Revalorizar el rol del empresario

La mala imagen que suele tener quien hace negocios en Argentina es producto de una serie de preconceptos. Recuperar el valor de la empresa como motor de la inversión productiva es esencial para recomponer los niveles de empleo y reducir la pobreza.

Redacción

Por Redacción

Por Cr. Daniel Darrieux (*)

Contra viento y marea. La empresa argentina y sus dificultades para sortear un escenario adverso.

En épocas de dicotomías, resulta imprescindible diferenciar al empresario genuino, que arriesga su patrimonio, invierte, produce y compite sin privilegios; del pseudo (falso) empresario, que lucra por su vinculación con el poder político, obteniendo privilegios (obra pública sin licitación, mercados cautivos derivados del proteccionismo, subsidios y otras prebendas).
Según el relevamiento de junio de la consultora CIO, que lidera Cecilia Mosto, sobre el nivel de confianza de actores sociales, las empresas solo tienen un 42%. Otras encuestas arrojan resultados similares. En nuestro país, el empresario tiene una mala imagen, si bien existen diferencias en la percepción respecto del empresario Pyme y de los dueños de grandes empresas (que en algún momento fueron Pymes).
¿Cuáles son las causas de esta mala imagen? El problema es multicausal. Por un lado los gobiernos han hecho a los empresarios responsables de aumentos de precios, desempleo y desabastecimiento, mientras que quienes están flojitos de educación económica “compraron” y se hicieron eco de estas acusaciones.
También, la mentalidad anticapitalista, que contamina a una parte de nuestros compatriotas, considera a los empresarios como explotadores, adhiriendo, consciente o inconscientemente a la teoría marxista de la explotación.

La búsqueda de ganancias es inherente a la naturaleza humana. El problema si se pretende ganar a toda costa, fuera del marco de los valores.


Por último, muchos asimilan la figura del empresario de riesgo a la de quienes, como señalé, hicieron su fortuna por sus vínculos con el poder político y en consecuencia, a costa de los consumidores.
Revalorizar el rol del empresario en la sociedad requiere entender cómo funciona el proceso de mercado. Ludwig Von Mises, el gran economista de la escuela austríaca, señaló que: “El sistema de mercado hace que prosperen aquellas personas que han conseguido satisfacer los deseos de la gente de la manera mejor y más barata. La riqueza sólo puede ser adquirida sirviendo a los consumidores”.
La búsqueda de ganancias, monetarias o no monetarias, es inherente a la naturaleza humana. El problema se da cuando se pretende ganar a toda costa, fuera del marco de los valores.
“El mercado es un mecanismo que orienta el interés propio hacia la satisfacción del interés ajeno. Todo acto de comercio es un acto de servicio mutuo”, destaca Fredy Kofman en su libro “Metamanagement”. Quien dude de esta afirmación puede probar tener éxito vendiendo pizzas con la masa quemada y poca muzzarella.
Por mi actividad, conozco a muchos empresarios de nuestra región. Puedo dar testimonio del esfuerzo, creatividad y energía que ponen para mantener a sus empresas con vida y conservar las fuentes de trabajo, a pesar de los gobiernos y en un ambiente de negocios altamente desfavorable. Crear riqueza –única forma de mitigar la pobreza – requiere un gran esfuerzo y produce altos niveles de estrés en este contexto, agravado por la pandemia-cuarentena y la mala gestión de la vacunación.

Pymes. Las más pequeñas y con mejor valoración de parte de la mayoría de la población.


Sin empresarios no hay empresas. Y sin empresas no hay generación de fuentes de trabajo y producción de bienes y servicios. Un informe de la fundación “Observatorio Pyme” (2019) sobre la densidad empresarial en distintos países, indica que en Australia hay 88 empresas cada 1.000 habitantes; en Argentina, 14 empresas cada 1.000 habitantes. ¿Cómo se ve reflejado en el PBI per cápita? El de Australia es de u$s 51.812; el de nuestro país: u$s 22.063 (Banco Mundial, 2019). Para muestra basta un botón.
En este contexto de mala imagen de los empresarios, hay excepciones: según el citado relevamiento de la consultora CIO, más del 60% de la población adulta argentina confía en el sector de la agroindustria, y más del 70% cree que hace una contribución a su bienestar. Cuando el sector fue atacado, la población salió a la calle a defenderlo (la 125 y Vicentín).
Significa que la mala imagen puede revertirse. Para ello se requiere que los empresarios genuinos abandonen el bajo perfil y le hablen a la sociedad, y expliquen todo lo que podrían hacer para invertir, generar empleo y producir más, en un ambiente de libertad económica y respeto a la propiedad privada. La filosofía de la víctima no genera resultados, de nada sirve lamentarse. Los empresarios deben asumir un rol activo e involucrarse en la gestión del contexto. Se han dejado espacios vacíos y hay que recuperarlos.
Para el economista Joseph Schumpeter, el empresario es el motor del desarrollo económico. Juan Bautista Alberdi, padre de nuestra Constitución Nacional, señaló que “el buen empresario siempre es un héroe”. La función empresarial tiene un fundamento ético. La producción es un valor central del ser humano. La libertad, la responsabilidad, el esfuerzo, la productividad y la innovación conforman un marco moral para la actividad empresarial. La calidad de los empresarios (genuinos) de la región y el país debe ser un motivo de optimismo. Revalorizar su contribución es una de las condiciones necesarias para avanzar en una estrategia de desarrollo.


(*) Director de IMPACTO ECONÓMICO.


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