Paulo Coelho apuesta por redes sociales para compatir su última obra

Hoy llega a las librerías “El manuscrito encontrado en Accra”, una obra que la ambienta en una Jerusalén donde las tres religiones conviven en armonía. Desde la ficción plantea duras críticas al fundamentalismo religioso.

NOVEDADES EDITORIALES

“Mi primera preocupación fue poner un tuit”, confiesa el escritor brasileño Paulo Coelho al contar el proceso de escritura y publicación de su nuevo libro, “El manuscrito encontrado en Accra”, que hoy llega a las librerías sudamericanas.

Y es que, con más de 17 millones de seguidores en Twitter y en facebook, Coelho se declara un firme partidario de las nuevas tecnologías para difundir su obra. “Escribo para ser leído”, confesó en un encuentro con la prensa en un hotel madrileño, en el que asegura que todo escritor que diga lo contrario miente.

“Ya no existe el escritor aislado en su torreón de marfil con ideas de salvar el mundo. Antes sí existía, pero era falso”. Y además, era más cómodo: “Es más fácil estar en una situación en la que nadie te contesta y te pregunta”.

Coelho cree que todo escritor y pensador debe descubrir nuevas plataformas para compartir su trabajo y no tener miedo a las nuevas tecnologías, y dice no comprender a los intelectuales reacios a las redes sociales. “Me encanta hacer un post, un tuit y trabajar en mi blog (…) con ello gano cero en términos de dinero, pero gano mucho más: estoy conectado con la gente”.

“La raza humana sólo ha sobrevivido por el hecho de formar parte de una comunidad. Y yo sólo puedo escribir si tengo contacto humano con mis 500 millones de lectores, con los que comparto mi alma en busca de comprensión. Y las redes sociales permiten esa comprensión mutua”.

El mundo del libro ha protagonizado un cambio radical. Y el mundo editorial no debe tener miedo. “Cuando se inventó la imprenta y el conocimiento dejó de ser sagrado para extenderse a la población, los intelectuales también tuvieron miedo y pensaron lo que muchos piensan hoy de Internet y las redes sociales: que lo que aparece allí no es arte o literatura”.

Sin embargo, en medio de esa revolución tecnológica, se vislumbra cada vez más una ausencia de valores, señaló Coelho, lo que le llevó a escribir su último libro, con el que pretende mandar un mensaje claro: que los valores son los mismos hace 1.000, 2.000 y 5.000 años. “Es la ética lo que nos permitió llegar hasta hoy”.

Una Jerusalén sitiada por los cruzados en el año 1.099, donde sus habitantes se preguntan por los valores de la vida: ese es el juego que propone el autor para descubrir qué queda cuando acecha la destrucción y la muerte.

El encargado de dar respuestas a las preguntas planteadas es un griego conocido como el Copto, que habla a la gente de Jerusalén de temas como la derrota, la soledad, la lucha, el cambio, la belleza, el amor, el destino, el sexo o el miedo, entre otras cuestiones.

El Copto responde, pero sólo en apariencia, porque “El manuscrito encontrado en Accra” no es más que nuevas preguntas. Y es que, según Coelho, no hay respuestas.

“Porque nunca vamos a tener la verdadera respuesta para la única pregunta que cuenta: la de quién soy yo”. Por eso, lo más interesante es no saber y vivir la experiencia del misterio, porque en ese misterio no hay límites.

“El manuscrito encontrado en Accra” es un libro planteado con sencillez. “Porque los clásicos eran sencillos y por eso sobrevivieron, porque la sencillez es lo más difícil de conseguir” y porque “el lector es capaz de llenar los espacios vacíos y hay cosas que no es necesario explicar”.

Y Coelho, como admirador de la tradición oral y esa sencillez, escribe su último libro en clave de parábola moderna.

Y lo ambienta en una Jerusalén donde las tres religiones conviven en armonía y donde por lo único que están en desacuerdo es por el calendario. La obra vierte duras críticas al fundamentalismo religioso, que para Coelho significa que los demás intenten imponer su fe como la correcta.

Sin embargo, cercada por los cruzados, la espera del ataque al día siguiente se convierte casi en una profecía de futuro que se extiende hasta la actualidad.

“No lloréis por mí, llorad por Jerusalén (…) A partir de mañana todo lo que era alegría quedará sustituida por el luto. Lo que era paz dará lugar a una guerra que se extenderá por un futuro tan lejano que ni siquiera podemos imaginar su final”.

Una violencia que continúa hoy en día, donde el conflicto en Cercano Oriente vuelve a estar al rojo vivo. (DPA)


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