Ganadería en el desierto: apostó por la recría en el árido secano de la Patagonia y logró 460 gramos diarios

Agustín Paniz aprovechó las buenas precipitaciones otoñales, reduciendo el costo a prácticamente cero en un contexto en que la relación de compraventa asfixiaba. Llevó casi 300 animales al monte y los resultados sorprenden: se asemejan a los obtenidos con pastoreo de alfalfa bajo riego.

Una experiencia ganadera en Río Negro sorprendió hace unos meses por su osadía, y sorprende ahora por sus resultados. En un contexto de disparada del precio del ternero y una ecuación recría–terminación que dejó de cerrar en los sistemas bajo riego, el ingeniero agrónomo Agustín Paniz, nacido y criado en Viedma, encontró una alternativa que cambió por completo su estrategia: una recría en secano, en pleno monte norpatagónico, que logró ganancias de peso similares a las obtenidas con alfalfa bajo riego y con un costo prácticamente nulo.  

La experiencia, realizada entre mayo y noviembre sobre un buen número de animales, tuvo lugar en un campo de 2.500 hectáreas recientemente adquirido en las afueras de Viedma, que atravesó un otoño e invierno particularmente buenos en cuanto a lluvias. Paniz buscaba aliviar la presión sobre las chacras en invierno, reducir el gasto en reservas (muy costosas en esta época del año) y probar si el monte, más seco y abrigado, podía sostener un crecimiento razonable. Los resultados superaron todas las expectativas: 460 gramos diarios por animal, con mínimo trabajo operativo y un cierre económico sólido aun considerando el costo de oportunidad del campo.    


Ganadería en Río Negro: una recría inesperada 


El proceso comenzó el 16 de mayo, cuando Paniz llevó al secano 277 terneros, comprados entre el 15 de marzo y mediados de abril. Durante un mes estuvieron en la chacra bajo riego “medio a corral”, comiendo rollos de alfalfa mientras se acostumbraban. Los lotes eran muy heterogéneos: “Compré una jaula que pesaba 140 kilos, después otros de 210, algunos de 200. Era muy variable”, detalló.  

Una vez en el campo de secano, los animales ingresaron al primer cuadro y allí se mantuvieron durante tres meses. Luego pasaron a un segundo cuadro, también de monte. La salida se realizó entre el 1 y el 3 de noviembre, en tres tandas. Ese proceso, reconoce, restó algunos kilos por estrés: “Los tenés que ir encerrando de a poco. En mi caso cierro el agua para que vengan; quiera o no, el animal se desbasta y eso va a pérdida”.  

El número final: 275 animales (hubo dos bajas), con un peso de entrada promedio de 175 kilos y peso de salida de 253 kilos. La ganancia diaria fue de 460 gramos, un valor extraordinario para un ambiente sin riego ni suplementación.  

Dato

21.000
Son los kilos de ternero que logró Agustín Paniz en menos de seis meses, recriando en un campo de secano de 2.500 hectáreas.

“No suplementé con nada. Tampoco se sembró nada: todo monte natural, remarcó. El año acompañó con lluvias “regulares” desde marzo, aunque sin registro preciso: “Vamos una vez por semana, es difícil llevarlo; pero sí llovió bien en marzo y abril, y después de manera relativamente constante”.  

El costo fue prácticamente nulo. “En cuanto a costos, es cero. Después podés considerar el costo de oportunidad: este campo se puede alquilar por 10.000 kilos de carne por año. Y con esta recría sacaste 21.000 kilos de ternero, más lo que puedas sacar de las vacas. La ecuación cerró muy bien”, afirmó.  

A esto se sumó un beneficio clave: el descanso invernal de las chacras bajo riego. “En invierno la alfalfa entra en latencia, las reservas se encarecen y el frío pega fuerte. En el monte, en cambio, es más seco y abrigado. Y operativamente es mucho más simple: no estás todos los días dando rollos, atendiendo animales. El animal está tranquilo ahí”.  


Cómo logró 460 gramos diarios en el desierto patagónico


El establecimiento de secano tiene 2.500 hectáreas, divididas en cuatro cuadros de unas 620 y una aguada central que abastece todo el sistema. Tres de los potreros son monte natural y uno intermedio con vegetación renovable (que no se usó en la recría). Allí convivieron los 277 terneros con 47 vacas durante toda la recría. “Es un campo para unas 250 vacas”, explicó.  

Hace unos 20 años un incendio grande redujo la densidad vegetal del monte que sostiene el sistema. “No es tan tupido, pero es monte al fin”, describió. La base forrajera fue pasto natural casi en su totalidad, principalmente flechilla, ya que no hubo aporte significativo de chauchas de alpataco (más frecuentes en verano). El manejo fue mínimo: ingreso a un cuadro, permanencia prolongada y un solo cambio a otro lote.  

Agustín Paniz, en la chacra bajo riego que maneja en Viedma. Foto: archivo Juan Thomes.
Agustín Paniz: «La clave es que el animal que entra a recría en secano tenga arriba de 190 kilos.» Foto: archivo Juan Thomes.

Los terneros se adaptaron sin problemas. “Había de todos los colores”, recordó sobre las razas. El único factor verdaderamente determinante fue el peso inicial: “El animal que arranca con 200 kilos en el monte la pasa mejor que el más liviano. Me parece que la clave es que por lo menos tenga 190 kilos”.  

El dato más llamativo es que, incluso en esta región semiárida y con una carga considerable para la zona, les sobró pasto. La combinación de lluvias previas y manejo dejó forraje disponible al final del ciclo. “Fue un año muy bueno. El campo tuvo buena cantidad de pasto e incluso sobró”, remarcó Paniz.  

Tras la salida, los animales volvieron a la chacra bajo riego. “Los que pesaban más de 300 kilos ya los empezamos a acostumbrar para entrar en terminación. El resto siguió en recría comiendo alfalfa”, agregó. En el campo quedaron solo las 47 vacas, mientras el pasto remanente se secaba con los primeros calores primaverales.    


Recría en el secano de la Patagonia: una experiencia para repetir  


La experiencia dejó conclusiones firmes. Paniz asegura que volvería a hacerlo sin dudarlo, siempre y cuando el año acompañe con lluvias. Además, observa una tendencia creciente entre productores de la zona: aprovechar los campos de cría tradicionales para recriar parte de la propia hacienda. “Antes muchos trataban de tener siempre alguna vaca más. Ahora algunos, en vez de crecer en vacas, eligen recriar sus terneros en esos campos. A varios les cambia la ecuación y les da más margen de maniobra”, explicó.  

El motivo es claro: la recría ofrece flexibilidad y capacidad de reacción ante años erráticos. “La invernada te permite salir más rápido e inclusive darle de comer. La vaca es mucho más difícil”, señaló. Además, retener terneros ayuda a preservar valor en contextos de inflación: “Antes se vendía todo en marzo. Después muchos empezaron a vender conforme necesitaban dinero, y eso te permite quedarte con la hacienda en el campo”.  

Su mayor aprendizaje es concreto y práctico: “La clave es que el animal que entra a recría en secano tenga un buen peso. Arriba de 190 kilos. Esos son los que realmente se ven favorecidos”.  

Con un sistema simplificado, mínima intervención y resultados comparables a los de un planteo intensivo bajo riego, la experiencia de Paniz se suma como un caso relevante en el mapa ganadero de la Patagonia. Una señal de que, cuando la lluvia acompaña, el monte también puede ser una oportunidad productiva. 


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Una experiencia ganadera en Río Negro sorprendió hace unos meses por su osadía, y sorprende ahora por sus resultados. En un contexto de disparada del precio del ternero y una ecuación recría–terminación que dejó de cerrar en los sistemas bajo riego, el ingeniero agrónomo Agustín Paniz, nacido y criado en Viedma, encontró una alternativa que cambió por completo su estrategia: una recría en secano, en pleno monte norpatagónico, que logró ganancias de peso similares a las obtenidas con alfalfa bajo riego y con un costo prácticamente nulo.  

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