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La cachetada de Will Smith: La mujer no existe, existen mujeres

Por Ayelén Puppo *

La entrega de los premios Oscar y la cachetada que le dio el actor Will Smith a Chris Rock, luego de que este último hiciera una broma con la cabeza rapada de Jada Smith y la comparara con el personaje de Demi Moore en la película G.I. Jane, creó un revuelo mediático, poniendo el foco en la violencia de Will Smith y dejando en evidencia lo invisibilizada que se encuentra la violencia estética sobre las mujeres.

Las mujeres están expuestas a una mirada crítica sobre sus cuerpos, si son delgadas, gordas, si tienen pelo o si no lo tienen, si se pusieron una pollera “demasiado” corta o si se visten como “mojigatas”.

La violencia estética a la cual están sometidas las mujeres para cumplir con cierto prototipo de belleza supone un riesgo para la salud psíquica y física que pocas veces es sopesado a la hora de hacer bromas, críticas o de dar opiniones sobre el cuerpo de una mujer. La bulimia, la anorexia, como también algunas consecuencias por malas praxis de cirugías estéticas, son algunos claros ejemplos de aquello a las cuales están sometidas para sostener cánones de belleza imposibles.


Me parece importante señalar algo que no es menor: esta broma fue realizada a una mujer y que a su vez es negra. La mujer negra históricamente ha estado en desventaja por sobre la mujer blanca y los tratamientos a los cuales se someten para tener el cabello como la mujer blanca no es una novedad. Sin embargo, actualmente, aun a sabiendas de todo esto, se hizo una broma sobre la calvicie de una mujer que sufre de alopecia, que si bien puede ser producto de una enfermedad autoinmune también puede ser causada por la utilización de productos de cabello como por tener el pelo tirante y recogido todo el tiempo.

Will Smith y su esposa Jada. Foto: Evan Agostini- AP

La violencia hacia la mujer afrodescendiente es un tema que ha sido tabú y que se ha invisibilizado por mucho tiempo, reproduciendo de este modo los modelos hegemónicos y ejerciendo violencia simbólica. Esta “broma” reproduce un modelo estereotipado de belleza y las consecuencias de estos “chistes” son callados y muchas veces las mujeres “no dicen nada”.

El rostro de Jada frente a la broma dice lo que no pudo poner en palabras. Tal vez el hecho de que sea otro hombre quien haya reaccionado frente a esto, el que tenga que poner un límite a esa violencia ejercida sobre Jada, pueda ser un claro ejemplo de lo silenciadas que aún hoy se encuentran.

Me pregunto ¿qué hubiese pasado si no hubiese existido esa cachetada? ¿Se estaría hablando de la violencia que recibió Jada? Cabe preguntarse ¿hasta cuándo nuestros cuerpos van a ser juzgados? ¿Por qué se sigue reproduciendo violencia estética?
Retomo el termino visibilizar ya que permite que estas violencias silenciosas que producen efectos sobre la salud mental y las subjetividades sean tenidas en cuenta a la hora de realizar un análisis. Tal vez sea tiempo de que la broma, apoyada sobre un discurso segregativo y desde un modelo hegemónico sobre qué es una mujer y sobre los prototipos de belleza, se empiece a criticar. Estoy utilizando el término crítica como la actividad de discernir, de poner en cuestión, de poder hacer alguna pregunta frente a ciertos imperativos epocales.


El cuerpo de la mujer fue “producido” por prototipos de belleza que fueron modificándose en el tiempo. En esta sociedad posmoderna los cuerpos son tratados como mercancías, consumidos por la imagen. La exigencia sobre los cuerpos de las mujeres refleja el impacto de ese mandato de perfección que es un imposible de realizar, donde toda “posible falla” es taponada, es borrada y silenciada. Los filtros en Instagram, los programas de PhotoShop, borran las arrugas, granos, celulitis, marcas sobre los cuerpos, para dar una imagen ideal que no es real. Existe un arte japonés tradicional que se llama “Kintsugi” que consiste en reparar piezas de cerámica rotas. Lo curioso de esta técnica es que el pegamento que se usa es de color dorado, resaltando así las grietas que hubo en algún momento. Se podría decir que en vez de disimular la imperfección se la resalta, dando como resultado una pieza de cerámica hermosa con sus fisuras y grietas. Esta práctica está relacionada con la filosofía wabi sabi que remite a una aceptación de lo transitorio, de lo imperfecto e incompleto. De este modo pienso que si la mujer ideal no existe, el cuerpo ideal no existe, sino que existen distintas mujeres, imperfectas, con sus fallas, con sus arreglos, ¿no será tiempo de aceptar las fisuras, de aceptar que no existe una mujer TODA, completa, sin falla?

* Estudiante de psicología y escritora


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