Roy Centeno dio a luz “La sobrina”

SAN CARLOS DE BARILOCHE (AB).- El nombre de Roy Centeno Humphreys ya es ilustre en la Patagonia, y especialmente entre los que recogieron para el presente y la posteridad datos de la historia de la colonización del Chubut.

Nació el 6 de enero de 1921 y desciende de los pasajeros de los primeros barcos que llegaron a esas costas sureñas después de surcar el Atlántico. Fue traductor, notero y periodista de varios medios nacionales, norteamericanos y agencias de noticias, y recorrió el mundo con su trabajo, se jubiló en Nueva York y regresó a la Patagonia para dejar un invalorable tributo a su historia.

Nadie conoce como él las historias de aquel puñado de galeses que por escapar de la dominación británica iniciaron un viaje a lo desconocido, siguiendo un sueño donde se mezclaban las ilusiones y los ideales. Hoy Roy ofrece su última obra, “La Sobrina”, un libro que parece de bolsillo pero es mucho más que un entretenimiento para una tarde lluviosa. En este trabajo el autor combina, vuelve a combinar, su fina sensibilidad de poeta y el rigor histórico en la reconstrucción de la dramática vida de la protagonista, una involuntaria inmigrante galesa del Chubut.

Como buen maestro que ha sido de escritores y periodistas, Roy emplea un estilo claro y didáctico, no teme a las repeticiones y nunca abandona el sentido del humor, aún en las situaciones más funestas. Cuando escribió “El Evangelio y Don Eduardo”, algunos le aconsejaron que cambiara el título. “Van a creer que es un libro religioso, o sólo para evangelistas”, le reprocharon, pero Roy tenía razón: los que todavía no leyeron esa novela se la están perdiendo, y ese indiecito tehuelche llamado Evangelio, símbolo de la pacífica integración entre los antiguos y nuevos habitantes de la tierra, no podía menos que encabezar el título.

Centeno es un especialista en describir utopías. Lo hace cada vez que relata los sueños que impulsaron a los inmigrantes galeses a cruzar el océano, abandonando su historia y sus raíces para buscar el futuro en un nuevo mundo donde también los esperaba la adversidad. Y esa inclinación por las utopías quizá, lo llevó a escribir la biografía de Primo Capraro, otro gran creador de mundos ideales, a quien bautizó como “El emperador de la Patagonia”.

En “La Sobrina”, Roy relata una historia cotidiana, que surge de una familia galesa que cada día vivía sobreviviendo, y que prefirió perder a una hija para darle la oportunidad de tener un futuro mejor. De las páginas de “La Sobrina” surge que en esos tiempos no emigraba quien quería sino quien podía. Eran pocos los galeses que podían costearse un viaje desde Europa a la Argentina y la protagonista, con sólo 12 años, se vio embarcada hacia la aventura simplemente porque sus padres aprovecharon una oportunidad.

Por momentos la historia se convierte en drama y el pecho se sobrecoge ante tantas penurias. “Había ido con todas sus ilusiones y había vuelto con todas sus penas”, relata. Pero Roy no abusa de los sentimientos. No sabe dar golpes bajos y busca el humor a veces para escapar de la tragedia, aunque deba describir la angustia y la soledad y aunque deba contar cómo recordaba la protagonista el vestido que tenía puesto su madre cuando la despidió.

Las historias de inmigrantes casi siempre son tristes sobre todo porque esos inmigrantes en su mayoría nunca volvían a ver su suelo natal. “A los galeses siempre nos gustó más irnos” hace decir con resignación a “La Sobrina” para poner fin a la angustia que atrapa al lector. Pero también hay mucha poesía en estas páginas. Cuando Roy describe la esperanza, el afán del sembrador y la potencia de la semilla, hay poesía. Nada más oportuno que este documentado y ameno libro, en la alborada de un nuevo milenio y en un momento en que los inmigrantes o sus descendientes buscan en sus raíces y en sus tradiciones más acendradas la savia necesaria para la consolidación de sus nuevos proyectos.

Serafín Santos