La Romana: el emporio de antigüedades en Roca donde ‘lo viejo funciona’ con historias únicas
En ese gran salón, Juan tiene tesoros escondidos como un cómic de El Eternauta. El tiempo se detiene entre objetos de miles de procedencias y propietarios. Historias de familias del Alto Valle que buscan una segunda oportunidad. Hoy: La Romana de Roca.
“Lo viejo funciona, Juan”. La frase de moda luego de la serie de “El Eternauta” ratifica lo que el allense Juan Carlos Brevi siempre supo. Desde su pequeño gran palacio de antigüedades en Roca, dice: “Lo viejo siempre funcionó”. Regaña a su estilo, con humor, mientras muestra su colección de radios viejas, máquinas de escribir, planchas a carbón.
En un depósito de 800 metros cuadrados sobre la calle Estados Unidos casi Avenida Roca, el descendiente de italianos construyó “La Romana”, su emporio de compra venta de objetos y muebles, con una fuerte impronta por lo antiguo. Ahí, Juan podría haber sobrevivido a cualquier catástrofe.

«Lo viejo funciona Juan»: cómo empezó La Romana en Roca
Ligero de palabra y de andar, Juan Carlos recorre los pequeños pasillos que se abren entre tanta acumulación: pilas y pilas de mercadería en exhibición. Muestra con orgullo todo lo que tiene, lo que logró construir hace 22 años luego de tener que cerrar su corralón por los efectos de la crisis de 2001.

En ese lugar, el tiempo se detiene y la historia mundial cobra vida entre objetos de miles de procedencias y propietarios, con un valor inconmensurable. Ahí conviven cientos de miles de historias. Hogares, familias, baúles, mesas, sillas, espejos, lámparas y recuerdos heredados por generaciones.
Ahora, en su local esconde un tesoro que jamás se imaginó que reviviría con tanto frenesí: un cómic de El Eternauta del año 1957 y el libro, la segunda parte de la saga de Héctor Germán Oesterheld, celosamente expuestos en una vitrina.


Juan Carlos, se encarga de rescatar esos objetos con historia, conectarlos y darles una nueva vida, una segunda oportunidad. Junto a su hijo, Marco Aurelio, hacen también trabajos de restauración y le dan su impronta a los muebles. Ese es su oficio y su pasión.
“Esto es mejor que cualquier mesa que vas a comprar. Esto es roble, esto de cedro”, dice con ímpetu. “Mirá lo que es esta mesa”, lanza mientras toca la madera y deja entrever su alma de vendedor.

Todo surgió en la década del 2000. “Yo tenía el corralón de materiales Roca. Cuando vinieron grandes empresas como Easy, todos los pequeños tuvimos que cerrar porque no podíamos competir con semejante aparato”, relató Juan.
Entonces decidió alquilar un saloncito justo enfrente y poner un compra-venta para vender el remanente de mercadería y definitivamente bajar las persianas. “A los 60 días, tenía el boliche lleno de clientes que me llevaban cosas para vender”, contó. Reconoció que había una crítica situación económica y social a nivel país. “La gente se deshacía de cosas para comprar pañales, para pagar la luz y el alquiler”, recordó.

Así nació “La Romana”, de una desgracia con suerte: un negocio que gestó a otro. Y la familia y los orígenes italianos siempre fueron su norte, porque él mismo vivió su niñez en Italia, hasta los once años. A esa incipiente compra venta, Juan decidió ponerle «ese nombre «La Romana» en honor a su madre, nacida en esa ciudad.
“Las primeras 18 antigüedades que tuve eran 18 cosas que mi madre había traído de Italia”, contó. En un rinconcito tenía un anticuario y esos 18 objetos, ahora se transformaron en 50.000 artículos, según dijo entre risas. Poco a poco se enamoró del oficio de aprender todos los días algo nuevo.
El oficio de rescatar antigüedades: compra «casas enteras»
Juan Carlos también viaja a otras localidades a la caza de remates de residencias: cuando la mercadería es prometedora, él va detrás y se trae todo lo que puede.
“Hemos comprado casas enteras”, reconoció, con todo lo que hay adentro. “En casi dos años, habrán sido 40 casas”, contó uno de los empleados. Personas fallecidas, herencias sin acuerdo, hermanos peleados, miles de historias detrás de cada caso. “A Neuquén fuimos a buscar dos departamentos completos”, contó.

“Yo no compro el valor sentimental, compro la mercadería. Para ellos (algunos clientes) el sillón vale dos millones de pesos porque era de su abuela”, explicó Juan. Hace poco se vendió una vitrola. Y una de las antigüedades que más buscan son los vinilos, religiosamente ordenados en una estantería de la planta baja, para todos los gustos. La vajilla de porcelana y cristal también es una gran atracción.
El oficio de rescatar antigüedades: un comercio que es museo
A simple vista se podría decir que es un “cambalache”; porque también hay un sector de demoliciones, puertas, ventanas; sin embargo, entrar a La Romana es como visitar un gran museo de cultura general con distintas secciones. Hay hasta numismática, filatelia y alguna que otra obra de arte original.

Hay quienes compran, y también quienes solo se pierden en la curiosidad de caminar y viajar a otros mundos por un rato. Cualquier acumulador pasaría horas perdido en la infinidad. No hay inventario posible: hoy se venden 20 artículos y mañana entran 30, es incalculable el stock. Todo circula y recircula.
“Es impresionante la cantidad de gente que viene”, contó Juan. No solo de Roca, de Neuquén, Cinco Saltos y todo el Alto Valle. Hasta tiene un cliente de Puerto Madryn y hace algunos días hizo un envío a Buenos Aires.

En el último mes aumentó la demanda y una de las causas es la situación económica: tanto para vender y ganar unos pesos, como para comprar usado y a menor precio que en el mercado. Mucho de lo que vende es online a través de las redes sociales. “El 70% es venta online”, dice.
Así como recircula y se recicla la mercadería, las crisis económicas retornan. Con un dejo de tristeza, ahora Juan es quien le compra a esos comercios que cierran porque no pueden subsistir. Sus estanterías, mobiliario, los vestigios del negocios en quiebra. Lo bueno, es que siempre de lo viejo surge algo nuevo y además, es cierto: Nadie se salva solo.
Comentarios