«A mis 87 años sigo plantando»: una leyenda viviente de la fruticultura de Río Negro
118 años atrás nacía “Frutas Brevi”, una de las firmas frutícolas históricas del Alto Valle. Hoy, Arnaldo “Chiche” Brevi timonea el barco junto a sus hijas. Su presente productivo es brillante: acaban de cerrar una temporada récord. Y van por más.
«Chiche” Brevi nació en Allen, provincia de Río Negro, es nieto de inmigrantes italianos y tiene cinco hijas. El nombre de su padre, Guido Brevi, puede leerse en la fachada de una escuela ubicada frente a una de las chacras de la familia: es un homenaje a quien donó las tierras para que ese establecimiento educativo se construyera.
Esta familia es la que fundó la firma Frutas Brevi, y la que 118 años después la comanda, empleando a 300 personas en plena temporada. El 2025 fue un año de récords para la empresa: produjeron más de 13 millones de frutas, con rindes excepcionales. Para ilustrar este presente productivo, aportamos un dato: en un cuadro de granny smith, se obtuvieron 120 toneladas de manzanas por hectárea.
Entrevista con Arnaldo «Chiche» Brevi, leyenda viviente de la fruticultura
PREGUNTA: ¿Cómo empezó la historia de Frutas Brevi en el Alto Valle?
RESPUESTA: Mi abuelo José era inmigrante de Italia. Compró la chacra en 1907, pero recién en 1914 le entregaron los títulos. Él era mayordomo de la Estancia Brinkmann, en Córdoba. Don Patricio Piñeiro Sorondo, que fue el fundador del pueblo de Allen, se casó con Catalina Brinkmann, hija de don Brinkmann. Como mi abuelo trabajaba con ellos, le dijeron “por qué no te comprás una chacra allá, que es una zona nueva, yo ya tengo”. Los entusiasmó, a mi abuelo y a su hermano Aurelio, así que compraron. Aurelio se volvió a Italia, y le vendió su parte a mi abuelo, que se vino de Brinkmann. Le dio la chacra en medianería a Pacífico Chiachiarini, quien plantó en 1913 el que hoy es el peral más antiguo de Allen, y seguramente del valle. Es una planta de peras Spadona.
P: ¿Cuántas hectáreas compraron?
R: Eran 100 hectáreas, 50 cada hermano, era un solo campo. Antes la ruta pasaba por atrás, pero cuando prohibieron los ángulos de 90 grados en las rutas, la 22 se metió en medio de la chacra: nos quedó una parte a cada lado de la ruta. Gran parte de esas hectáreas siguen siendo de la familia Brevi, las trabajo yo. Tenemos cuatro cuadros de peras Williams que ya tienen 100 años, y siguen produciendo.
P: ¿Cómo fue la expansión?
R: Donde había una chacrita “más o menos” y teníamos plata, fuimos comprando, despacito. Hoy son 300 hectáreas, todas a cargo mío. Mi mujer, Concepción, se encargó de criar a las cinco hijas, y yo no le aflojaba al laburo. Ella siempre me acompañó y me ayudó cuando había que comprar una chacra, porque mi suegra tenía un dicho que decía “toda tierra que linda con la tuya y se vende, hay que comprarla”. Tenemos chacras en Allen y en General Roca. Es un poco problemática la expansión, son más costos, es un capataz en cada chacra, que tiene un sueldo importante.
P: Pero no son solo chacras…
R: Hicimos el primer frigorífico en 1978. Y después, cuando se remató la cooperativa Frutivalle, mi cuñado compró, y con él hice un canje. Ahí nos hicimos de galpón y frigorífico, que después se nos hizo chico. Ahora tenemos uno grande en una de las chacras, y tengo mi galponcito primitivo. Empezamos a trabajar en grande para PAI desde 2005, con lo que nuestras frutas se exportan. Ahí ya llevamos 20 años, hasta ahora vamos andando. Yo soy exportador también, aunque sobre todo atendemos el mercado interno.
P: ¿Cómo se hace para seguir vigentes después de casi 120 años?
R: Llegaron mis hijas, que me empezaron a dar una mano. Los papeles los llevan ellas, siempre les insistí con que se acostumbren a tomar decisiones. Graciela es contadora y se encarga de recursos humanos y proveedores. Raquel es ingeniera agrónoma y se ocupa del empaque y del asesoramiento técnico en chacras y galpones. Mabel es contadora también y se encarga del área impositiva. Beatriz es productora de seguros y tiene a su cargo la comercialización. Y yo me ocupo de la parte operativa, de que funcionen los fierros, tenemos el taller en la chacra. Me encargo de que todo esté en marcha. Nos ha ido bien, nunca me quejé, siempre le metimos para adelante. La empresa va a quedar en buenas manos.
P: Tuvieron rindes récord. ¿Qué se siente ver el esfuerzo recompensado de esta forma?
R: En el trabajo, uno siempre se agarra broncas. Cuando me pasa eso, agarro la camioneta y empiezo a andar por los frutales. Ver esas plantas llenas de frutas, que son fábricas de frutas, te entusiasma, te revitaliza, se te pasan los nervios. Lo mismo cuando veo crecer las plantas.
P: ¿Cómo ve la fruticultura?
R: Del año pasado a este, los sueldos han aumentado un montón, y estamos vendiendo la fruta al mismo precio. Lo veo complicado, pero ya hemos vivido momentos duros, en el 2001 estábamos en la lona. El lema mío siempre fue “dejar de crecer, es empezar a retroceder”. No hay que retroceder nada. Estoy un poquito preocupado, pero a mis 87 años tengo más de 5.000 plantas para plantar, sigo plantando, y seguiré plantando hasta que me muera, porque alguien las va a cosechar. Le tengo fe a la fruticultura, porque peras y manzanas se siguen comiendo en todo el mundo.
Un dato de color: el origen de «Chiche»
«Chiche» no es solo un apodo: también es una marca. El primer portador del sobrenombre fue un caballo de la familia. Las frutas y una de sus chacras heredaron la denominación y, finalmente, Arnaldo.
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