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Iglesia católica sin fondos del Estado: así reaccionaron obispos y curas de la región

La medida progresiva terminó de efectivizarse con la llegada del 2024. Referentes de Neuquén, Viedma y Alto Valle compartieron su parecer al respecto.

Las parroquias dependen de tu donación para poder abrir sus puertas y cumplir con su función pastoral”, dice la Conferencia Episcopal Argentina a través del sitio oficial del Programa FE (Financiamiento Eclesial). Es una mirada para la toma de conciencia social que hace un par de años la iglesia católica busca instalar en sus creyentes y que a partir del último plazo cumplido, va a ser más que necesaria para seguir activos. Desde el pasado lunes 1° de enero de 2024, la institución religiosa ya no recibirá más los aportes que le designaba el Estado Nacional para arzobispos, obispos diocesanos y auxiliares. Ahora, ¿cómo impacta la medida en la región? RÍO NEGRO salió a consultar a distintos referentes al respecto.

Se sabe que ya desde 2018 el obispo de Neuquén, Fernando Croxatto, se manifestó a favor de la separación de la Iglesia católica y el Estado. Cuando el reclamo por la apostasía, el aborto y la educación sexual se hicieron sentir, la máxima autoridad católica en la provincia habló de debates internos que ya venían incluso desde el año 2000 y que a su entender, le traerían a la institución mayor libertad, sobretodo de opinión, desde lo político y social. Hoy eso se hizo realidad al menos desde lo económico y en ese mismo sentido salió a opinar Rubén Capitanio, párroco jubilado que ejerció en la comunidad de “San Sebastián”, de Plottier. “No hay que tener preocupación porque no vayan a tener los recursos, a veces el temor es a perder los privilegios y en este sentido esto a la iglesia le hace mucho bien (…) para ser servidora de nuestro pueblo tiene que ser independiente de cualquier poder económico, político, social… y si se tiene que ubicar en un lugar es junto a los más humildes, porque así lo hizo Jesús de Nazaret”, agregó.

Foto: Andrés Maripe.

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Hace rato no dependen sólo del Estado. Según explicó, desde su lugar, el presbítero Juan Francisco “Paco” Flynn, de la capilla “Jesús Misericordioso”, “el mantenimiento de nuestras capillas es con el aporte de las ofrendas, que es exiguo, por eso las comunidades organizan otros eventos, como rifas, bingos y ferias, para poder pagar los gastos que tenemos, sobre todo en luz y gas. Es por eso que cada vez más tratamos de ir motivando a los católicos, tanto a los que participan en las celebraciones como los que no, para que puedan hacer también su aporte, por distintas vías, a través del programa que se llama Fe”, contó.

Derribando mitos y prejuicios de una iglesia cuyos sacerdotes viven una vida sin privaciones a costa de los feligreses, Esteban Laxague, obispo de Viedma, se mostró confiado y sin miedo a la austeridad. Si bien reconoció que el hecho de que el gobierno designe aportes para sostener las actividades de fe, habla de la importancia que le da a esa dimensión de la vida humana, la idea de tener que trabajar con “poco” ayuda a no perder de vista lo importante. “Bendita sea que tenga que ser una iglesia pobre, siempre somos pocos para el abundante trabajo que hay, pero siempre con la presencia de Jesús que nos anima, nos une, nos entusiasma, y también que cuida de que en el momento oportuno lleguen los obreros y el dinero que necesitamos”.

Las ramas dentro de la vida católica incluyen espacios de contención y promoción de una mejor calidad de vida, como la Pastoral Social y Carcelaria, la catequesis, la Pastoral Juvenil y Cáritas. Optimista, Laxague consideró que se está empezando “un camino nuevo” donde es trascendental la transparencia en el uso de los fondos y para eso están los consejos económicos de laicos. Desde su lugar, coordina la labor de pocos sacerdotes, entre el Valle Medio, la costa atlántica y la capital provincial, que sostienen su día a día como profesores, algunos que ya están jubilados y otros que reciben el aporte de su propia comunidad, sobretodo para mantener los vehículos con los que recorren barrios y parajes y para poder acceder a una obra social de salud. Cada parroquia envía también su aporte al Obispado, según sus posibilidades, completó.

“A mí lo que más me gusta es que en una iglesia donde haya madurado la solidaridad, la comprensión de lo que es la justicia social, la sensibilidad, hay que crecer en esto. Los fondos tienen que ir a los más marginados, sobre todo en espacios como la salud y la educación públicas”, agregó el vicario general del Obispado de Viedma, Enrique “Kiko” Lafforgue, hoy de licencia por tratamiento médico. “Yo viví por ejemplo tres años en Valcheta, donde la comunidad pequeña lo que aportaba apenas en zona fría, nos alcanzaba para el gas y la luz del templo, pero además allí es fundamental el coche o la camioneta, para llegar a Aguada Cecilio, Sierra Paileman, Chipauquil (…) siempre van a necesitar ayuda, pero esa ayuda tiene que provenir de la misma iglesia”, exhortó. Y sobre el anuncio de la CEA sostuvo que “es una oportunidad hermosa de equidad con la sociedad argentina que hoy la necesita mucho y una oportunidad dentro de la iglesia, de ayudarnos a crecer en la caridad y en el compartir”.

El Alto Valle vive una realidad compleja. Si bien RÍO NEGRO no logró dialogar con el obispo Alejandro Benna, integrantes de la diócesis hablaron de las necesidades que viven los grupos y sus curas, unos 20 actualmente en funciones. Algunos dictan clases en colegios privados, otros en públicos, pero a la mayoría se les dificulta buscar trabajo por la dedicación exclusiva que demanda la conducción de una comunidad, sin horarios y con imprevistos constantes. Lejos de renegar de la medida nacional, apuntaron a los fieles:

cuestionaron, por lo que seguirán apostando a la búsqueda colectiva de fondos.


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