Carlos Navarro Montoya en Vértices: un ‘Mono’ de sangre azul y oro

El legendario ex arquero de Boca pasó por el ciclo de entrevistas que organiza el Diario Río Negro. El ídolo habló de todo y reafirmó su pasión por el xeneize, la fidelidad de sus hinchas, Maradona, Messi y mucho más.

La estirpe de los que buscaron de por vida pertenecer a un color. O a dos. El linaje adquirido por los elegidos a base de constancia, dedicación, trabajo y por supuesto, una jerarquía necesaria e inexorable para poder permanecer por casi una década en el club por el que dejó casi todo.

“De joven no salía a ningún lado, me cuidaba. Yo sólo quería ser arquero de Boca, ese fue siempre mi gran objetivo”. La confesión de Carlos Fernando Navarro Montoya se ajusta a la perfección a los sucesos ocurridos a través de los tiempos: un estreno inolvidable a los 22 años y un sitial inamovible bajo los tres palos xeneizes que se extendió por más de ocho temporadas.

El Mono fue el elegido para la cuarta fecha de Vértices y en su paso por el ciclo de charlas abiertas organizado por el Diario Río Negro dejó su calidez, la claridad de conceptos y un carisma que cautivó a los aficionados que estuvieron presentes en el auditorio.


Mirá el video completo de la entrevista con el Mono Navarro Montoya



El legendario ex arquero de Boca comparte la pasión auriazul desde chico, fortalecido con un bautismo inolvidable cuando tenía apenas 8 años, en su primera visita a La Bombonera allá por febrero del 1974. Fue goleada 5-2 a River, con cuatro goles de Carlos María García Cambón, que debutaba ese día en Boca.

El Mono Navarro Montoya sobre el escenario de Vértices, en el auditorio del Diario Río Negro. (Foto/Andrés Maripe)

“El hincha de Boca se relaciona de una manera muy especial. Nosotros sentimos que pertenecemos y que somos capaces, desde la tribuna, de modificar cosas. Al hincha argentino en general lo moviliza ese sentimiento”, apunta Navarro Montoya a modo de devolución ante el afecto recibido por los hinchas xeneizes en el auditorio del Diario Río Negro.

De padre cordobés, arquero como él, y madre colombiana, Navarro Montoya nació en Medellín pero a los tres meses ya estaba en Buenos Aires. “Nací allá pero soy más argentino que el dulce de leche y desde que tengo uso de razón siempre quise ser arquero. Mi padre nunca influyó para que lo sea, en verdad hay como una vocación muy especial para el arco, como una inducción genética. Para mí el que ataja es un artista y el que de niño se calza los guantes para ser arquero, va a serlo por toda la vida”.


El sueño irrenunciable de jugar en Boca. Eso era lo único que desvelaba al pequeño Carlos Fernando, que tenía como ídolo a Hugo Gatti. “Y lo sigue siendo, porque los ídolos son para toda la vida. Con Hugo fui admirador, compañero, también competidor. Yo siempre quería parecerme a él. Algo que no le gustó al Toto Lorenzo, que fue quien me llevó a Primera cuando él estaba en Vélez en el ‘82”.

“En la primera práctica yo aparecí con bermudas, vincha, una media abajo y otra arriba… Cuando me vio, me echó y me mandó a cambiar. Cuando vuelvo, me dice: ‘Usted tiene que aprender que el Loco Gatti ya existe, usted tiene que ser Navarro Montoya’. Fue una de las grandes enseñanzas de mi carrera”.
Las vueltas de vida lo llevarían justamente a tener que reemplazar en el arco de Boca al Loco Gatti en la segunda fecha del Torneo 88’/89’, en un debut nada menos que ante River. Boca ganó 2-0 y el Mono no salió más del arco azul y oro.

Navarro Montoya rescata la fortuna de haber tenido grandes maestros. No sólo el Toto Lorenzo, sino también Coco Basile, quien lo hizo debutar en Primera jugando para ese Vélez que tenía en ese plantel a Carlos Bianchi, Beto Alonso, Vicente Pernía, Daniel Killer, Pedro Larraquy, Nery Pumpido, entre otros consagrados. “Yo era el más chico de todos y la verdad es que me ayudaron muchísimo”.

El Mono repasa con claridad aquellos primeros tiempos como futbolista y no olvida la traumática experiencia de haber jugado en el fútbol colombiano, antes de su llegada a Boca en el ‘88. “El fútbol estaba en un contexto muy tóxico por la injerencia del narcotráfico. A mí me compra el América de Cali y me presta a Independiente Santa Fe de Bogotá».


“En lo deportivo me fue bien, pero fui amenazado por Miguel Rodríguez Orejuela, el fundador del Cartel de Cali. ‘Usted va a jugar donde yo le diga porque yo soy su dueño’, me dijo”, cuenta Navarro Montoya sobre los tiempos violentos que azotaban a Colombia en aquellos años.

“Me volví a Argentina al final del préstamo y estuve casi un año sin jugar. Hice un pedido especial a la FIFA, porque yo estaba inhabilitado, y me permitió volver a jugar. Regresé a Vélez y en el 88’ el Pato Pastoriza me lleva a Boca”.

El debut en Boca jugando el Superclásico

“Fue un día soñado, me preparé toda la vida para ese momento. Yo deseaba atajar en el arco de Boca desde la primera vez que fui a La Bombonera. Fue un desafío muy grande, no sólo por el arco que ocupaba, sino también a quién reemplazaba. Yo tenía muy claro que era imposible hacer olvidar a Hugo, uno tiene que tratar de que cuando te toca irte, también te recuerden. Tuve la fortuna de tener grandes compañeros, maestros que me enseñaron y me guiaron. El orgullo más grande que tengo es poder estar en la historia del club del cual soy hincha”.

El Mono echa a rodar su memoria y rescata como un punto de inflexión en la historia de Boca la conquista de la Supercopa 1989 en la gran final ante Independiente, que fue su primer título en el club de La Ribera.

“Después de aquel título del ‘81 con Maradona y Brindisi, Boca vivió momentos casi terminales. Tenía la Bombonera rematada, lo salvó Antonio Alegre y su CD, se vivían momentos muy difíciles. De hecho mi primer entrenamiento en el club lo hice en Costanera Sur porque no teníamos dónde entrenar. Por eso ese título de la Supercopa devuelve a Boca a ese camino que nunca debió abandonar. Esa conquista fue la columna dónde se edificó todo lo que vino después”.

El Mono Navarro Montoya recibe el cariño de los hinchas, al final de la charla en Vértices. (Foto/Andrés Maripe)

Navarro Montoya repasa su vida deportiva en Boca, desde el título del Apertura ‘91, pasando por el escándalo de la semifinal ante Coco Colo por la Libertadores cuando fue mordido por un perro de los Carabineros, hasta la consagración en el torneo del ‘92 y aquella temporada donde compartió equipo junto a Maradona, cuando el Xeneize era dirigido por Carlos Bilardo en el ‘96.

Diego, según el Mono
“Compartí momentos con Diego donde él era feliz, en su hábitat natural que era en la cancha. A mí me alegró mucho cuando volvió de Dubai, que pudiera cada domingo recibir el homenaje de todos los hinchas argentinos. No me lo imaginaba extraditado del sentimiento popular, allá tan lejos. Fue un acto de justicia divina de que Diego retornara al país y que disfrutara del cariño de la gente”.


Navarro Montoya solía quedarse después de los entrenamientos a patear con Diego, y apostaban. “Jugo de naranja, que a él le gustaba por las mañanas, y licuado de banana para mí. Hacíamos tiros libres, al borde del área, y la verdad es que él tomaba más jugo que yo licuado”.

Messi y la nueva revolución
La irrupción de Lionel Messi en el Inter de Miami y en el fútbol estadounidense viene siendo el nuevo fenómeno mundial y el Mono deja sobre el escenario de Vértices, su punto de vista sobre la nueva estación por la que transita el mejor jugador del mundo.


“Messi es una utopía. Es imposible pensar antes de su irrupción, que un futbolista pudiera lograr lo que logró Leo. A veces pienso que Messi no existe. Lograr estar 15 años como el N° 1 y conseguir todo lo que consiguió, y no hablo necesariamente de títulos. Ahora en Estados Unidos, Messi traspasó las fronteras de la sensibilidad y el gusto, en un país donde el fútbol no es el deporte predilecto”.


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