Sin cambio en el sur
Según las encuestas de opinión, el presidente Néstor Kirchner está disfrutando de una luna de miel que ha de serle sumamente placentera, con índices de aprobación que son asombrosamente elevados, pero a juzgar por los resultados de la primera vuelta de las elecciones que se celebraron el domingo pasado en Tierra del Fuego, no le será tan fácil asegurar que el clima oficialista así supuesto modifique mucho el panorama político nacional en el curso de los próximos meses. A pesar del apoyo decidido que fue brindado por los kirchneristas al gobernador peronista, el es de suponer ex menemista Carlos Manfredotti, éste apenas consiguió el 30% de los votos, aventajando por muy poco al radical Jorge Colazo que representa al Frente Unidad Provincial. Aunque los operadores del gobierno nacional trataron de hacer pensar que soplaban nuevos vientos en el país, sobre todo en las partes más sureñas, y que Manfredotti formaba parte del 3cambio2 que estaría en marcha, parecería que los fueguinos entendían muy bien que el gobernador es un exponente de las tradiciones políticas más rancias y que por lo tanto hubiera sido absurdo tomarlo por un renovador. Puede que en la segunda vuelta del domingo las cifras sean más favorables al candidato respaldado por Kirchner y otros miembros de su gobierno porque el Movimiento Popular Fueguino, cuyo representante llegó tercero, se ha comprometido a apoyarlo, pero aun así el resultado debería haber sembrado cierta preocupación en la Casa Rosada. Al fin y al cabo, hasta los kirchneristas más optimistas comprenderán que es muy poco probable que el presidente logre conservar el nivel muy alto de popularidad del que en la actualidad goza durante toda la larga temporada electoral que todavía queda, pero a menos que sea evidente que sus candidatos cuenten con una ventaja casi insuperable, no le será dado construir aquel poder político que tanto necesita.
Como la alianza sin duda coyuntural de los kirchneristas con Manfredotti, un político que se ve acusado por sus adversarios de practicar casi todos los vicios propios de la politiquería criolla como el clientelismo, el nepotismo, el uso proselitista de fondos públicos, la intimidación de medios de comunicación críticos y así largamente por el estilo, la idea difundida de que estemos por ver surgir una nueva cultura política más transparente, más decente y, huelga decirlo, más vigorosa que la anterior choca contra la realidad de que los presuntos protagonistas, sin excluir a Kirchner mismo, son los representantes por ahora más exitosos de lo que juran estar resueltos a reemplazar. Aunque es perfectamente posible que Kirchner y los integrantes principales de su equipo sí se hayan propuesto romper con las prácticas poco recomendables de un pasado signado por el fracaso, no lo es que todos sus aliados provinciales eventuales estén igualmente convencidos de la necesidad de un profundo cambio ético. Antes bien, sería asombroso que la mayoría no tuviera la intención de seguir haciendo lo que siempre han hecho, jugando a favor o en contra del presidente nacional de turno según las circunstancias, haciendo gala de su oficialismo mientras les convenga para después emular a Kirchner erigiéndose en rebeldes además, desde luego, de distinguir entre las reglas republicanas formales y los códigos de la política.
Como es notorio, una razón, acaso la principal, por la que el gobierno ha preferido postergar la toma de decisiones políticamente difíciles consiste en su temor a que incidan de forma negativa en la serie prolongada de elecciones provinciales que, conforme al calendario disparatado vigente, seguirán celebrándose hasta los meses finales del año. Pues bien: a menos que los réditos electorales de hacer la plancha resulten ser muy grandes al posibilitar la conformación de un movimiento kirchnerista aún más impresionante que el menemista, se trataría de un error estratégico porque significaría que el gobierno nunca será más fuerte de lo que ha sido durante su primer mes en el poder y que en consecuencia le convendría tanto a él mismo como al país en su conjunto que aprovechara al máximo la oportunidad así creada para llevar a cabo reformas que, por los consabidos motivos políticos, no le sería factible instrumentar más tarde.
Según las encuestas de opinión, el presidente Néstor Kirchner está disfrutando de una luna de miel que ha de serle sumamente placentera, con índices de aprobación que son asombrosamente elevados, pero a juzgar por los resultados de la primera vuelta de las elecciones que se celebraron el domingo pasado en Tierra del Fuego, no le será tan fácil asegurar que el clima oficialista así supuesto modifique mucho el panorama político nacional en el curso de los próximos meses. A pesar del apoyo decidido que fue brindado por los kirchneristas al gobernador peronista, el es de suponer ex menemista Carlos Manfredotti, éste apenas consiguió el 30% de los votos, aventajando por muy poco al radical Jorge Colazo que representa al Frente Unidad Provincial. Aunque los operadores del gobierno nacional trataron de hacer pensar que soplaban nuevos vientos en el país, sobre todo en las partes más sureñas, y que Manfredotti formaba parte del 3cambio2 que estaría en marcha, parecería que los fueguinos entendían muy bien que el gobernador es un exponente de las tradiciones políticas más rancias y que por lo tanto hubiera sido absurdo tomarlo por un renovador. Puede que en la segunda vuelta del domingo las cifras sean más favorables al candidato respaldado por Kirchner y otros miembros de su gobierno porque el Movimiento Popular Fueguino, cuyo representante llegó tercero, se ha comprometido a apoyarlo, pero aun así el resultado debería haber sembrado cierta preocupación en la Casa Rosada. Al fin y al cabo, hasta los kirchneristas más optimistas comprenderán que es muy poco probable que el presidente logre conservar el nivel muy alto de popularidad del que en la actualidad goza durante toda la larga temporada electoral que todavía queda, pero a menos que sea evidente que sus candidatos cuenten con una ventaja casi insuperable, no le será dado construir aquel poder político que tanto necesita.
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