Que se escuchen todas las voces: el lugar que se merecen nuestros pioneros

Quienes hicieron esta ciudad se merecen que el museo de la ciudad “Paraje Confluencia” sea puesto a la altura de la importancia que tuvieron en la construcción de este presente.

Neuquén es una ciudad de inmigrantes, antiguos, recientes y recién llegados. Somos muchísimos los que vinimos aquí a cumplir los sueños que nos fueron negados en otras tierras. Todas y todos somos portadores de identidades, culturas, ideas, reclamos de lo más diversos. Y nuestros hijos, muchos de ellos nacidos y criados aquí, son un reflejo de esa diversidad. Eso hace a nuestra ciudad plural y multicolor. Por eso, es crucial que Neuquén albergue, promueva, visibilice y permita el fluir de toda esa riqueza.


En esa riqueza está toda la potencialidad y la fuerza. Porque hoy más que nunca, en estos tiempos de muros y alambrados, de segregación y fronteras cerradas, de prejuicios y racismo, nuestra ciudad puede y debe ser un ejemplo de convivencia, de respeto y de humanidad.

Collage digital: Gonzalo Maldonado, de «Río Negro»


La ciudad de Neuquén no tiene una fecha de fundación. Comenzó a edificarse alrededor de la estación ferroviaria y a hacerse ciudad cuando se trasladó aquí la capital del Territorio. Por eso en ella somos todos inmigrantes, más antiguos o más recientes: es un espacio de convivencia de muchas identidades y culturas diferentes. La ciudad debería contener y alentar la expresión de todas ellas.


De los mapuche, los pobladores originarios de estas tierras, que todos los 24 de junio invitan el resto de la población a sumarse, desde sus tierras comunitarias en la meseta, a la celebración del inicio de un nuevo ciclo de la naturaleza, al Wiñoy Xipantu, para que su cosmovisión, sus expresiones artísticas y también sus reclamos sean visibles para el conjunto de la población y estén incluídos como actores fundamentales de las políticas culturales de la ciudad.

Aquí todos somos todos inmigrantes, más antiguos o más recientes: es un espacio de convivencia de muchas identidades y culturas diferentes. La ciudad debería contener y alentar la expresión de todas ellas.

Silvio Winderbaum


De los antiguos pobladores, italianos, españoles y de otras nacionalidades, obreros ferroviarios, empleados de las primeras oficinas, maestras y maestros, chacareros y comerciantes que crearon la cooperativa CALF para pagar menos por la luz, que desmontaron las primeras chacras y edificaron los primeros comercios. Ellos y ellas, a quienes recordamos sólo los 12 de septiembre, se merecen que el museo de la ciudad “Paraje Confluencia” sea puesto a la altura de la importancia que tuvieron en la construcción de este presente y de la metrópoli que hoy es Neuquén.


De la enorme población infantil y juvenil, nativos y nativas digitales del siglo XXI que requieren una ciudad pensada desde sus intereses y necesidades, con espacios de juego, para la actividad deportiva, de expresión artística y recreativa que los incluya a todos ellos…

Francesco Tonucci propone, en este sentido, pensar y organizar la ciudad desde la perspectiva del niño y la niña, dándoles voz para que puedan expresar sus necesidades. En distintas localidades de la provincia, y también en la ciudad de Neuquén, funcionan los Consejos de Niñas y niños ciudadanos organizados por la subsecretaría de Niñez y Adolescencia, donde ellos y ellas deliberan y proponen. Sólo se trataría de escucharlos.


De los feminismos y las disidencias de género, que ganan visibilidad sólo en los espacios construidos por ellas mismas, pero siguen reclamando ser incluidas en los lugares donde se toman las decisiones –todas las decisiones, las que las afectan y las que no– y también en los empleos, sin discriminaciones de género.

De la importante comunidad chilena que habita nuestra ciudad desde sus mismos orígenes, que fue –y en algunos casos sigue siendo– mayoritaria mano de obra tanto en la construcción como en la fruticultura regional, que mantiene sus ramadas y sus tradiciones culturales recluídas en sus barrios y viviendas e invisibilizadas para el conjunto de la población.


De la innumerable cantidad de artistas, pintores, poetas, muralistas, titiriteras, músicos, bailarinas que pugnan por ocupar las plazas y los paredones, las calles convertidas en espontáneos escenarios, las ferias de artesanos… si tuvieran más espacios, más concursos, más escenarios, más micrófonos, ellos solos podrían llenar de arte nuestra vida cotidiana y nuestro espacio público.


Una ciudad donde las distintas culturas e identidades tengan cabida va a ser una ciudad más rica, más diversa, más democrática, donde los otros y las otras diferentes no sean indeseables ni enemigos sino vecinos de una ciudad que realmente pertenezca a todos y a todas.

Silvio Winderbaum
Docente y autor de libros sobre la Patagonia

Miembro del Grupo de Diálogo Norpatagónico


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