Cuando la secundaria de Neuquén queda en un rincón del alma

La primera promoción del colegio San Martín celebra sus 50 años de egresados. Recuerdos, anécdotas y la emoción de saber que “esa escuela fue nuestro segundo hogar”.

Corría el año 1975. La principal avenida de la ciudad de Neuquén era de tierra. En la barda predominaban aun los médanos, solo el gran hotel que fue durante años el edificio más alto de la capital, rompía un poco la geografía local.

Y por allí transitaba en las primeras horas de la mañana o al mediodía y también al terminar la tarde, la primera promoción de egresados que completaron los cinco años del nivel medio del colegio San Martín, sin duda un emblema de la historia neuquina, por muchas razones.

Ellas y ellos estaban a punto de obtener su título de bachiller común o bachiller con orientación docente o comercial. Eran 139 estudiantes que se preparaban para finalizar un ciclo luego de ingresar por última vez al aula que quedaba al fondo del largo pasillo del primero piso del edificio de Avenida Argentina 935.
Y llegó el fin de ese año de la mano de un festejo “como debía ser”: en el monumento a San Martín y una gran cena de gala en el club Pacífico y luego cada uno siguió su camino.

Según cuenta una de las memoriosas egresadas de esa “camada” el 90% de esos chicos y chicas hoy son profesionales. Y la mayoría fue a estudiar a universidades públicas en el año en el que comenzó la historia más atroz del país: la dictadura cívico militar.

Fueron tiempos difíciles, pero hoy, 50 años después se contactaron de todas las formas posibles. Las redes sociales, obviamente que sí, los contactos que quedaron archivados en un celular, en alguna agenda de hojas amarillentas o el “boca a boca” buscando al compañero. Y lo lograron. Se reunirán en octubre para celebrar y dejar su impronta en esa escuela que fue parte fundamental de su recorrido de vida.
Claro que tienen pensado todo. Dejarán una placa en alguna pared del colegio con sus nombres para que le futuro no les arrebate el pasado adolescente. Y los recuerdos fluyen.

“Subíamos esa avenida. Los primeros años había un grupo que íbamos en colectivo hasta el colegio y después en cuarto y quinto año subíamos la avenida a píe chochos porque hasta el viento nos gustaba”, comentó Susana Vargas, una de las egresadas que hoy es abogada, especialista en Derecho Constitucional.

Dio unos pasos hacia atrás y recordó momentos de un secundario que vale la pena traer al presente. Las escalinatas del ”San Martín”, el frío de invierno calando los huesos en los desfiles por fechas patrias por la avenida en pleno invierno. Pero también las clases de “profes” que “marcaron tendencia”. Eran tiempos de adolescencia y de absoluta rebeldía. Pero hoy, con e l ”diario del lunes”, entienden esos egresados que todo tenía un propósito y los contenidos dictados en una escuela pública eran la brújula.

“ Cuando yo entré a la facultad y miré el plan de estudio para mi no fue nada nuevo. Ya en el secundario habíamos estudiado a Max Weber, por ejemplo. Cuando en las clases nos hablaban del análisis de los silogismos para la premisa menor, la mayor, la conclusión, ya sabía de qué hablaban porque lo habíamos estudiado en el colegio secundario”, contó Vargas feliz del reencuentro con sus “compas”.

Esa es apenas una sola anécdota de una exalumna que pasó por esas aulas. Porque esta reunión es un poco más. Vendrán exestudiantes que hoy viven en todas partes del planeta. “ Nos contactamos y vienen de Estados unidos, de España, de Chile y están felices de estar acá en este encuentro”, dijo Ana.
Y así volverán a recorrer las aulas de una adolescencia feliz y reivindicar la importancia de la educación secundaria.

Y serán momentos de volver a revivir esa etapa. Subirán caminando la avenida hasta su colegio y en el trayecto irán contándose historias y recordando el Neuquén de esos años. Este grupo de estudiantes tenía sus clases y por las ventanas del colegio veía como se estaba construyendo el edificio de Gendarmería y los monoblock a cien metros del lugar donde estaban. Convivieron muchos días con las máquinas que encendieron motores para asfaltar la avenida principal de la capital neuquina.

La revolución de las polleras

Fueron noticia en 1975 por ser la primera promoción de egresados que completaron el nivel medio en el Colegio San Martín. Pero también porque eran un grupo de adolescentes rebeldes con fundamentos. Las chicas, por protocolo debían ir con faldas todos los días de la cursada, aun cuando las temperaturas del Neuquén de antaño marcaban bajo cero. Existió una lucha repleta de convicciones y las escalinatas se instalaron una vez más como lugar de resistencia. Y se inauguraron las «sentadas» como método de protesta.

Un día de junio de 1973, las chicas se cansaron. Resolvieron asistir a clases con pantalones debajo del guardapolvo blanco. Susana Vargas, exalumna del San Martín, recordó que el edificio tenía buena calefacción y que las aulas «eran calentitas». Pero el ir y venir de casa al colegio y de la escuela a casa no eran tan sencillo.

Las crónicas periodístas de la epoca reflejaron que «cuando numerosas señoritas quisieron entrar a clase vistiendo pantalones bajo los clásicos guardapolvos blancos, las autoridades del instituto educativo resolvieron impedir la entrada al establecimiento al considerar que no había por qué utilizar esa prenda en la escuela». Propusieron en ese momento que las alumnas que por razones climáticas tuviesen que utilizar pantalones y su domicilio se encuentre lejos del establecimientom «deberían cambiarse en un salón especial y asistir a clase vestidas con polleras».

Las adolescentes se resistieron a esa disposición. Rechazaron el dictamen y «ocuparon» las escalinatas del colegio para protestar. Poco a poco se sumaron sus compañeros varones y resolvieron organizar una asamblea a la que se sumaron las familias.

Las horas pasaron y el rector de la institución decidió convocar a una reunión con las delegadas y los padres presentes. Las autoridades explicaron los reglamentos y los padres expusieron sus razones de porqué las chicas pedían concurrir con pantalones a clases.

Ante la inistiencia de los padres quedó demostrado que el reglamento de enseñanza dictado en 1957 » no preve ninguna norma al respecto puesto que atiende a la veloz transición de una moda de vestir a otra». «Sin embargo, el rector puso énfasis en demostrar que el método utilizado para esta petición sienta un peligroso antecedente para el futuro de la institución ya que los alumnos encontrarán idóneo este método para presionar sobre las autoridades», se refleja en las crónicas periodísticas de la época.

Y salieron los padres y madres a dar su opinión. El argumento era claro: si el reglamento no era explícito sobre el uso de faldas para las estudiantes, «correspondía que las alumnas pudieran utilizar pantalones como vestimenta normal para asistir al colegio, lo que aparejaría menos gasto de medidas, mayor comodidad para las señoritas e incluso una defensa más contra los frecuenctes resfríos que padecen los estudiantes en invierno».

El rector solicitó que envíen una nota al ministerio de Educación, pero tampoco tuvo éxito en eso. El trámite demandaría mucho tiempo y no existía una orden directa expresada en el reglamento interno de la institución. Con lo cual, todo se venía abajo.

Acorralado el director del colegio, no tuvo más opción que dejar sin efecto la norma y las chicas pudieron concurrir a clases con pantalones. Pero antes de finalizar la reunión y desarticular la protesta estudiantil, dejo constancia de que cuando se redactó el reglamento interno «nadie iba a pensar que las mujeres usarían esa prenda».


Temas

Neuquén

Corría el año 1975. La principal avenida de la ciudad de Neuquén era de tierra. En la barda predominaban aun los médanos, solo el gran hotel que fue durante años el edificio más alto de la capital, rompía un poco la geografía local.

Registrate gratis

Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento

Suscribite por $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora