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Profanar la memoria

Vialidad Nacional destruyó un monumento que, en el espacio público, honraba la memoria de Osvaldo Bayer. Una barbarie cometida por inocultables motivos ideológicos.

Ha sido un acto de barbarie porque es la barbarie lo que se ha enquistado en la cima del poder del Estado en el país de los argentinos.

Vivimos horas sombrías, pues sombrías son las horas cuando los que deben dar el ejemplo babean locuciones groseras insólitamente impropias de la función que cumplen. Se trata, a menudo, del presidente y de su ministra de Seguridad.

El dato curioso es que esa ministra sustenta en la vigencia del orden institucional y la vida democrática sus embates contra manifestaciones que ya constituyen una especie de costumbre nacional, como el fútbol de los domingos. Como se trata de hombres y mujeres ancianos que han trabajado una vida para comprobar, al cabo, que aún no alcanza, no cabe descalificar su rito semanal. Mucho menos impedirlo con la violencia represiva del Estado, que ya tiene bastante con la circulación de drogas a toda hora del día y de la noche y en todo el país. El narcotráfico sí que constituye un problema de seguridad interior.

Vialidad Nacional acaba de destruir un monumento que, en el espacio público, honraba la memoria de Osvaldo Bayer. Nada justifica lo que, sin justificación alguna, deviene mero acto de barbarie. El pretexto esgrimido dispara certezas atingentes a los inocultables motivos ideológicos con que se procedió al desatino.

Mejor hubiera sido que se dijera que no se está de acuerdo con la ideología del autor de Los Vengadores de la Patagonia Trágica y que, por eso, se disponía el traslado del monumento a otro lugar.

Por estos días, y como repercusión del bárbaro hecho, se ha querido comparar lo ocurrido en las cercanías de Río Gallegos con lo actuado, a su turno, por la presidenta Kirchner respecto del monumento a Cristóbal Colón que miraba al río desde los jardines adyacentes a la Casa Rosada.

Pero las diferencias son abismales. Lo de Kirchner fue una decisión civilizada, aun cuando haya sido discutible. Con Bayer no hubo ninguna civilización. Se arrasó con el ícono de izquierda porque Bayer era de izquierda. Eso es barbarie, no democracia.

Son muchas las voces del ámbito de la cultura que denuncian, a estas horas, el sesgo ideológico como motivo determinante del presunto delito perpetrado, pues todavía habrá que ver si el hecho no irroga responsabilidades penales.

Aunque haya sido un error eliminar a Colón de su antiguo emplazamiento que, por lo demás, estaba mejor logrado, estéticamente, que su actual sustituto. Pues las batallas culturales no se libran desde el Estado ni por decreto.

Estas batallas – que han existido, también, en otras partes del mundo – implican debate. Es la sociedad la que debe discutir su pasado y si sus memorias van a ser, todavía, presente amado o detestado olvido.

En todo caso, lo que exhibe el malhadado exabrupto perpetrado por empleados de Vialidad Nacional es, una vez más, el odio de unos mandantes que probablemente no sepan muy bien qué o a quién odian. Es seguro que no pueden ver que todas las tierras, todas las patagonias, todas las orografías y territorios llevaron su marca, la marca de Osvaldo Bayer, que era la denuncia y el horror que le inspiraba la injusticia.

Insobornable en su programa ético, supo decir: “Toda una línea que se dio entre dictaduras militares descarnadas y ávidas y gobiernos constitucionales complacientes y corruptos. Por eso, los fusilamientos del ’30, los Lombilla y Amoresano del peronismo … los fusiladores Aramburu y Rojas, la noche de los bastones largos, Trelew, las Tres A y los desaparecidos, la ‘muerte argentina’ de Videla y Massera”.

La primera edición de mi “Zainuco …”, lleva también la “marca” de Osvaldo Bayer. Él prologó ese libro. Fue mi amigo y compañero de tareas en la redacción del periódico “Madres de Plaza de Mayo”. Estoy orgulloso de ello. Sigue descansando en paz, Osvaldo. Los brutos nunca ganan para siempre.

* Abogado, periodista y escritor neuquino.


Ha sido un acto de barbarie porque es la barbarie lo que se ha enquistado en la cima del poder del Estado en el país de los argentinos.

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