Así era Las Grutas antes de ser un destino turístico

Ahora son las que le prestan su nombre al balneario. Y un lugar de visita obligado para los que llegan al lugar a recargarse de energía durante el verano. Pero décadas atrás, cuando no se tenía tanta conciencia acerca de la erosión y de la peligrosidad que podrían acarrear los posibles desprendimientos de acantilados, las grutas eran un refugio. Un punto de encuentro ideal para los que se aventuraban a pasar una jornada de playa.

Es que esas cuevas que la naturaleza labró caprichosamente en el frente rocoso que enmarca la costa, al principio fueron eso. Un escondite ideal para resguardarse del sol. Para descansar al arrullo del agua o incluso para improvisar algún asadito.

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Claro que por entonces el sitio no era destino turístico. Era sólo un secreto a voces de los vecinos de San Antonio, que, llevados por un afán de aventura, cubrían la distancia que separaba el casco urbano de esa sucesión de playas paradisíacas. Ni siquiera estaban construidas las bajadas, y acceder a la costa era una proeza. Se improvisaban huellas para bajar al mar. De hecho, algunas se señalaban con algún tipo de indicador, para que todos pudieran identificar el sitio ideal para el descenso. Uno de ellos fue, durante muchos años, una inmensa rueda de carreta.

Lo cierto es que, con Las Grutas ya convertida en una marca reconocida a nivel turístico, el accidente natural al que le deben su nombre cobró otra significación. Actualmente siguen despertando interés y constituyendo un punto de encuentro, pero ahora la interacción en ellas se da con mayor precaución.

Están allí, poco antes del acceso a las escalinatas de la primera bajada, muy cerquita de la bajada Pehuans. Y sus formas circulares continúan enmarcando miles de fotos que, hoy como ayer, testimonian el encanto de un sitio que ahora es sinónimo de vacaciones.

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En plena temporada estival muchos detienen su marcha junto a ellas, para hacer un “parate” en medio de las caminatas. Su popularidad también provoca que el sector sea el preferido de muchos bañistas, que en sus inmediaciones despliegan sus sombrillas, y se instalan para dejar pasar las horas junto al mar.

Un dato curioso que habla de la importancia que estas formaciones poseen, fue aportado años atrás por un estudio que se realizó sobre el frente costero. Ese informe determinó que los lugares en los que existen este tipo de cuevas son los que le otorgan equilibrio al acantilado. Esas oquedades hacen que el murallón natural resista mejor los embistes del agua. Por eso si no existieran las grutas, el acantilado estaría mucho más erosionado que lo que se muestra hoy. Ocurre que esos huecos permiten que, cuando las olas golpean, la piedra distribuya mejor esa energía y vuelva a estabilizarse. Un punto más para amar lo antojadizo de sus formas.

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El sitio no era destino turístico. Era un secreto a voces de los vecinos de San Antonio, que cubrían la distancia que separaba el casco urbano de esa sucesión de playas paradisíacas.

Un punto de encuentro: Las Grutas

Datos

El sitio no era destino turístico. Era un secreto a voces de los vecinos de San Antonio, que cubrían la distancia que separaba el casco urbano de esa sucesión de playas paradisíacas.

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