Video | Javier Milei en el Foro de Davos contra la «ideología woke», puso de ejemplo a Argentina: «Hay que decirle las cosas a la gente en la cara»

La presencia del presidente argentino había generado expectativa en el encuentro en Suiza.

El presidente Javier Milei habló este jueves en el Foro Económico Mundial de Davos, en Suiza. El mandatario argentino fue presentado por el nuevo presidente del Foro, el noruego Borge Brende. El mandatario se expresó contra la «ideología woke» y puso de ejemplo a Argentina: «hay que decirle las cosas a la gente en la cara»

Javier Milei aseguró que el mundo debe «eliminar el virus de la ideología woke», al considerar que «es el cáncer que hay que extirpar», en su discurso en el Foro de Davos.

“El gran yunque que aparece como denominador común de los países que están fracasando es el virus mental de esa ideología. Esta es la gran epidemia que debe ser curada, es el cáncer que hay que extirpar. Colonizó las instituciones más importantes del mundo”, puntualizó el presidente.

El mandatario nacional subrayó que la «época dorada» internacional no podrá llegar si sigue vigente «esta ideología aberrante de la cultura».

Milei hizo una explicación sobre la «cultura woke», un término utilizado por la ultraderecha para referirse al progresismo.

Pocos niegan que soplan vientos cambio en occidente. Algunos se resisten al cambio, otros lo aceptan a regañadientes, están los nuevos conversos y estamos quienes hemos luchado toda la vida por su advenimiento».

Javier Milei, Foro de Davos.

«Es el resultado de subversión cultural», enfatizó el jefe de Estado en Davos, y detalló: «El feminismo, la equidad, la ideología de género, el aborto y la inmigración, son todas cabezas del mismo monstruo, cuyo fin es justificar el avance del estado».

El Presidente señaló que «el mundo abraza a la Argentina» y consideró que «se convirtió en un ejemplo de cómo lograr el equilibrio fiscal, de cómo terminar con el problema de la inflación y de cómo hacer política; hay que decirle las cosas a la gente en la cara».

En su participación también tuvo expresiones transodiantes y desarrolló su teoría en contra de la crisis climática, posturas que comparte con el flamante presidente de Estados Unidos, Donald Trump.


Crítica de Javier Milei al Foro de Davos y defensa a Elon Musk tras el saludo nazi

Javier Milei volvió a criticar a la organización del Foro de Davos, como el año pasado, por considerarlo una plataforma desde se difunde la «ideología woke».

«Hay algo profundamente equivocado en la ideas que se han estado promoviendo desde fondos como este. Hay que discutir algunas de ellas», aseguró.

Además, volvió a defender a Elon Musk tras el saludo típico del nazismo que realizó en la asunción de Donald Trump. «Mi querido amigo que injustamente fue vilipendiado por el wokismo en las últimas horas por un inocente gesto que lo único que significa es su entusiasmo y gratitud por la gente», afirmó el presidente.


Javier Milei y su primera polémica vez en el Foro de Davos

A horas de su llegada, este miércoles, Javier Milei ya había dado una entrevista para Bloomberg donde brindó definiciones económicas, reiteró la decisión de alineación con la política de Estados Unidos y remarcó que es necesario «avanzar con tratados de libre comercio».

La principal cita del Presidente en Suiza se había programado para este jueves a las 6:15 (horario argentino), aunque el comienzo se demoró. La disertación tenía un plazo pautado de 30 minutos en el Foro Económico Mundial.

Es su segunda exposición en el foro ante líderes y empresarios del mundo. El año pasado, cuando recién había llegado a la Casa Rosada, el mandatario tuvo una línea discursiva crítica contra los organismos internacionales por «demonizar» al sistema capitalista.

En esa línea, cuestionó el modelo socioeconómico que propone el socialismo ya que «condena a la pobreza» al mundo y criticó el rol del Estado.

Javier Milei en el Foro de Davos 2025. (Captura)

Javier Milei en Davos: reunión con Coca Cola y otro premio

La próxima instancia en la agenda de Milei es la reunión con el CEO de The Coca Cola Company, James Quincey.

Luego, participará del «Country Strategy Dialogue on Argentina» un encuentro de trabajo con directivos de empresas y holdings de los más diversos sectores y países.

El viernes, antes de regresar al país, a las 12:50, recibirá el «Premio Röpke» otorgado por el Liberales Institut, un centro de pensamiento liberal clásico fundado en Zúrich, en 1979, donde también hablará.

A las 17:30, partirá el vuelo en el que partirán el Presidente y su comitiva a Buenos Aires.

Llegarán al país a las 9:00 del sábado, previa escala técnica en la ciudad de Recife, Brasil.


Javier Milei en el Foro de Davos: el discurso completo

Buenos días a todos. Cuánto ha cambiado en tan poco tiempo. Hace un
año me paré aquí frente a ustedes en soledad y dije algunas verdades
sobre el estado del mundo occidental que fueron recibidas con cierta
sorpresa y estupor por buena parte del establishment político,
económico y mediático de Occidente. Y debo reconocer que, en algún
sentido, lo comprendo. Un presidente de un país que, producto del
fracaso económico sistemático por más de 100 años, producto de haber
tomado posturas pusilánimes en los grandes conflictos globales, y
producto de habernos cerrado al comercio, había perdido prácticamente
toda relevancia internacional con el correr de los años. Un presidente de
ese país se para en este estrado y le dice al mundo entero que están
equivocados, que se dirigen al fracaso, que Occidente se ha desviado y
que debe ser reencauzado.
Un presidente de ese país, Argentina, que no era político, que no tenía
apoyo legislativo, que no tenía apoyo de gobernadores ni de
empresarios ni de grupos mediáticos. En ese discurso, aquí, parado
frente a ustedes, les dije que era el comienzo de una nueva Argentina,
que Argentina había estado infectada de socialismo por demasiado
tiempo y que con nosotros iba a volver a abrazar la acidez la libertad; un
modelo que nosotros resumimos en la defensa de la vida, la libertad y la
propiedad privada.
Y también les dije que, en algún sentido, la Argentina era el fantasma de
las navidades futuras de Occidente porque ya habíamos vivido todo lo
que ustedes estaban viviendo y ya sabíamos cómo terminaba. Un año
después, debo voy a decir que ya no me siento tan solo, no me siento
tan solo porque el mundo ha abrazado a la Argentina. Argentina se ha
convertido en ejemplo mundial de responsabilidad fiscal, de compromiso
con nuestras obligaciones, de cómo terminar con el problema de la
inflación y también de una nueva forma de hacer política, que consiste
en decirle la verdad a la gente en la cara y confiar en que la gente
entenderá.
Tampoco me siento solo porque a lo largo de este año he podido
encontrar compañeros en esta pelea por las ideas de la libertad en
todos los rincones del planeta. Desde el maravilloso Elon Musk hasta la
feroz dama italiana, mi querida amiga, Giorgia Meloni; desde Bukele en
El Salvador hasta Víctor Orbán en Hungría; desde Benjamín Netanyahu
en Israel, hasta Donald Trump en Estados Unidos. Lentamente se ha
ido formando una alianza internacional de todas aquellas naciones que
queremos ser libres y que creemos en las ideas de la libertad.
Y lentamente, lo que parecía una hegemonía absoluta a nivel global de
la izquierda woke en la política, en las instituciones educativas, en los
medios de comunicación, en organismos supranacionales o en foros
como Davos, se ha ido resquebrajando y se empieza a vislumbrar una
esperanza para las ideas de la libertad.
Hoy vengo aquí a decirles que nuestra batalla no está ganada, que si
bien la esperanza ha renacido es nuestro deber moral y nuestra
responsabilidad histórica desmantelar el edificio ideológico del wokismo
enfermizo. Hasta que no hayamos logrado reconstruir nuestra catedral
histórica, hasta que no logremos que la mayoría de los países de
Occidente vuelvan a abrazar las ideas de la libertad, hasta que nuestras
ideas no sean la moneda común de los pasillos de eventos como este,
no podremos bajar los brazos porque, debo decir, foros como este han
sido protagonistas y promotores de la agenda siniestra del wokismo que
tanto daño le está haciendo a Occidente. Si queremos cambiar, si
queremos verdaderamente defender los derechos de los ciudadanos,
primero tenemos que empezar por decirles la verdad.
Y la verdad es que hay algo profundamente equivocado en las ideas
que se han estado promoviendo desde foro como este. Me gustaría
tomarme unos minutos, desde este día, para discutir algunas de ellas.
Hoy pocas personas niegan que soplan vientos de cambio en occidente.
Están quienes se resisten al cambio, está quienes lo aceptan a
regañadientes pero lo aceptan al fin, están los nuevos conversos que
aparecen cuando lo ven como inevitable y, por último, estamos quienes
hemos luchado toda una vida por su advenimiento.
Cada uno de ustedes sabrá en qué grupo se reconoce, seguramente
haya un poco de cada uno en este auditorio, pero todos reconocerán,
seguramente, que el tiempo de cambio está tocando la puerta. Los
momentos de cambio histórico tienen una particularidad: son tiempos
donde las fórmulas que estuvieron vigentes por décadas se agotan, las
maneras consideradas únicas de hacer las cosas dejan de tener sentido
y lo que para muchos eran verdades incuestionables son, finalmente,
puestas en duda. Son momentos donde las reglas se reescriben y por
eso son tiempos que recompensan a quienes tienen el coraje para
tomar riesgos.
Pero buena parte del mundo libre aún prefiere el confort de lo conocido,
aunque sea el camino equivocado e insiste en aplicar las recetas del
fracaso. Y el gran yunque que aparece como denominador común en
los países e instituciones que están fracasando es el virus mental de la
ideología woke. Esta es la gran epidemia de nuestra época que debe
ser curada, es el cáncer que hay que extirpar.
Esta ideología ha colonizado las instituciones más importantes del
mundo, desde los partidos y Estados de los países libres de Occidente,
hasta las organizaciones de gobernanza global, pasando por
instituciones no gubernamentales, universidades y medios de
comunicación, como también ha marcado el curso de la conversación
global durante las últimas décadas. Hasta que no saquemos esta
ideología aberrante de nuestra cultura, nuestras instituciones y nuestras
leyes, la civilización occidental e incluso la especie humana no logrará
retornar la senda del progreso que demanda nuestro espíritu pionero.
Es indispensable romper estas cadenas ideológicas si queremos dar un
paso a una nueva era dorada. Por eso, hoy quiero dedicarle unos
minutos a destruir esas cadenas, pero primero hablemos de aquello por
lo que estamos luchando. Occidente representa el pico de la especie
humana, la tierra fértil de su herencia grecorromana y sus valores
judeocristianos plantaron las semillas de algo inédito en la historia. Tras
imponerse de manera definitiva sobre el absolutismo (CORTE EN EL
AUDIO), una nueva era en la existencia humana. Dentro de ese nuevo
marco moral y filosófico que ponía la libertad individual por encima del
capricho del tirano. Occidente pudo dar rienda suelta a la capacidad
creativa del hombre, dando inicio un proceso de generación de riqueza
nunca antes visto.
Los datos hablan por sí solo, hasta el año 1800 el PBI per cápita del
mundo se mantuvo prácticamente constante. Sin embargo, a partir del
siglo XIX y gracias a la Revolución Industrial, el PBI per cápita se
multiplicó por 20; sacando de la pobreza al 90% de la población mundial
aun cuando la población se multiplicó por ocho veces. Esto solo fue
posible gracias a una convergencia de valores fundamentales, el
respeto a la vida, la libertad y la propiedad que hicieron posible el libre
comercio, la libertad de expresión, la libertad religiosa y el resto de los
pilares de la civilización occidental.
Sumado a esto, nuestro espíritu a fáustico, inventivo, explorador,
pionero, que siempre está poniendo a prueba los límites de lo posible.
Espíritu pionero que hoy se ve representado entre otros por mi querido
amigo Elon Musk, que injustamente ha sido vilipendiado por el wokismo,
en las últimas horas, por un inocente gesto que lo único que significa es
su (inaudible) y gratitud con la gente. En resumen, inventamos el
capitalismo a base de ahorro, inversión, trabajo, reinversión y trabajo
duro. Logramos que cada trabajador pudiera multiplicar por 10, por 100
o porque no hasta por 1000 su productividad, venciendo así a la trampa
malthusiana. Sin embargo, en algún momento del siglo XX perdimos el
rumbo y los principios liberales que nos habían hecho libres y prósperos
fueron traicionados.
Una nueva clase política, amparada por ideologías de corte
colectivistas, y aprovechando momentos de crisis, vio una oportunidad
perfecta para acumular poder. Toda la riqueza creada por el capitalismo
hasta ese momento y en el futuro sería redistribuida bajo algún
esquema de planificación centralizada, donde el puntapié inicial a un
proceso cuya nefasta consecuencias estamos padeciendo hoy mismo.
Impulsando una agenda socialista, pero insidiosamente operando dentro
del paradigma liberal, esta nueva clase política desvirtuó los valores del
liberalismo. Así, reemplazaron libertad por liberación, utilizando el poder
coercitivo del Estado para distribuir la riqueza creada por el capitalismo.
Su justificación fue la siniestra, injusta y aberrante idea de la justicia
social, complementada por entramados teóricos marxistas cuyo fin era
liberar al individuo de sus necesidades. Y en el fondo de este nuevo
esquema de valores, la premisa fundamental de la que igualdad ante la
ley no es suficiente, ya que existen injusticias de bases ocultas que
deben ser rectificadas, lo cual representa una mina de oro para
burócratas con aspiraciones de omnipotencia.
En esto consiste fundamentalmente el wokismo, es el resultado de la
inversión de los valores occidentales, cada uno de los pilares de nuestra
civilización fue cambiado por una versión distorsionada de sí mismo
mediante la introducción de diversos mecanismos de su versión cultural.
De los derechos negativos a la vida, la libertad y a la propiedad,
pasamos a una cantidad artificialmente infinita de derechos positivos.
Primero fue la educación, luego la vivienda y, a partir de allí, cosas
irrisorias como el acceso a Internet, la televisación del fútbol, el teatro,
los tratamientos estéticos y un sinfín más de deseos que se
transformaron en derechos humanos fundamentales, derechos que, por
supuesto, alguien tiene que pagar.
Y que sólo pueden ser garantizados mediante la expansión infinita del
aberrante Estado. En otras palabras, del concepto de libertad como
protección fundamental del individuo frente a la intervención del tirano,
pasamos al concepto de liberación mediante la intervención del Estado.
Sobre esta base fue construido el wokismo, un régimen de pensamiento
único, sostenido por distintas instituciones cuyo propósito es penalizar el
disenso, feminismo, diversidad, inclusión, equidad, inmigración, aborto,
ecologismo, ideología de género, entre otros, son cabezas de una
misma criatura cuyo fin es justificar el avance del Estado mediante la
apropiación y distorsión de causas nobles.
Veamos algunas. El feminismo radical es una distorsión del concepto de
igualdad y aún en su versión más benévola es redundante, ya que la
igualdad ante la ley ya existe en Occidente. Todo lo demás es búsqueda
de privilegios, que es lo que el feminismo radical realmente pretende,
poniendo a una mitad de la población en contra de la otra cuando
deberían estar del mismo lado. Llegamos, incluso, al punto de
normalizar que muchos países supuestamente civilizados si uno mata a
la mujer se llama femicidio, y eso conlleva una pena más grave que si
uno mata a un hombre solo por el sexo de la víctima.
Legalizando, de hecho, que la vida de una mujer vale más que la de un
hombre, enarbolando la bandera de la brecha salarial de género, pero
cuando uno mira los datos es evidente que no hay desigualdad para una
misma tarea, sino que la mayoría de los hombres tienden a profesiones
mejor pagas que la mayoría de las mujeres. Sin embargo, no se quejan
de que la mayoría de los presos son hombres, ni que la mayoría de los
plomeros son hombres, ni que la mayoría de las víctimas de robo o
asesinato son hombres y ni que hablar de la mayoría de las personas
que murieron en guerras.
Pero si uno plantea estas cuestiones, desde los medios de
comunicación o incluso desde este foro, nos tildan de misóginos solo
por el hecho de defender un principio elemental de la democracia
moderna y el Estado de Derecho, que es la igualdad ante la ley y los
datos. El wokismo, además, se manifiesta en el siniestro ecologismo
radical y la bandera de cambio climático. Conservar nuestro planeta
para la futuras generaciones es cuestión de sentido común, nadie quiere
vivir en un basurero. Pero nuevamente el wokismo se la arregló para
pervertir esa idea elemental de preservar el medio ambiente para el
disfrute de los seres humanos, pasamos una ambientalismo fanático
donde los seres humanos somos un cáncer que debe ser eliminado, y el
desarrollo económico poco menos que un crimen contra la naturaleza.
Sin embargo, cuando uno argumenta que la Tierra ha tenido ya cinco
ciclos de cambios bruscos de temperatura y que en cuatro de ellos el
hombre ni existía, nos tildan de terraplanistas para desacreditar
nuestras ideas, sin importar que la ciencia y los datos estén de nuestro
lado. No es casualidad que estos mismos sean los principales
promotores de la agenda sanguinaria y asesina del aborto, una agenda
diseñada a partir de las premisas maltucianas de que la superpoblación
va a destruir a la Tierra y, por lo tanto, debemos implementar algún
mecanismo de control poblacional. De hecho, esto ha sido ya adoptado
al extremo que hoy en el planeta se está empezando a convertir en un
problema la tasa de crecimiento de la población.
Vaya tarea que se mandaron con estas aberraciones del aborto. Desde
estos foros se promueve la agenda LGBT, queriendo imponernos que
las mujeres son hombres y los hombres son mujeres sólo si así se auto
perciben y nada dicen de cuando un hombre se disfraza de mujer y
mata a su rival en un ring de boxeo o cuando un preso alega ser mujer y
termina violando a cuanta mujer se le cruce por delante en la prisión.
Sin ir más lejos, hace pocas semanas fue noticia en todo el mundo el
caso de dos americanos homosexuales que, enarbolando la bandera de
la diversidad sexual, y fueron condenados a cien años de prisión por
abusar y filmar a sus hijos adoptivos durante más de dos años. Quiero
ser claro que cuando digo abusos no es un eufemismo, porque en sus
versiones más extremas la ideología de género constituye lisa y
llanamente abuso infantil. Son pedófilos, por lo tanto quiero saber quién
avala esos comportamientos.
Están dañando irreversiblemente a niños sanos mediante tratamientos
hormonales y mutilaciones, como si un menor de cinco años pudiera
prestar su consentimiento a semejante cosa. Y si ocurriera que su
familia no está de acuerdo, siempre habrá agentes del Estado
dispuestos a interceder en favor de lo que ellos llaman el interés del
menor. Créanme que los escandalosos experimentos que hoy se
realizan en nombre de esta ideología criminal serán condenados y
comparados con aquellos ocurridos durante las épocas más oscuras de
nuestra historia. Y cubriendo esta multitud de prácticas abyectas está el
eterno victimismo siempre dispuesto a disparar acusaciones de
homofobia o transfobia y otros inventos cuyo único propósito es intentar
callar a quienes denuncian este escándalo del que las autoridades
nacionales e internacionales son cómplices.
Por otro lado, en nuestras empresas, instituciones públicas y casas de
estudios el mérito fue dejado de lado por la doctrina de la diversidad,
que implica un retroceso hacia los sistemas nobiliarios de antaño. Se
inventan cupos para cuántas minoría se le ocurra a los políticos, que lo
único que hacen es atentar contra la excelencia de esas instituciones. El
wokismo también ha distorsionado la causa de la inmigración, la libre
circulación de bienes y personas están en los fundamentos del
liberalismo, lo sabemos bien, Argentina y los Estados Unidos y muchos
otros países se hicieron grandes por aquellos inmigrantes que dejaron
sus tierras de origen en busca de nuevas oportunidades.
Sin embargo, de intentar atraer el talento extranjero para promover el
desarrollo hemos pasado a la inmigración masiva motivada no desde el
interés nacional sino desde la culpa. Como Occidente es la supuesta
causa de todos los males de la historia, debe redimirse abriendo sus
fronteras a todo el mundo, culminando necesariamente en una
colonización inversa, que se asemeja al suicidio colectivo.
Así es como vemos hoy en las imágenes de hordas de inmigrantes que
abusan, violan o matan a ciudadanos europeos que solo cometieron el
pecado de no haber adherido a una religión en particular. Pero cuando
uno cuestiona estas situaciones es tildado de racista, xenófobo o nazi.
El wokismo ha calado tan profundamente en nuestras sociedades,
promovido por instituciones como esta, que se ha llegado incluso a
cuestionar la idea misma de sexo a través de la nefasta ideología de
género.
Esto ha derivado todavía mayor intervención estatal mediante
legislación absurda como el que el Estado tiene que financiar hormonas
y cirugías millonarias para cumplir con la autopercepción de ciertos
individuos. Recién hoy estamos viendo los efectos de toda una
generación que mutiló su cuerpo, promovidos por una cultura de la
relatividad sexual que tendrá que pasar su vida entera en tratamientos
psiquiátrico para afrontar lo que se hicieron, pero nadie nada dice de
estas cuestiones. No solo eso, también han sometido a la inmensa
mayoría a ser esclavos de las equivocadas autopercepciones de una
diminuta mayoría y, además, el wokismo pretende secuestrar a nuestro
futuro.
Porque al dominar las cátedras de las universidades más prestigiosas
del mundo está formando las élites de nuestros países para impugnar y
negar la cultura, las ideas y los valores que nos hicieron grandes,
lesionando aún más nuestro tejido social. ¿Qué nos queda para el futuro
si estamos enseñándoles a nuestros jóvenes a sentir vergüenza por
nuestro pasado? Todo esto se incubó y desarrolló de forma cada vez
más notoria durante las últimas décadas, después de la caída del Muro
de Berlín, curiosamente los países libres se empezaron a autodestruir
cuando se quedaron sin adversarios por derrotar. La paz nos volvió
débiles, fuimos derrotados por nuestra propia complacencia. Todas
estas y otras aberraciones, que por cuestiones de tiempo no podemos
enumerar, son las que hoy amenazan a Occidente y son,
lamentablemente, las creencias que instituciones como esta han
promovido durante cuarenta años. Aquí nadie se puede hacer el
inocente. Le han rendido culto por décadas a una ideología siniestra y
asesina como si se tratara de un becerro de oro y han movido cielo y
tierra para imponerla sobre la humanidad.
Esta misma organización y también los organismos supranacionales
más influyentes han sido ideólogos de esta barbarie. Los organismos
multilaterales de crédito han sido un brazo extorsivo y muchos estados
nacionales, y en particular la Unión Europea, han sido y son un brazo
armado. O acaso en Reino Unido hoy mismo no están encarcelando a
ciudadanos por revelar crímenes aberrantes, realmente espantosos,
cometidos por migrantes musulmanes que el gobierno quiere ocultar.
O acaso los burócratas de Bruselas no suspendieron las elecciones de
Rumanía simplemente porque no les gustó qué partido había ganado.
Frente a cada una de estas discusiones, el wokismo intenta desacreditar
a quienes cuestionen estas cosas, primero etiquetándonos para luego
censurarnos, si somos blancos debe ser racista, si sos hombre debes
ser misógeno o miembro del patriarcado, si sos rico debes ser un cruel
capitalista, si sos heterosexual debes ser heteronormativo, homofóbico
o transfóbico. Para cada cuestionamiento tienen una etiqueta, que luego
intentan censurar por vías de facto o de iure.
Porque debajo del discurso de la diversidad y de la democracia y de la
tolerancia que dicen esgrimir, lo que en verdad se esconde es el deseo
manifiesto de destruir la disonancia, la crítica y en esencia la libertad
para seguir sosteniendo un modelo del cual ellos son los principales
beneficiarios. O acaso no escuchamos estos días como ciertas
autoridades europeas importantes, bastante rojitas, por decirlo de
alguna manera, llaman abiertamente a la censura; o que en realidad, no
hay censura, pero sí hay que callar a los que piensan distinto a la
ideología woke.
Y qué clase de sociedad puede resultar del wokismo. Una sociedad que
reemplazó el libre intercambio de bienes y servicios por la distribución
arbitraria de la riqueza a punta de pistola, reemplazó las comunidades
libres por la colectivización forzada, reemplazó el caos creativo del
mercado por el orden estéril y esclerótico del socialismo. Una sociedad
llena de resentimiento, donde hay solo dos tipos de personas, quienes
son pagadores netos de impuestos por un lado y quienes son
beneficiarios del Estado por otro. Y no me refiero con esto a quienes
reciben la subsistencia social porque no tienen para comer, hablo de las
corporaciones privilegiadas hablo de los banqueros que fueron
rescatados en las crisis supreme, de la mayoría de los medios de
comunicación, de los centros de adoctrinamiento disfrazados de
universidades, de la burocracia estatal, de los sindicatos, de las
organizaciones sociales, de las empresas prebendarias del Estado y de
todos los sectores que viven de los impuestos que pagan los que
trabajan.
Hablo del mundo que describe Ayn Rand en La rebelión de Atlas, que
lamentablemente se ha materializado. Un esquema donde el gran
ganador es la clase política que se convierte, a su vez, en árbitro y parte
interesada de esta repartija. Lo repito: la clase política es árbitro y parte
interesada en esta repartija. Y como siempre el que reparte se lleva la
mejor parte. Donde por debajo de diferencias cosméticas entre los
distintos partidos se comparten intereses, socios, arreglos y un
compromiso inalterable con que nada cambie, por eso lo llamó a todos
ellos el Partido del Estado. Un sistema que se esconde detrás de
discurso bienpensantes donde, según ellos, el mercado falla y son ellos
los encargados de solucionar dichas fallas con regulaciones, fuerza y
burocracia. Pero no existen las fallas de mercado. Lo repito
nuevamente: no existen las fallas de mercado.
Dado que el mercado es un mecanismo de cooperación social donde se
intercambian voluntariamente derecho de propiedad. La supuesta falla
de mercado son una contradicción en sus propios términos, lo único que
genera esa intervención son nuevas distorsiones del sistema de precios,
lo que a su vez entorpece el cálculo económico, el ahorro y la inversión
y por ende a la postre terminan generando más pobreza o una maraña
inmunda de regulaciones, por ejemplo, como la que existe en Europa,
matando el crecimiento económico. Como suelo decir en mis ponencias:
“si usted considera que existe una falla de mercado, vaya y revise si no
está el Estado metido en el medio, y si encuentra que no haga de nuevo
el análisis porque está mal”.
Por eso mismo como el wokismo no es ni más ni menos que un plan
sistemático del partido del Estado para justificar la intervención estatal y
el aumento del gasto público ,esto quiere decir que nuestra primera
cruzada, la más importante si queremos recuperar el occidente del
progreso, si queremos construir una nueva época de oro tiene que ser la
reducción drástica del tamaño del Estado. No solo en cada uno de
nuestros países, sino también la reducción drástica de todos los
organismos supranacionales.
Porque es la única forma de cortar de cuajo con este sistema perverso,
drenándole los recursos, para devolver al pagador de impuestos lo que
es suyo y terminar con la venta de favores. No hay mejor método que
eliminar la burocracia estatal para que no exista la posibilidad de vender
dichos favores.
Las funciones del Estado deben limitarse nuevamente a la defensa del
derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad. Cualquier otra función
que el Estado se arrogue será en detrimento de su tarea fundamental y
culminará, inexorablemente, en el Leviatán omnipresente que hoy todos
padecemos. Hoy asistimos a un agotamiento global de este sistema que
nos dominó las últimas décadas. Así como sucedió en Argentina, en el
resto del mundo se está acentuando el único conflicto relevante de este
siglo y de todos los que ya pasaron: el conflicto entre los ciudadanos
libres y la casta política que se aferra al orden establecido, redoblando
sus esfuerzos de censura, persecución y destrucción.
Por fortuna, en todo el mundo libre hay una mayoría silenciada que se
está organizando y en todos los rincones de nuestro hemisferio resuena
el eco de este grito de libertad. Estamos frente a un cambio de época,
un giro copernicano, la destrucción de un paradigma y la construcción
de otro, y si las instituciones influencian global, como esta casa quiere
pasar de página y participar de buena fe de este nuevo paradigma,
tendrá que hacerse responsable del papel que jugaron en estas últimas
décadas y reconocer ante la sociedad el mea culpa que se le reclama.
Para cerrar, quiero hablarles directamente a los líderes del mundo, a
todos aquellos que conducen tanto Estados nacionales como grandes
grupos económicos y organismos internacionales, tanto los aquí
presentes como los que nos están escuchando desde sus casas. Las
fórmulas políticas de las últimas décadas que he expuesto en este
discurso, han fracasado y están colapsando sobre sí mismas. Eso
quiere decir que pensar como piensan todos, leer lo que leen todos,
decir lo que dicen todos solo puede conducir al error, aunque aún haya
muchos que persistan en caminar hacia el precipicio.
El guión de los últimos 40 años se ha agotado y cuando un sistema se
agota la historia se abre. Por eso, a todos los líderes globales les digo:
es momento de salir de ese guión, es momento de ser audaces, es
momento de animarse a pensar y de animarse a escribir versos propios
porque cuando las ideas y los textos del presente dicen todo lo mismo y
dicen cosas equivocadas, ser valiente consiste justamente en ser
extemporáneo, consiste en volver hacia atrás, en no dejarse encandilar
por los pasajeros perdiendo de vista lo universal; consiste en recuperar
verdades que para nuestros antecedentes eran obvias y que están en la
base del éxito civilizatorio que ha sido occidente, pero que el régimen
del pensamiento único de las últimas décadas percibió como si fueran
herejías.
Como dijo alguna vez Churchill «Cuanto más para atrás miremos, más
lejos podremos ver hacia adelante». Es decir, tenemos que
encontrarnos con verdades olvidadas de nuestro pasado para desatar el
nudo del presente y dar el próximo paso adelante como civilización
hacia el futuro. ¿Y qué veo cuando miro para atrás? Que tenemos que
abrazar, una vez más, las últimas tesis comprobadas de éxito
económico y social. Es decir, el modelo de la libertad, volver a abrazar
las ideas de la libertad, volver al liberalismo. Eso es lo que estamos
haciendo en Argentina, eso es lo que confío que el presidente Trump
hará en esta nueva Norteamérica, y es lo que invitamos a hacer a todas
las grandes naciones del mundo libres y pretenden frenar a tiempo lo
que, a todas las luces, es un sendero que conduce a la catástrofe.
En definitiva, lo que les estoy proponiendo es que hagamos a occidente
grande nuevamente. Hoy, al igual que hace 215 años, la Argentina ha
roto sus cadenas y los invita —como dice nuestro himno— a todos los
mortales del mundo a oír el grito sagrado, libertad, libertad, libertad. Que
las fuerzas del cielo nos acompañen. Muchísimas gracias a todos y…
¡viva la libertad, carajo

Con agencia Noticias Argentinas

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