Eva Peña: cómo es vivir casi la mitad de la vida con la Ley de Identidad de Género

A diez años de su sanción, se realizaron 208 cambios registrales en la provincia de Río Negro. Uno de ellos fue el de esta joven trans de 18 años de Roca. Cómo fue el proceso y qué obstáculos se le presentaron en el camino para poder concretarlo. El balance el balance de las organizaciones de la disidencia sexual.

“Yo reivindico mi derecho a ser un monstruo/ Ni varón, ni mujer, ni XXY, ni H2O/ Yo monstruo de mi deseo, carne de cada una de mis pinceladas/ Lienzo azul de mi cuerpo, pintora de mi andar”, escribió la poeta Susy Shock y en ese reconocimiento identitario Eva Peña, una joven trans de 18 años, pudo ponerle palabra a su experiencia. Vive en Roca con su mamá y sus dos hermanos; está en el último año de la escuela secundaria nocturna, escribe poesía, es activista trans y militante política. Casi la mitad de su vida transcurrió con la ley de Identidad de Género, que hoy cumple 10 años, y sin embargo tuvo demoras y dificultades en acceder a los derechos que la ley protege. 

El 9 de mayo de 2012, el Congreso de la Nación sancionó la Ley 26.743 que establece que toda persona tiene derecho al reconocimiento de su identidad de género; al libre desarrollo de su persona y a ser tratada de acuerdo con esa identidad. Contempla que se podrá solicitar la rectificación registral del sexo, y el cambio de nombre de pila e imagen, cuando no coincidan con la identidad de género autopercibida. Desde la sanción y hasta el 30 de abril de este año, en Río Negro se realizaron 208 cambios registrales, 89 femeninos, 110 masculinos y 9 no binarios, según cifras oficiales. 

El momento en que Eva reconoció que la manera en la que se percibía era diferente a como la percibían los demás lo tiene guardado en su memoria con detalles precisos. “Estaba en quinto grado, en la casa de mi abuela y en el baño agarré uno de sus pintalabios. Era verde pero cuando me lo puse se transformó en violeta”. A partir de ese juego con un objeto casi mágico, pensó que si hacía eso en un lugar público no se iban a divertir como ella.


El camino de la identidad, de la casa a la escuela


A los 15, una profesora de lengua y literatura le acercó los versos de Susy Shok. A veces la poesía puede cambiar el mundo, a veces las palabras nos abren espacios. La escucha atenta y sin sentencias la impulsó a dar los primeros pasos. “Le había contado algunas dudas y ella me regaló el poema. Lo firmó y me puso ‘Siempre tenés que ser vos’. Cuando empecé a transicionar tuve muy presente esa frase. Si no me hubiese dado ese poema no hubiese investigado la palabra trans”, asegura. 

Contarlo en casa fue difícil al principio pero a medida en que pudo empezar a hablar fue logrando el sostén que necesitaba. Sus hermanos lo tomaron “bastante bien”. A sus padres les “costó un poco” pero después la respetaron y acompañaron. A su abuela de 80 años es a la única a la que le permite llamarla a veces con su nombre anterior. 

“Un día llegué a la escuela y le dije a mis compañeros y compañeras: ‘Me llamo Eva, uso pronombres femeninos’ y listo. Con los docentes fue distinto, me decían que tenía que hacer el cambio registral pero la ley no dice eso. Me tomé el trabajo de hablar con cada uno. Un profesor me dijo que no iba a aceptar mis prácticos con ‘nombres de fantasía’. Entonces no se los entregué más porque no iba a poner un nombre que ya no era el mío para poder tener una nota. El problema es tener que pasar una y otra vez explicando tu identidad, algo que nadie más explica”, asegura y ante semejantes muestras de hostilidad y de crueldad, en cierto punto, Eva decidió cambiarse de colegio. 

«Ya llevo dos años en transición, dos años siendo Eva”, afirma, “y que todos los días me llamaran con un nombre que no era el mío afectaba un montón mis sentimientos». Foto Alejandro Carnevale

El trámite de cambio de DNI: un largo periplo


El cambio registral tampoco estuvo exento de inconvenientes e implicó un largo periplo por distintos registros civiles de la ciudad. A los 16 intentó iniciar el trámite por primera vez y no lo pudo concretar hasta que cumplió la mayoría de edad pese a que la ley es muy clara al respecto. En el caso de personas menores de 18 años, indica que el trámite deberá ser solicitado a través de sus representantes legales y con la expresa conformidad del menor.  Si alguno se niega o no puede dar su consentimiento dice la ley qye “se podrá recurrir a la vía sumarísima para que los/as jueces/ zas correspondientes resuelvan, teniendo en cuenta los principios de capacidad progresiva e interés superior del niño/a”. 

Durante dos años, Eva fue de una oficina a otra con sus papeles y con indicaciones muchas veces contradictorias entre sí: que fuera con la madre, que tenía que ir con los dos progenitores, que se dirigiera al registro donde estaba el acta de nacimiento, que con una sola firma era suficiente, que necesitaba la autorización de un juez y que tener esa autorización podía llegar a tardar dos años. 

El último intento fue en septiembre del año pasado y como faltaba un mes para que cumpliera los 18 le pidieron que volviera en 30 días. “Fui dos días después de mi cumple, entré, llené una planilla y listo. Ciertas personas que trabajan en los registros civiles tienen resistencia a hacer los cambios registrales a menores de edad”, considera, “en especial cuando no están los dos padres, aunque la ley nos ampare. Que la norma diga una cosa y que los trabajadores otra, por lo menos es confuso. Dependemos de la buena voluntad y no debería ser así”. 

Cuando retrocede en el tiempo observa que la falta de avance en el cambio registral y los problemas en la escuela estaban teniendo una incidencia particular en su proceso identitario.“Ya llevo dos años en transición, dos años siendo Eva”, afirma, “y que todos los días me llamaran con un nombre que no era el mío afectaba un montón mis sentimientos. No podía estudiar de lo mal que estaba. Que respetaran mi identidad fue algo que me ayudó a mejorar en el estudio y en mi salud mental”. 

“Todavía escucho historias de compañeres que pasaron por que yo pasé hace cuatro años, por lo mismo que pasaron mis compañeras hace nueve y por lo mismo que pasaron nuestras referentes hace 15 o 20. Aunque haya una ley siguen ocurriendo un montón de situaciones; no en la misma medida, no con la misma fuerza pero siguen pasando”, advirtió. 

A los 16 intentó iniciar el trámite por primera vez y no lo pudo concretar hasta que cumplió la mayoría de edad pese a que la ley es muy clara al respecto. Foto Alejandro Carnevale.

10 años de Ley de Identidad de Género: el balance de las organizaciones de la disidencia


Desde 2010, la Asociación de Trans y Trabajdorxs Sexuales por la Disidencia Sexual (ATTS) nuclea al colectivo LGTBIQ+ de la provincia. Para Georgina Colicheo, integrante de la organización en Roca, el impacto mayor de la ley fue la visibilización y el reconocimiento. “Siempre existimos y resistimos pero salimos de la oscuridad para decir acá estamos, somos sujetas de derechos. Pudimos transitar de día, tomar un taxi, ir a comprar porque antes yo iba al almacén de la esquina y me detenía un milico por ser travesti. La ley fue un volver a nacer, con una identidad propia que siempre estuvo y nos permitió ser lo que cada una quería ser y no lo que querían los demás”, afirmó. 

La confección del documento acorde a la identidad autopercibida ha sido uno de los pilares de la ley porque consideró que “abre las puertas para otros derechos en la medida en que el DNI refleja quien sos vos. Aún hoy cuesta muchísimo pero nosotras tenemos un montón de herramientas para poder agilizarlo”, señaló. “Como pendiente queda un montón”, admitió.  

La ley argentina es muy avanzada, es la única que no patologiza la condición, que no te trata de enferma, y que permite a la vez poder hacer el cambio registral sin tener que haber pasado por un quirófano”, explicó. 

Pero está atrasada en lo concreto ya que “aún sigue habiendo obstáculos para un cambio registral”, apuntó. “Si vos naciste en Jujuy, y estás viviendo acá, tenés que viajar a buscar la partida de nacimiento para poder rectificarla», ejemplificó, «eso es un obstáculo que tarda meses y lo que estamos exigiendo hoy es que se agilicen los trámites porque si no te terminas acobardando y renunciando”. “Lo mismo pasa con los cambios registrales en menores de edad, ya que basta con la palabra del menor para hacer el cambio registral y eso no se está contemplando”, señaló.

Amira Cerda, activista trans de Cipolletti, consideró que la Ley de Identidad de Género “se ganó en las calles, poniendo el cuerpo”, que “contribuyó en perder el miedo y permitió el acceso a derechos básicos que nos negaron toda la vida como la salud y la educación plena”. 

“No es la primera ni la única de todas nuestras demandas pero dio el puntapié inicial para que hoy sigamos luchando para ser ciudadanas de primera”, agregó. Reconoció que a nivel personal tuvo “un impacto muy grande en nuestras vidas” pero que aún hoy se siguen vulnerando nuestros derechos y quedan muchos otros por conquistar. 

“Mi DNI lo hice después de que casi me matan”, contó Tamara Vázquez, sobreviviente y luchadora de Villa Regina de 52 años. Recordó que la noche en que fue violentamente agredida quedó tirada una hora en el suelo agonizando y que ni la policía ni la ambulancia iban a socorrerla. Tras la recuperación, una psicóloga y una asistente social le aconsejaron que hiciera el cambio registral y cuando lo concretó, hace ocho años atrás, se le abrieron muchas puertas. 

Consideró que “hoy todo cambió pero falta capacitar en las instituciones para que respeten tu género porque aunque tengas tu DNI a veces no entienden lo que es la identidad, no saben, y tienen que respetar nuestras vidas como sobrevivientes”. 

“Yo tengo un trabajo registrado y eso me hace felíz”, sostuvo, porque “la ley vino a confirmar que tenemos derecho a una vida, a formar una familia, a amar, y a una vejez trans; ese es el desafío a futuro: llegar a viejas porque hoy somos pocas”. 

Juan Carlos Lagos, referente de ATTS Bariloche coincidió en que «desde que salió la ley se ha logrado más igualdad, más conocimiento, comprensión y un poco menos de discriminación» pero «lo que falta es que los establecimientos educativos estén más informados y que haya más visibilidad en los medios locales, provinciales y nacionales».

«Tener acceso al cambio registral es muy importante porque nos podemos sentir más libres con nosotros mismos y ser llamados por nuestro nombre. Con respecto al cupo la provincia está en deuda con la comunidad trans. El municipio ha incorporado varias personas en esta ciudad pero hay muchas entidades en Bariloche que no respetan la ley», concluyó.


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