Bertolino, la flamante directora mujer del Balseiro en Bariloche: «Soy primera generación universitaria»

Graciela Bertolino ya conduce el instituto en Bariloche. Ingresó como alumna en 1992, se desempeñó como investigadora en Francia hasta que regresó al país por el Programa de Repatriación del Conicet.

«Si alguien me hubiera dicho hace 20 o 30 años que llegaría este día, me hubiera reído a carcajadas», reconoció emocionada Graciela Bertolino, durante su asunción al frente del Instituto Balseiro en Bariloche.

Cuando esta cordobesa rindió el examen de ingreso como estudiante a esa institución en 1992, jamás imaginó que terminaría siendo la primera directora mujer, el mismo año en que el Balseiro cumpliera 70 años. En ese momento, solo soñaba con egresar como ingeniera nuclear.

De ser estudiante pasó a ser investigadora y docente. Lo hizo en Francia y después, decidió regresar al país. Los últimos 6 años asumió la vicedirección del Balseiro, bajo la conducción de Mariano Cantero que hoy le cede su lugar.

“Era una cuestión tan lejana como elevada. Nunca lo imaginé porque son puestos de mucha responsabilidad. El instituto tiene un prestigio y un peso específico muy grande”, resaltó Bertolino a diario RÍO NEGRO, a pocas horas de su asunción al frente del instituto que inició el dictado de clases en 1955, a raíz de un convenio entre la Universidad Nacional de Cuyo y la Comisión Nacional de Energía Atómica (Cnea).

Su designación, valoró, fue definida por la comunidad. No se trata de un cargo político. “Son cosas que se van dando. Esto se fue encadenando a partir de las responsabilidades que fui tomando a lo largo de mi vida”, advirtió esta cordobesa de 54 años.

Bertolino nació en un Villa Huidobro, al sur de Córdoba, pero siendo muy pequeña, su familia se radicó en Neuquén. Cuando supo que quería estudiar ingeniería nuclear, se inscribió en la Universidad Nacional del Comahue y en 1992 rindió el examen para ingresar al Balseiro que, en ese momento, era en Buenos Aires.

Bertolino asumió como directora el mismo año en que el instituto cumplió 7 décadas. Foto: gentileza

“Era como mi máximo anhelo. Llegar a la universidad ya me resultaba importante porque vengo de una familia de condición humilde. Mi madre hizo sus estudios secundarios cuando tenía 8 años y cuando arranqué la escuela media, ella estudió para ser docente. Mi padre solo tenía la primaria. De modo que soy primera generación universitaria. Fue un salto enorme”, reconoció.

Recordó que estudiar en el Balseiro requería un fuerte “compromiso personal”: “Eran 4 años exclusivamente para el estudio, olvidándose de muchas otras cosas que están presentes cuando uno tiene 20 años. Hay todo un compromiso con la carrera que uno emprende. Había un profesor que siempre decía: ‘Si no te gusta estudiar, mejor ni vengan que van a sufrir mucho’”.

Recordó también que, en el momento en que ingresó a la universidad en 1989, las ingenierías “eran una carrera muy masculinas”. Las mujeres solían inclinarse más bien hacia la ingeniería química: “El área de energía nuclear no estaba en auge en ese momento. Y más aun en Argentina que tuvo altibajos con el accidente de Chernóbil en 1986. Tenía mala publicidad”.

Egresó como ingeniera nuclear en 1996 y se doctoró en 2001. Al año siguiente, emigró a Francia para llevar adelante un posdoctorado en el Laboratoire de Mécanique de Solides. Entre 2003 y 2007 se desempeñó como investigadora en ese laboratorio.

“Se preveía que, cuando uno terminaba el doctorado, convenía hacer el posdoctorado afuera como experiencia laboral. Lo cierto es que, con la crisis de 2001, no había chances de quedarse”, contó Bertolino y agregó que en Francia, logró ganar un concurso para acceder a un cargo como investigadora en un instituto del estado que “es el equivalente del Conicet allá”.

Esta ingeniera destacó que, en Francia, “al compararme con egresados de cualquier universidad del mundo, me sentía al mismo nivel. La educación que tuve en la universidad pública y en el instituto me pusieron al mismo nivel que cualquier otra universidad del mundo. Eso te da un poder interno que es impagable”.

Luego de seis años, Bertolino regresó a Argentina por el Programa de Repatriación del Conicet, pero volver al país, reconoció, no fue una elección fácil. “Fue una elección de vida para devolver al país lo que me dio. Muchos que estudiamos acá sentimos que el país nos entregó mucho formándonos. Podemos estudiar sin importar la condición socioeconómica. En mi caso, volví al Balseiro para trabajar como científico y docente”, comentó.

Bertolino está en pareja con un músico y aseguró que si bien son dos mundos diferentes, comparten la pasión por el trabajo y logran complementarse. “Mis hijos también son muy artistas, pero tienen una cabeza racional que heredaron de mi”, añadió.

La flamante directora del Balseiro no desconoce que hoy el principal desafío es afrontar la coyuntura de la educación pública y el trabajo científico. “Trabajamos mucho con Cantero proyectando lo que el instituto es hoy. La idea es seguir esta línea, pero en esta coyuntura. Hay nuevos proyectos, pero implican un esfuerzo enorme. No es un buen momento en tanto no se reconoce el buen nivel de la educación en Argentina y el buen trabajo de los científicos en Conicet, INTA, las universidades, en Centro Atómico. Hay que trabajar para visibilizar más lo que se hace y el buen nivel que tenemos”, concluyó.


"Si alguien me hubiera dicho hace 20 o 30 años que llegaría este día, me hubiera reído a carcajadas", reconoció emocionada Graciela Bertolino, durante su asunción al frente del Instituto Balseiro en Bariloche.

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