La larga espera de Dina Huapi para extender sus fronteras
El pequeño municipio ubicado sobre el lago Nahuel Huapi tiene límites muy estrechos, que condicionan su desarrollo. Desde hace años reclama por una ampliación del ejido, que necesita una ley.
Dina Huapi, junto a Fernández Oro, es una de las dos ciudades rionegrinas con mayor crecimiento poblacional en la última década, pero esa expansión aparece encorsetada por un un ejido municipal de dimensiones mínimas, que le impide desplegar nuevos loteos y proyectar infraestructuras indispensables como un cementerio y un vertedero de residuos.
Sus 1.216 hectáreas albergaban en 2022 según el último censo 5.879 habitantes, pero hoy resultan insuficientes. En el municipio descuentan que son ya alrededor de 8.000 habitantes. El ritmo de crecimiento superó el 53% en el último período intercensal, cuando en la vecina Bariloche fue del 21%.
Dina Huapi está asentada sobre la cabecera este del lago Nahuel Huapi. El actual intendente, Hugo Cobarrubia, planteó una vez más la última semana al gobernador Alberto Weretilneck la necesidad de ampliar el ejido. Luego de la charla expresó su confianza en que el propio gobierno no tardará en impulsar el necesario proyecto de ley.
La incorporación de más tierras a la jurisdicción de Dina Huapi tendría como contrapartida una quita a Pilcaniyeu, cuyo ejido es enorme, e incluye al menos un barrio periférico de Dina Huapi, a pesar de que la localidad cabecera y sede de gobierno está a casi 50 kilómetros y tiene menos de 1.000 habitantes.
Cobarrubia dijo que la estrechez territorial es “un problema muy serio para el desarrollo de Dina Huapi”. Ya habían advertido la necesidad hace unos 20 años (durante su gobierno anterior), pero todos los intentos por darle respuesta naufragaron en la burocracia provincial y el desinterés del oficialismo, primero radical y después de JSRN.
Un caso singular
El crecimiento de Dina Huapi, su importancia en la prestación de servicios turísticos, como satélite de Bariloche y el atractivo que genera para muchas familias que decidieron radicarse allí derivó en el completamiento de la trama urbana original con viviendas que ya casi no dejan espacio libre.

Incluso un barrio residencial llamado Los Girasoles, que se asienta en tierras lindantes, recostado sobre el río Limay, y en los hechos está integrado a Dina Huapi, aunque depende de Pilcaniyeu. Forzado por la demanda, y por en sentido común, el municipio que dirige Cobarrubia, les presta a sus habitantes el servicio de agua y recolección de basura a cambio de un gravamen similar a los que pagan el resto de los dinahuapenses.
Otro dato que alimenta el absurdo es que las personas domiciliadas en Los Girasoles y que están en condiciones de votar figuran en el padrón de Dina Huapi, no en el de Pilcaniyeu, que mantiene jurisdicción sobre esas tierras.
Una vecina del barrio, que se mudó allí hace un año, desde Bariloche, dijo a este diario que para ellos Dina Huapi es la referencia obligada, para compras y otras gestiones, pero los dueños anteriores de la vivienda “hicieron los trámites y planos en Pilcaniyeu”. Lo mismo señaló otro joven, que administra unas cabañas y dijo no tener opinión si les conviene o no la anexión definitiva a Dina Huapi, aunque jamás viaja a la sede del municipio del que depende.
Planes son lo que sobra
Cobarrubia dijo que necesitan imperiosamente extender el ejido para implementar loteos sociales, abrir una cantera y contar con su propio basurero y su cementerio, dos servicios que hoy delegan en la lindante Bariloche.
La exintendente Mónica Balseiro, hoy concejal, señaló que Los Girasoles se gestó por sucesivos loteos que dispuso la estancia San Ramón, con aprobación de Pilcaniyeu, pero que ese municipio no ejerce mayor control sobre los planos de las viviendas (algunas de generosa superficie) y no tiene estructura para inspeccionar las obras. Calculó que viven allí no menos de 60 familias.

Años atrás Balseiro impulsó un estudio que fue costeado por el CFI, y que terminó por delinear un proyecto de ampliación del perímetro de Dina Huapi para anexar 10 mil hectáreas, que sería multiplicar por ocho la superficie actual.
Dijo que “el trabajo está hecho”, que Pilcaniyeu “estaba totalmente de acuerdo” y lo aportaron en su momento a la Legislatura provincial, pero “nunca avanzó”.
La esperanza de Cobarrubia es torcer ahora ese destino. “El gobernador escuchó y está interesado, tiene una mirada positiva, para él no habría problemas. Pero lo primero es establecer un acta acuerdo con Pilcaniyeu y luego Weretilneck o sus legisladores deberían impulsar el proyecto”, afirmó.
La actual intendente de Pilcaniyeu, Daniela Cornejo, manifestó su disposición para resolver la cuestión territorial y dijo que han hablado del tema con Cobarrubia. “Si es por mí lo cedo, pero se trata de un tema legislativo”, sostuvo Cornejo.
Negó que Pilcaniyeu se desentienda del barrio Los Girasoles, dijo que que desde Pilca realizan periódicas inspecciones y que “se han constatato irregularidades”. En síntesis, cuesta encontrar alguien que se oponga a la ampliación. Pero pasan los años y los gobiernos, y Dina Huapi sigue apretado dentro sus límites de siempre.
Un itinerario plagado de obstáculos e indiferencia
La expansión jurisdiccional de Dina Huapi no es una simple expresión de deseos. Ya tiene un camino recorrido e incluso años atrás pasó a los papeles. Existe un documentado trabajo del Consejo Federal de Inversiones, que estudió la viabilidad y efectuó una propuesta, destinada a incorporar 10 mil hectáreas, en dirección el este/noreste. Pero nada es posible sin una ley, que hasta ahora jamás tuvo quién la impulse.
Balseiro dijo que de acuerdo a ese plan, el territorio extra se repartiría entre 4.000 hectáreas intangibles, para preservar una zona de mallines y el cerro Villegas, y otras 6.000 hectáreas aptas para nuevos loteos y para los servicios que la ciudad necesita con urgencia.
Señaló que el problema habitacional es el más acuciante, porque “no hay nada en venta ni tampoco en alquiler”, para aquellos que necesitan vivienda.
La ampliación del ejido, según Cobarrubia, también debería tener un correlato directo en lo que recibe Dina Huapi por coparticipación, que hoy está largamente subestimado.
Cobarrubia introdujo una variable extra: recordó que en el Alto Valle hay también algunos litigios por límites municipales condicionado por el interés en los pozos petroleros. Con algo de humor, pero no tanto, señaló que Dina Huapi también tiene sus aspiraciones en ese sentido, porque existe un antiguo surgente de petróleo en el cercano paraje Ñirihuau, sobre el que también podría extender su pretensión.
Dina Huapi, junto a Fernández Oro, es una de las dos ciudades rionegrinas con mayor crecimiento poblacional en la última década, pero esa expansión aparece encorsetada por un un ejido municipal de dimensiones mínimas, que le impide desplegar nuevos loteos y proyectar infraestructuras indispensables como un cementerio y un vertedero de residuos.
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