En Neuquén, de las desprolijidades sacaron beneficios

La vieron y les salió bien. Cuando nadie apostaba al desierto de la Confluencia, hubo quien le bajó el martillo al remate de tierras. Años después, se las “canjeó” al gobierno municipal.

“De un error se aprende pero también se puede sacar una renta. Solo hace falta astucia y ambición”, dicen algunos de los que saben. Una frase que describe cómo llegamos a la capital de Neuquén. ¿Por qué? Hablamos de antes de 1880, cuando éstas tierras era un páramo de 1.300.000 hectáreas que nadie miraba. Ese año, los agrimensores Edgardo Moreno y Carlos Encima realizaron la mensura de las tierras para luego ser subastadas en remate público. No hay que olvidar que la Patagonia venía de la mal denominada “campaña del desierto”.

La medida se efectivizó en 1884 pero tuvo una serie de deficiencias que debieron ser resultas a posterior. “Las tierras habían sido calificadas para pastoreo, demostrando la falta de conocimiento acerca de la fertilidad del suelo y su aptitud para la agricultura”, dice un estudio realizado por el Grupo de Historia Social de la Universidad Nacional del Comahue.

Hay que recordar que en esos años, el paraje Confluencia no se vislumbraba con futuro. Pero alguien la vio. “La especulación fue tal vez el móvil más evidente que se presentó en la adquisición de las tierras de la futura capital. Recién en 1985, al conocerse que el tendido de las vías férreas llegaría a la Confluencia, se produjo una revitalización del interés por esas tierras”, dice el estudio.

Del total de lotes, un 60% se mantuvo en manos de sus propietario originales, el resto fue transferido, o una vez más rematado. Pero hubo terratenientes que la vieron. Uno de ellos fue Casimiro Gómez que no solo compró sino que aprovechó la poca visión de otros para quedarse con tierras a bajo costo.

En 15 años, las tierras se valorizaron en un 50%. Y así llegó este señor a ser uno de los tres dueños del territorio de la Confluencia. En 1904, con la decisión de trasladar a estos lugares la capital del Territorio del Neuquén, Gómez se hizo personaje ilustre. Es que la historia cuenta que donó las tierras para el asentamiento de la nueva capital. Y en parte es cierto, cedió 12.930 hectáreas para eso, pero el 70% de las acciones de su patrimonio seguían siendo de su propiedad.

Gómez que residía en Buenos Aires, mantuvo siempre vínculos con los poderes locales. Fue socio del gobernador Bouquet Roldán y “muy cercano” al presidente del Concejo Municipal, Abel Cháneton. Con este último logró un acuerdo para que la sociedad (Nueva España) que había conformado, “lograra el otorgamiento de préstamos del municipio, el pago regular de impuesto y tasas y la venta de lotes al municipio. Hasta 1919 esta sociedad desplegó un rol importante en la dinámica política y económica de la ciudad capital”, se lee en el estudio del Gehiso de la UNCo.

Con esta historia, el mercado inmobiliario no es cuestión de tiempos modernos. Neuquén Capital lo sabe.


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