Javier, el sacerdote de Bariloche que encuentra a Dios en las cumbres de las montañas
Javier Bonan es de Santa Fe, pero su amor por las montañas lo llevó a pedir el traslado a Bariloche donde vive desde hace 18 años. En la ciudad se convirtió en un referente para muchos adolescentes.
Javier Bonan lleva 25 años como sacerdote y 18 en Bariloche. Es oriundo de Santa Fe, pero tiempo atrás pidió el traslado al sur para estar en contacto con las montañas y salir a caminar. En 2007 fue asignado a la parroquia Nuestra Señora de las Nieves, en el barrio de Melipal, ubicada a solo 400 metros de la picada del cerro Otto. Toda una señal.
Desde entonces, no paró. Subió varias montañas de la región, como el Villegas, el Bella Vista, Goye, Ventana, Pontoneros, Challhuaco, Blanco, Ñireco, el Pico Argentino en Tronador -en varias ocasiones- y, hasta el Pico Internacional. Incursionó en escalada en las torres del Frey y en el esquí de travesía en el cerro López, incluso en el Lanín.
«Los deportes de montaña me conectan con la presencia de Dios. Allá arriba siento que es más fuerte o más fácil encontrarlo. Esas horas de caminata en silencio hacen mucho bien. Por lo general, voy acompañado y lo más lindo es el abrazo de cumbre, algo muy profundo«, comenta el sacerdote.

Bonan logró concretar el desafío de las «10 cumbres más altas de Argentina», un proyecto que inició con dos amigos cuando vivía en Santa Fe. En 2017 alcanzó la cumbre del volcán Llullaillaco en Salta. También la del Tupungato, en Mendoza. «Son expediciones que duran quizás 15 días porque son montañas que están por arriba de los 6.500 metros y son de difícil acceso. Más de una vez, no se logró la cumbre y hubo que volver a intentarlo», señala y pone como ejemplo, el Aconcagua: «Quizás sea de los más fáciles porque hay toda una estructura armada con caminos bien marcados. Recuerdo el cerro Tres Cruces , en Catamarca, con accesos complejos poco transitados y poca información. Fuimos en seis ocasiones y solo dos veces llegamos a la cumbre. A veces el clima no acompaña y en esos lugares no hay señal».

¿Lo que genera más disfrute es alcanzar la cima o el proceso anterior? «Al estar muchos días caminando, uno puede meterse muy adentro. Pero además, esos paisajes maravillosos te hacen sentir la inmensidad del lugar y lo pequeño que uno es», resume.

No solo la montaña figura en la lista de prioridades de Bonan. Entre sus tareas como sacerdote, se convirtió en un referente para muchos adolescentes de Bariloche. Reconoce que tiene facilidad para escucharlos y comprenderlos.
«Cuando uno es joven, vive en una turbulencia sin rumbo. Yo tuve la bendición de haber estado en un grupo scout en una parroquia donde nos acompañaba un sacerdote. Fue como un faro porque siempre tenía un consejo, una palabra. Pensé que me gustaría seguir ese mismo camino con otros adolescentes«, advierte.

El Grupo Scout está destinado a chicos de 7 años a 21 años que se reúnen los sábados por la tarde. Esos encuentros finalizan con una misa poco tradicional. Sucede que muchos de los chicos son apasionados de la música y armaron un coro al que le ponen su impronta.
«Los jóvenes no se mueren de ganas de ir a misa, muchas partes son muy estáticas y eso no atrae mucho a la juventud, pero le buscamos la vuelta para que se sientan cómodos», describe el sacerdote. Menciona que «la música le pone una fuerza extra a esta misa y la vuelve más atractiva. Uno de los chicos toca la guitarra eléctrica y hace arreglos y, otros tocan la guitarra criolla, un cajón peruano y la armónica. Algunas canciones tienen una especie de coreografía que a los más chicos le divierte mucho».

Después de la misa, se genera un espacio de charla y reflexión sobre diversas inquietudes que los mismos jóvenes plantean y preparan durante la semana anterior. «Son problemáticas adolescentes vinculadas a la relación con los padres, las amistades o el consumo problemático de alcohol o drogas. Todo termina en una juntada en alguna casa donde cocinan, se divierten jugando a las cartas y tocando instrumentos. Son reuniones sanas en las que no se fuma ni se toma alcohol. Incluso se trata de no usar el celular para estar más conectados», describió.
Bonan consideró que cuando los chicos están motivados, «hacen cosas maravillosas. Los adolescentes buscan un espacio de pertenencia que no esté relacionado a su casa, su familia, su colegio. Un lugar donde se sientan cómodos y escuchados. Muchas veces, ese espacio se los da el deporte, pero no a todos les gusta».

Sobre los encuentros, consideró que permiten una reflexión y «una mirada espiritual. Para la mayoría de los problemas, la fe tiene alguna una palabra de aliento. Jesús habla de los vínculos con los padres, los amigos y muchos problemas que nos toca atravesar. Los chicos encuentran a Jesús en estas reuniones y es una manera de descubrir que la fe, más allá de la religión, la tenemos todos«.
«¿Y cómo afronta el desafío de acercar a los chicos a la iglesia que tan distante parece estar de las problemáticas actuales?», se consulto. «Es real. Hablamos de una institución de más de 2.000 años. En esa historia, hay tradiciones importantes, pero algunas quedaron en otra época. Es cierto que en algunos aspectos, no responde a las problemáticas actuales«, consideró.
Puso como ejemplo que «Jesús no habló de celulares ni de internet porque, en época, no existían. Pero nos orienta en el buen uso de las cosas que tenemos. De las cosas que abusamos y nos provocan daño. De tener una herramienta que nos ayude o nos esclavice. En algunas cosas, a la iglesia nos cuesta adaptarnos a los cambios. Pero buscamos acompañar«.

Javier Bonan lleva 25 años como sacerdote y 18 en Bariloche. Es oriundo de Santa Fe, pero tiempo atrás pidió el traslado al sur para estar en contacto con las montañas y salir a caminar. En 2007 fue asignado a la parroquia Nuestra Señora de las Nieves, en el barrio de Melipal, ubicada a solo 400 metros de la picada del cerro Otto. Toda una señal.
Registrate gratis
Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento
Suscribite por $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora
Comentarios