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Qué piensan y qué hacen los pocos turistas que están en confinamiento en Bariloche

Los que llegaron luego del dictado del decreto tendrán que permanecer en la ciudad hasta completar ese período, pero los que viajaron antes pueden regresar por los mismos medios que hicieron el camino de ida.

Con una temperatura de 8 grados y un viento helado, muy poca gente transitaba por la principal arteria comercial de Bariloche el feriado del lunes. Los escasos turistas, fácilmente identificables, caminaban a paso cansino, cargando alguna bolsa.

“Te dejaría pasar a ver pero no se puede. Ahora te traigo todo lo del negocio acá a la puerta”, dijo con ironía una comerciante de una casa de artesanías de la calle Mitre a una turista, desde la puerta del local.

A unos 100 metros, dos comerciantes dialogaban en la vereda: “Es ridículo. Los turistas pueden entrar a las chocolaterías pero no a las casas de ropa o regalerías. No queda otra que atenderlos desde la puerta. Ahora si tienen que entrar por el posnet o a firmar, te comés una infracción”.

Desde el sábado, la mayoría de los comercios permanecen cerrados, con excepción de las confiterías, restaurantes y chocolaterías. Un puñado de locales de ropa y artesanías tenían cadenas en la puerta de ingreso, con carteles que indican que la única modalidad de compra es el delivery o el “take away”.

Un hombre pasea el perro en la calle Moreno y Rolando, pleno centro de la ciudad. Foto: Alfredo Leiva

“Hacé tu pedido en nuestra tienda on line y retirá tu compra aquí”, se leía en cartel de uno los tantos comercios que permanecen cerrados.

Carolina Odriozola, una turista de Benito Juárez, un pueblo de la provincia de Buenos Aires, llegó a Bariloche junto a su hijo cuatro días atrás. “Todo esto nos agarró acá. No pudimos hacer las excursiones que teníamos pensadas y tuvimos que pasear por donde se podía en auto. Pero todo es a contrarreloj por la hora. Y todo está cerrado”, señaló con disgusto la mujer.

Dijo no tener temor al tener que regresar a su pueblo: “Como estamos en auto, estamos tranquilos de que vamos a poder volver. Pero son algo más de 1000 kilómetros. Así que esperamos que no nos hagan mucho drama por circular ya que tampoco podemos pasar la noche en ningún lado”.

Rejas cerradas en las galerías comerciales de la calle Mitre. Foto: Alfredo Leiva

Noelia Tapia y Cristian Gómez, una joven pareja oriunda de Capital Federal, llegaron a Bariloche el viernes último, un día antes de que se pusieran en marcha las medidas restrictivas de circulación. “Ese viernes llegamos relativamente temprano así que aprovechamos para salir a pasear. Pero nos enteramos que a partir del sábado cerraban todo. Así que no pudimos ir al cerro Otto, ni hacer Siete Lagos ni navegar el Nahuel Huapi”, dijo la mujer.

Cristian se mostró más optimista: “Aprovechamos para caminar un montón por el centro. Y comer también. Como no se puede circular a partir de las 18, pedimos comida en el hotel o comemos temprano al paso”.

Una turista aguarda una pizza afuera de un restaurante. Foto: Alfredo Leiva

Belén Santomarco, otra turista de San Nicolás, aguardaba una pizza en la entrada de un restaurante italiano en Mitre y Quaglia. La empleada del local le colocó alcohol en las manos y le entregó el pedido.

Viajábamos el mismo viernes que anunciaron las medidas pero como el vuelo no lo suspendían, decidimos venir igual y ver qué onda”, reconoció Belén pero agregó: “No pudimos hacer excursiones y con el auto que alquilamos, recorremos bastante pero no podemos bajar en ningún lado. A las 18 tenemos que volver y miramos series. Es como estar en mi casa”. La mujer admitió que espera que le adelanten el vuelo para regresar a Buenos Aires.

La costanera de Bariloche vacía, la nueva postal del confinamiento. Foto: Alfredo Leiva

Laura Gómez, de Capital Federal, llegó a Bariloche junto a sus hijos y unas amigas dos días atrás. Cuando supo de las restricciones, lo primero que hizo fue aprovisionarse en el supermercado para pasar las dos primeras jornadas en el departamento que había alquilado. Recién el lunes a la mañana salió a caminar por el centro. “No salimos hasta ahora. Es como estar en Santa Fe pero al menos, con vista al lago. No nos arrepentimos de haber venido. Al menos, descansamos”, expresó.

En una cafetería, ubicada a una cuadra del Centro Cívico, tres empleados aguardan algún pedido. “Estamos trabajando muy poco, solo con la gente que retira los pedidos. Estamos tramitando el delivery porque lo cierto es que la gente no sale. No sabemos cómo puede funcionar. Es como un manotazo de ahogado”, reconoció Joel Urtueta, uno de los encargados de Gino Café.

Joel Urtueta trabaja en Gino Café que atiende solo con take away en su local de calle Mitre. Foto: Alfredo Leiva

“Sólo take away” dice el cartel en una tienda de artesanías. Ayelén, una de las empleadas, explicó que, con las restricciones del año pasado, pusieron en marcha una página de Instagram donde figuran todos los productos del local. “Por suerte, nos ayuda. Pusimos un cartel en la vidriera y ves a la gente afuera del local mirando los artículos por su celular. Después se acercan y nos piden qué quieren. Un lío todo”, consideró.

Diego Ferrari, propietario de la heladería Rudolf, aseguró que “el negocio se mueve dentro la malaria que hay. Acá lo importante es sumar pesito por pesito para pagar sueldos y alquileres”.

Respecto al impacto de las restricciones en los turistas que se encuentran en la ciudad, aseveró: “Muchos pasan rapidito antes de las 18 a buscar alguna ensaladita o un sándwich porque después, no hay nada”.

Diego Ferrari instaló una nueva heladería en la calle Mitre hace pocos meses. Foto: Alfredo Leiva

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