previstas para el mes que viene y por ahora suena improbable que se hagan sin un acuerdo de lista única. Sólo el riojano Ricardo Quintela respondió que competiría con Cristina. Aturdió el silencio de todo el vasto peronismo restante. Los primos de Cristina siguen sin animarse a disputarle la conducción.

¿Significa esto que el peronismo acatará sin más la apuesta de Cristina a la amnesia nacional? No necesariamente. La elección del año que viene será nacional para Milei pero distrital para los gobernadores y Cristina. Por conveniencia, los primos pueden ir separados contra la tribu. Hay una novedad sistémica que puede incentivar ese juego: la vigencia de la boleta única. El voto con la boleta tradicional ha sido clave para la perpetuación de feudos políticos en el país. Las provincias que todavía renuevan sus legislaturas con ese método especulan con desdoblar su calendario.


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