Día del amigo: «Sanchu» y «El Cami» a los 4 años descubrieron en una mirada que la vida los uniría para siempre
Se conocieron en la salita verde del Jardín 1 de Neuquén. Hoy a punto de cumplir los 16, se miran y confirman que volverían a elegirse. Una amistad tan libre y rebelde como ellos.
Marzo de 2014 con cuatro años de edad, dos niños se encontraron de frente con la primera experiencia de «despegue» familiar. La sala verde del Jardín 1 de la ciudad de Neuquén cerró las puertas: padres afuera y «conejitos» adentro. Todos eran extraños pero «Sanchu» y «El Cami» lo supieron resolver. Sin pensarlo se sentaron uno a la par del otro, en el suelo del SUM para esperar la bienvenida de las seños. Una sola mirada, sin palabras de por medio, los convirtió en «mejores amigos». Hoy están a dos meses de cumplir los 16 y siguen sosteniendo el vínculo que como lo definen ellos, «es como juntar el agua y el aceite, pero funciona». En este Día del Amigo te contamos su historia.
Día del Amigo: «Sanchu» y «El Cami», amigos para toda la vida
Pasaron esos dos años, en los que si uno se olvidaba el pincel, el del al lado tenía otro para prestarle. Si uno no encontraba la manera de hacer una línea recta en el papel, ahí estaba la mano del otro para ayudarlo. En los recreos no había forma de separarlos. Ellos estaban siempre juntos. «Sanchu» y «El Cami» hoy reconocen que desde el día uno sabían que iban a ser amigos para toda la vida. Y el tiempo lo confirmó.
» Cuando tenía 4 años sentí que ‘El Cami’ iba a ser uno de mis mejores amigos porque sabiendo que el jardín era hasta los 5-6 años, sentí que él sería la mejor compañía durante ese periodo y lo es hasta el día de hoy«, sentenció «Sanchu». «El Cami» lo miró y se rió para luego confirmar: «Ya lo dijo él. Nos sentamos juntos sin conocernos pero en ese momento sabíamos que íbamos a ser mejores amigos. Yo lo elegí ese día y para siempre».
Y no es solo la impresión de dos pequeños que en un momento clave necesitaban aferrarse a un par para transitar un momento trascendental en su pequeña historia de vida. Alguien de afuera los estaba observando y entendiendo que esa mirada era el principio de una amistad. Fue su seño de jardín.
«Recuerdo dos alumnos que ingresaron al jardín Conejito, uno con su guardapolvo azul liso y el otro con su guardapolvo a cuadrille. Y de a poco en esos dos años fueron generando el vínculo; primero empezaron siendo compañeros, buscando ese momento y ese lugar para sentarse en la misma mesa o cuando íbamos al patio poder generar juegos juntos. Y de a poco con esas miradas cómplices, fue dándose ese vínculo cada vez más fuerte, ese vínculo que generó que día a día se elijan», aseguró Paula Barbich, su maestra de las salas de 4 y 5 años.
Y llegó la escuela primaria. Los caminos de ambos fueron por otro lado en lo físico pero no en la amistad. Ya no compartían un escritorio juntos, pero si eternas jornadas de juegos online, chat de WhatsApp, piyamadas y nunca le pegaron el faltazo al cumpleaños del otro.
«A lo largo de la primaria tuvimos caminos separados, aun así todos los años nos juntábamos para los cumpleaños o los fines de semana, Esa fue la clave para que la amistad perdure hasta el día de hoy«, fue contundente «Sanchu». «El Cami» agregó: «Pasamos muchos días sin vernos pero siempre estábamos el uno para el otro».

Y llegó la secundaria, un desafío, las primeras novias y la rebeldía. Ambos siendo adolescentes perdieron a sus abuelos y a su manera estuvieron apoyándose y sintiéndose cerca como ese día de marzo de 2014. Habían creado un hilo irrompible que los unía. Una amistad que se acerca más a la hermandad. En ese vínculo personal y estrecho también permitieron sin celos incorporar a otros. «Tu amigo es mi amigo», fue la consigna que surgió de manera espontánea. Y ahí apareció «El Negro», amigo de «Sanchu» de la escuela primaria, pero también hoy amigo de «El Cami».

«Nos conocimos en una pijamada en la casa de Sanchu. Las primeras frases de El Negro fueron con mucha confianza. Era como si nos conociéramos desde hacía años. Con él encontramos algo en común: la música. Y Sanchu ahí estuvo siempre, sin tocar la guitarra ni el piano, acompañó siempre desde la tribuna o detrás del escenario», contó «El Cami».
«El Negro» llegó con su termo y su mate, inseparables en su vida. Les enseñó la manera correcta de armarlo y qué yerba usar. Ama el rock nacional, mucho más el folclore y el tango no queda afuera de su repertorio. Tiene una banda y sueña a lo grande como debe ser. En el mientras tanto, está pendiente de sus amigos. Si alguno necesita algo, ahí está él, solo con un mensaje que WhatsApp que le diga día y horario.

Y ahí están los tres, con un amigo que llegó después, pero no tarde. Esos dos que hoy lejos del guardapolvo azul se miran y se vuelven a elegir. Se cuestionan y «se ponen el filo de la navaja» todo el tiempo. Pero todos los días se buscan.
Al preguntarles sobre la clave que tienen para conservar esta amistad, «El Cami» dijo: «Tener siempre algo que nos una a pesar de ser diferentes. Los amigos no se buscan, se encuentran así como nos encontramos nosotros».

«Sin duda elegiría de nuevo a ‘El Cami’ si vuelvo a tener 4 años«, dijo «Sanchu y «El Cami» se sumó: «Lo elegiría todos los días porque somos amigos». Antes de cerrar la charla ambos coincidieron en que no cambiarian nada del otro «porque así somos y así nos queremos como amigos».
Si se quiere conocer el secreto de una amistad «de hierro», ellos responden: «Saber que uno está para el otro». Un mate en la plaza, una larga charla en el chat o una pijamada o «lo que pinte», pero juntos.
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