Cómo reconocer los ultraprocesados (y cómo tomar decisiones conscientes)

¿Contiene el producto al menos un ingrediente que no conozco? Esta es una de las preguntas clave para identificar qué estamos consumiendo. La meta no es prohibirlos pero tampoco que ocupen la mayor parte de la dieta.

Una investigación reciente que analizó los resultados de 281 estudios de 36 países encontró que el 14 % de los adultos y el 12 % de los niños tienen adicción a los ultraprocesados. Los científicos de Estados Unidos, España y Brasil publicaron en The BMJ que se trata de productos «más accesibles, cómodos y fuertemente comercializados que las versiones caseras y, por lo tanto, es probable que sean un impulsor más potente de la ingesta de sustancias adictivas».

Aunque la gran mayoría de los alimentos que comemos se procesan de alguna manera (por ejemplo, usamos harina y aceite para preparar una torta), los ultraprocesados ​​son diferentes porque contienen sustancias industriales que no existen en ninguna cocina doméstica.

En la revisión los autores ilustraron el efecto que esto genera con las galletitas: las caseras contienen manteca y azúcar (grasas y carbohidratos), pero la mayoría de las personas no se comen toda la preparación de una sola vez. Sin embargo, resulta difícil dejar de comer las galletitas ultraprocesadas.

Sucede que, según argumentaron los investigadores, estos productos están diseñados para ser hiperpalatables (cualidad de ser muy grato al paladar) y consumirse en exceso, por lo que pueden resultar adictivos para muchas personas.

Como precisa un artículo en The Guardian, aquellas sustancias alimenticias que no se utilizan en casa (o al menos no de manera aislada) suelen aparecer al principio o en el medio de la lista de ingredientes (los ingredientes se enumeran en orden de peso). Por ejemplo:


Características e ingredientes de los ultraprocesados


– Azúcares (fructosa, jarabe de maíz con alto contenido de fructosa, concentrados de zumos de frutas, azúcar invertido, maltodextrina, dextrosa, lactosa).

– Aceites modificados (aceite hidrogenado o interesterificado).

– Fibra soluble o insoluble.

– Fuentes de proteínas (proteínas hidrolizadas, aislado de proteína de soja, gluten, caseína, proteína de suero, carne separada mecánicamente).

– Por otro lado, están los aditivos que se utilizan para hacer que el producto final sea más apetecible o atractivo: aromas, potenciadores del sabor, colorantes, emulsionantes, edulcorantes, espesantes y agentes antiespumantes, carbonatantes, gelificantes y glaseantes.

Los ultraprocesados más comunes son: gaseosas, snacks, golosinas, helados, galletitas, salchichas, hamburguesas, pizzas envasadas, nuggets de pollo, algunos panes y cereales para el desayuno, barritas de cereales, bebidas de frutas y varios de los productos “dietéticos” o “light”.

Con todo, esta no es una lista de alimentos “prohibidos”. De hecho, los autores del estudio dijeron que la adicción a los ultraprocesados no es un diagnóstico oficial, pero que sí existe un tratamiento para los trastornos alimentarios (incluidos los atracones) y las adicciones, que es la terapia cognitivo conductual.

El autor principal de la revisión, el profesor Ashley Gearhardt de la Universidad de Michigan, aclaró esto a The Guardian: “No es que nadie deba comer papas fritas o chocolate, pero una dieta con un 60 % de ultraprocesados es demasiado alta. Se trata de reequilibrar la balanza. Si abrimos el grifo y sale gaseosa, no agua, tendríamos un problema con eso”. Sin embargo, también resaltó que para muchas personas, especialmente en situaciones desfavorecidas, estos son los únicos productos disponibles y asequibles.

«Intentar dejar los ultraprocesados ahora es como intentar dejar de fumar en los años 1960», afirmó al mismo medio Chris van Tulleken, médico y autor del libro Ultra-Processed People. Estos productos están en todas partes. Ante esto, el especialista recomendó comenzar leyendo las listas de ingredientes. “Preguntáte: ¿es esto realmente comida?”.

En definitiva, no se trata de categorizar a los alimentos como “buenos” o “malos”, sino de obtener herramientas tomar decisiones conscientes. Al respecto, otro de los autores del estudio, Fernando Fernández-Aranda, dijo que el primer paso es reconocer que hay un problema. “¿Podrías dejar de comer ultraprocesados? Cuando te enfrentás a emociones negativas, ¿podrías afrontarlas de otra manera que comiendo? ¿Cómo te sentís cuando esos ultraprocesados no están disponibles? Luego, si es necesario, buscá ayuda médica. La detección temprana de los trastornos alimentarios, desencadenados por ultraprocesados o no, es crucial para reducir su duración».


Este contenido fue originalmente publicado en RED/ACCIÓN y se republica como parte del programa ‘Periodismo Humano’, una alianza por el periodismo de calidad entre RÍO NEGRO y RED/ACCIÓN



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