Neuquén: de ciudad “chata” al edificio más alto

El hotel del Comahue fue el primer indicio de que la capital podía ser mucho más. Con 14 pisos desafió los aires. Pero además, fue reducto de resistencia contra la dictadura cívico militar del 76.

Durante muchos años, cuando los turistas llegaban a la capital de Neuquén sostenían que era una ciudad “chata” porque la mayoría de las construcciones eran de una sola planta y había solo un par de dos o tres pisos desparramados por toda su geografía.

Pero eso cambió cuando los andamios y estructuras de hierro comenzaron a darle forma a lo que desde 1971, se empezó a gestar como algo impensable: el edificio más alto. Era una esquina de pleno centro de la ciudad. En ese entonces la construcción que predominaba era la de la municipalidad de Roca y avenida Argentina. Los vecinos pasaban asombrados por la otra esquina viendo como una mole de hierros y cemento intentaba alcanzar el cielo.

Antes de eso, en ese lugar funcionaba el local de una empresa aeronáutica que lindaba con un patio que se caracterizaba por una imponente parra. Pero el 23 de septiembre de 1973 se inauguró con bombos y platillos, el hotel del Comahue, ubicado en la intersección de calle Alderete y avenida Argentina. Un edificio que se instaló como el gigante de la capital. Es que tenía 14 pisos y ascensores (tal vez fueron, según los registros históricos de la época, los primeros)

Durante casi tres décadas fue el más alto de Neuquén y muchos turistas y vecinos pedían subir hasta su piso más alto para poder aprecias la vista panorámica, que sin otras “moles” presentes se podía ver desde allí el río Limay hacia el sur con las bardas rojizas que ofician de límite entre las provincias de Neuquén y Río Negro y hacia el este, el río Neuquén, en todo su esplendor.

El hotel del Comahue fue construido por la empresa Sol Jet. En 1975 fue adquirido por el Sindicato de Luz y Fuerza. Funcionó como alojamiento turístico de varias personalidades.

Pero llegó la dictadura cívico militar de 1976 y todo cambió en ese lugar de lujo y categoría.
Así como se intervinieron los sindicatos, también el gobierno militar se apropió del hotel. La gestión de Jorge Rafael Videla a través de sus interventores provinciales, era quien definía los administradores del hotel. El trato era que de todo lo recaudado por las plazas ocupadas, dos pisos quedan para el régimen militar.

Fueron días oscuros entre esas paredes como en cada rincón de Argentina. Pero el hotel seguía funcionando a duras penas.

El respiro llegó, como para todos los argentinos, en 1983 con el retorno a la democracia. Pero el edificio estaba destruido y venido a menos. Los archivos dan cuenta que las alfombran eran “un conjunto de agujeros”, las cañerías perdían por todos lados y los detalles del estado podrían continuar. Pero la nueva administración se hizo cargo y hoy el hotel sigue siendo emblema de la ciudad. Aún cuando no reina como el más alto de la ciudad.


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