Era cadete en Buenos Aires y conquistó México con la fruta de Río Negro: un proyecto que empezó con 10.000 dólares
Jorge Cecowski relata el camino recorrido hasta lograr producir, procesar y exportar millones de kilos anuales de frutas del Alto Valle y Valle Medio.
En diálogo con Río Negro Rural y acompañado de Gustavo (su mano derecha desde 1988), Jorge Cecowski describe cómo fue su incursión en la actividad frutícola. El primer paso en Argentina lo dio en Pomona, Río Negro, donde continúa, creció y se modernizó. “Frutas Lanín, buenas de principio a fin” reza el eslogan de su empresa. Lo mismo puede decirse de esta historia.
Jorge nació en Villa Crespo, Ciudad de Buenos Aires, en 1949. En Pomona produce dos millones de kilos de frutas al año, sobre todo peras. Destaca el rol de Américo Della Gaspera y Edgardo Miranda para que incursionara en la actividad frutícola.
De cadete a empresario frutícola: entrevista con Jorge Cecowski
PREGUNTA: ¿Cómo y dónde empezó todo?
RESPUESTA: Yo nací y vivía en Villa Crespo. Empecé a trabajar a los 12 años en un laboratorio y a los 14 arranqué en la oficina en Buenos Aires de Santarelli, la frutícola de Fernández Oro. Ahí hacía los trámites de correo, bancarios, escribía cartas a máquina, preparaba el café. Empecé como cadete, pero me dejaron crecer mucho.
P: ¿Por qué empezó a trabajar tan pronto?
R: Amaba trabajar, me hacía feliz, me gustaba mucho tener mi propio dinero. Incluso cuando era más pequeño, jugaba a la bolita con los chicos de la cuadra, guardaba en una caja de zapatos las bolitas que ganaba y después las revendía. Era bueno tener un poco de dinero para ir el sábado a comerse unas porciones de pizza con una gaseosa. No me gustaba pedirles dinero a mis padres.
P: ¿Y mientras tanto estudiaba?
R: Claro. Terminé el secundario a los 17 años. Yo quería ser ingeniero agrónomo, porque me gustaban la producción y el campo. Luchaba por tener una beca del INTA, pero se les exigía a los postulantes que tuvieran domicilio en el campo; y yo de campo no sabía nada. Cuando se estaba muriendo mi papá le prometí que iba a graduarme, pero no pude estudiar agronomía. Así que a los 19 años empecé la carrera de contador en la UBA, pero seguía trabajando con los Santarelli.
P: Ahí tuvo el primer contacto con la fruticultura, pero terminó siendo parte de esta. ¿Cómo se dio ese salto?
R: Yo no quería empezar por mi cuenta hasta terminar de estudiar. Me recibí de contador público cuando tenía 25 años, en 1974. Ahí nos trasladamos con la madre de mis hijos a Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, donde viví ocho años. Allí importaba manzanas y peras, y algo de frutos secos y de carozo. Abrí mi local allá y me fue muy bien, me independicé. Venía casi todos los meses a la Argentina para comprar fruta. Le comprábamos a Cervi, Bonadé, Della Gaspera, Hugo Sánchez y tantos otros. En 1976 nosotros importábamos en Bolivia más de 100.000 cajas al año, y creamos un hábito: el boliviano se acostumbró a comer la manzana arenosa, y cuando salió la manzana de atmósfera controlada, más crujiente; les costó acostumbrarse.
P: ¿Cómo pasó de ser empleado a independizarse?
R: Cuando me retiré, los Santarelli muy generosamente me dieron 10.000 dólares. El primer año fui a ver a un amigo en Pedro Luro y compramos cebolla. No pudimos cargar ni un solo bulto porque no se vendía nada. Tuve que pedir prestado a varios proveedores y amigos para poder empezar en Bolivia. Me mandaban no solo fruta, sino también dinero para poder importar. Los recuerdo a todos con mucho amor y cariño. En Bolivia arrancamos mal: una mujer de allá con la que decidimos trabajar se quedó con los primeros dos camiones de fruta, nunca más los vimos. Pero lo que no te mata, te fortalece. En 1981 hubo una gran devaluación en Bolivia que no me permitió importar más. Tenía dos opciones: irme a vivir a España o volver a la Argentina y comprar una chacra. Y decidí comprar la chacra de 78 hectáreas de Pomona, que tengo hasta el día de hoy. Ahí empecé con la fruticultura.
P: ¿Por qué eligió Río Negro?
R: La verdad sea dicha: yo quería ir a España a vender artesanías y tener una vida fácil. Elegí Río Negro porque la madre de mis hijos no quería vivir en otro país. No me puedo arrepentir porque no sé qué habría pasado si hubiera vivido en España. Nosotros crecimos mucho más en la comercialización que en la producción. En Brasil, abrimos un negocio de venta directa de fruta en Recife y luego otro punto de venta en el mercado de Fortaleza. En 1995 nos agarró la gran devaluación en Brasil, y tuvimos que abandonar el lugar, venir para hablar con todos los proveedores y arreglar lo que se debía. Pero nunca dejamos de atender a Brasil, donde tenemos más de 40 clientes que representan el 60% de nuestras ventas totales.
«Hoy México es un mercado importante para la fruticultura, nos sentimos sumamente orgullosos. No fue fácil porque a la competencia no le cayó bien ver llegar fruta argentina a México.»
Jorge Cecowski.
P: Y además conquistaron el mercado mexicano.
R: Sí, fue un hito. En el año 2000 ya estaba en conversaciones con Cancillería y Senasa para hacer el primer análisis de sanidad para entrar a México. Se logró firmar un protocolo. Nos pusieron aranceles muy altos, pero igual queríamos hacer la experiencia porque era un mercado súper atractivo. La fruta argentina pagaba el 23,5% de aranceles, luego logramos que lo llevaran a 0%, y ahí fue cuando comenzó la historia que sigue hasta ahora. Los 13 primeros contenedores fueron en 2002, con productos de varias empresas del Valle, que se cargaron en un tren gracias a un acuerdo con Ferrosur. Hoy México es un mercado importante para la fruticultura, nos sentimos sumamente orgullosos. No fue fácil porque a la competencia no le cayó bien ver llegar fruta argentina a México. Desde entonces fue que nos dedicamos más a la parte comercial. Cargábamos fruta nuestra, le comprábamos a todo el Valle y trabajábamos con las principales cadenas de supermercados.
P: ¿Cómo siguió la historia?
R: Del Valle Medio trajimos nuestras oficinas comerciales al Alto Valle, para estar más cerca de nuestros proveedores. Primero estuvimos en Regina, y después en Roca. Somos una empresa de muy buen nombre, por ser cumplidores y por respetar a la gente. Por eso tenemos muchos productores asociados que nos acompañan y que trabajan muy bien. En Regina conocimos a un italiano y creamos con él una empresa en Italia que nos permitió importar directamente y vender a distribuidores. En aquella época los importadores europeos siempre nos ganaban la patriada porque nos decían que la fruta no llegaba bien. Desde entonces, cuando nos decían que algo no estaba bien, un muchacho del norte de Argentina que se estableció como socio nuestro allí iba a los puntos de Europa que fuera necesario para solucionar las cosas. Y fueron tiempos mucho mejores, en Italia tuvimos bastante éxito. En esa época teníamos presencia física en Bolivia, México e Italia; la producción, en Valle Medio; y la oficina comercial, en el Alto Valle. Y le entregábamos fruta de exportación a Expofrut para ultramar.
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