Secretos de la ruta del choripán

Las historias detrás de tres puestos montados en Roca y Cervantes para ganarse la vida a metros de la ruta 22.

Redacción

Por Redacción

Las historias detrás de tres puestos montados en Roca y Cervantes para ganarse la vida a metros de la ruta 22.

 

Al Chori Loco los clientes le crearon una página en Facebook

 

Raúl De Grossi comienza acomodar su parrilla a las 8 en su puesto costado de la Ruta 22, en la entrada de Cervantes. Luego de comprar el pan felipe, enciende el fuego, le agrega carbón y cuando las brasas están en su punto justo coloca los chorizos parrilleros sobre los fierros.

A sus 69 años, es un aventurero que se animó a instalar en marzo de este año su puesto de choripanes para atraer a los viajantes de la 22.

El hombre es dueño de una rotisería que está a unos metros, un poco más adentro de la ciudad. Pero el negocio desde el año pasado comenzó a decaer y enseguida pensó en la ruta como su salida a esa crisis.

Raúl está jubilado y durante muchos años se ganó la vida como camionero.

“Siempre me tiraba la ruta, tenía ganas de probar. No me animaba hasta que un día me largué”, contó con nostalgia.

Un viernes por la mañana puso su parrilla del otro lado de la calzada pero llegó Vialidad Nacional y le pidieron que desocupara esa zona, porque si había algún accidente le podían hacer un juicio, le explicaron.

“No hay problema amigo levanto todo y me voy”, le respondió el parrillero al funcionario. “Le pedí trabajar un día más. El domingo desarmé y el lunes armé acá donde estoy ahora, en la entrada de Cervantes”.

A las 11 comienzan a llegar más camioneros al puesto. Colocan sus máquinas al costado del asfalto y le piden un choripán o un sandwich de tapa de nalga o de pechuga de pollo.

De Grossi tomó el cuchillo y mostró al equipo de “Río Negro” el asado listo para ser cortado y servido con el pan y salsa criolla. “Es una manteca”, expresó con orgullo.

 

Entre los otros acompañamientos, hay chimichurri, picante y una salsa de ajo y perejil.

Al costado dispuso varias mesas con sombrillas donde se sientan los camioneros a disfrutar de la comida.

“Van a tener que arrimase a pedir acá muchachos porque no tengo mozo”, le dijo a unos clientes recién llegados que esperaban en su silla a ser atendidos.

Por día suele vender dos ganchos de chorizos, unos 40 en total. El choripán lo tiene a $ 80 y los sandwichs a $ 110. Las gaseosas las vende a $40.

El artesano de la cocina trabaja de lunes a sábados, día en que suele cocinar algún que otro cordero también al costado de la Ruta 22.

Raúl tiene cuatro hijos y la mayoría se dedica al negocio de la refrigeración. También tiene 10 nietos.

El más grande viene de Roca los viernes y sábados a darle una mano y de paso a aprender de su abuelo la cultura nacional del asado.

El cocinero contó ha ido a Bromatología de Cervantes y tiene todos los permisos para poder trabajar.

 

 

La publicidad

“Yo no publicito nada, no tengo ni carteles”, dijo con una sonrisa De Grossi.

Su puesto no tenía un nombre y fueron los mismos clientes los que lo llamaron “El Chori Loco”.

El hombre no es amante de las redes sociales, pero sus asiduos visitantes también le crearon una página de Facebook donde le promocionan sus choripanes. Allí 173 personas le dejaron su me gusta.


Siguió con el puesto como homenaje al papá

 

Leandro Sosa tiene 30 años y su puesto de choripanes está sobre la Ruta 22 a un kilómetro de la Ruta 6.

El negocio lo fundó su padre Omar hace ocho años. Le puso por nombre “Chori al toke”.

Hace un mes su papá tuvo un accidente y falleció sobre la misma ruta a unos metros del puesto. Tenía 55 años.

“Él arrancó con el carrito y mi hermana y yo lo ayudábamos. Al principio no rendía el fruto que tenía que dar y me fui a trabajar en la venta de motos”, contó Leandro.

Omar siguió con el emprendimiento. “Venía el municipio de Roca, le decía acá no, le hacía multas y el se instalaba en otro lado”, recordó.

Luego puso el carro al frente de un galpón.

“Pedimos permiso a los dueños y presentamos una nota al municipio”, señaló Leandro.

El muchacho, cuando murió su papá, dejó su trabajo como vendedor de motos y encaró el negocio familiar para que no quede abandonado.

El choripán lo vende a 90 pesos y cubre media tira de pan felipe. “El chori es casero, la carne la compramos en un frigorífico. También vendemos milanesas a 120 el sandwich”, señaló.

Para hacer las milanesas, todos los días compran cuatro kilos de pulpa.

La salsa picante es casera pero no el chimichurri. A la mañana arrancan a las 7.30 a comprar las cosas y trabajan horario corrido hasta las 16.

El chori lo cocinan a gas. La garrafa cuesta $320 recargarla y usan unas 10 al mes.

La mayoría de los clientes son camioneros. “Cuando hay feriados o paros no trabajamos”, dijo. Por día suele vender un gancho de 20 chorizos.

“Una vez al año tengo que ir habilitar de nuevo el carro al municipio de Roca. Ellos me dicen tenés que cambiar esta puerta, pintar de este color”, explicó Leandro.

Cuando sale rumbo al puesto, Leandro sabe que le van a preguntar por su viejo.

“Lo querían mucho, varios no saben que murió hace poco y se lamentan mucho cuando les cuento”, dijo con tristeza.

Leandro también mencionó que su papá puso una galería con mesas y sillas para que los camioneros pudieran instalarse a comer tranquilos.

El lugar está techado con machimbre.


El dolor en la espalda lo alejó de la chacra y lo llevó a la 22

 

Marcelo Millaqueo tiene 52 años y durante 12 trabajó en la chacra como peón rural para una compañía frutícola. Pero la dura labor afectó a su espalda y las empresas no lo querían contratar por su enfermedad.

“No puedo trabajar en blanco porque en los estudios médicos me salen problemas en la columna y la rodilla”, contó el hombre.

En diciembre del año pasado se animó a instalar el Puesto 22 de choripanes junto a su esposa Yanet Altamirano (50), a la salida de su chacra que alquilan en la Ruta 22 al frente del barrio Colonia Fátima de Cervantes.

 

“Lo primero que empezamos a cocinar fue choripanes. De a poco armamos el puesto. Tuvimos una buena temporada y nos entusiasmamos”, recordó Marcelo.

Atendimos clientes extranjeros, pasó gente de Brasil, Colombia, Alemania y Francia”, contó Yanet.

Los choripanes se cocinan en un chulengo. Para prender el fuego usan un poco de leña de álamo y manzano, luego puro carbón.

El chori se vende a 70 pesos, es especial y los compran a un frigorífico. El pan es el felipe y se le puede poner salsa criolla o chimichurri. “Están muy conformes con lo que vendemos”, expresó orgullosa Yanet.

También ofrecen milaneses de ternera y hamburguesas caseras que ella prepara.

En el negocio además hay gaseosas y agua saborizada. “Antes vendíamos azúcar y yerba porque la gente pide mucho para el mate”, detalló Yanet.

Marcelo aseguró que trabajan con productos de la mejor calidad y que hasta el momento no han tenido problemas con el municipio de Cervantes.

“Estamos cumpliendo con las normas que podemos. Uno podría estar en mejores condiciones pero no tenemos las posibilidades económicas para hacerlo”, manifestó.


¿A cuanto el chori?

 

Fotos: César Izza

Datos

$80
En el “Chori Loco”, en Cervantes. Pueden salir con chimi o salsa criolla. Las gaseosas están a 40 pesos.
$90
En “Chori al toke”, en Roca. Son caseros con carne comprada en un frigorífico.
$70
En el puesto 22, de Marcelo Millaqueo y Yanet en Cervantes. También ofrecen milaesas y hamburguesas.

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