Las manos de Vero: la artista de Neuquén que inmortalizó a Azul Semeñenko

La tatuadora y activista de Neuquén utiliza su herramienta, el pincel y el lápiz, para rendir homenaje a las víctimas de femicidios y violencia de género. La obra de Verónica Tortosa capturó la esencia vibrante de Azul en un mural que ahora simboliza la unión y resistencia de sus compañeras en el CAV.

“Hola Vero”, la reciben entre abrazos y sonrisas las trabajadoras del Centro de Atención a la Víctima (CAV). Al abrir la puerta, a la derecha, entre colores surge la imagen de Azul Semeñenko, inmortalizada por las manos de Verónica Tortosa, la artista que aporta a la lucha feminista retratando a las víctimas en Neuquén.


Su herramienta no es el pincel y el lápiz. A través del arte canaliza la bronca, el llanto y la sensibilidad que le provocan las injusticias sociales, transformando el dolor en memoria tangible.


Antes de retratar a Azul, Vero colaboró en otros proyectos significativos como el homenaje a Luciana Muñoz, la joven que permanece desaparecida desde el 13 de julio de 2024. Para Luciana, Vero talló su rostro en una madera que está ubicada en el lugar donde la vieron por última vez. Además, pinto un mural en el CPEM 76.


Su historia con Azul Semenenko es quizás más personal. Vero conoció a Azul antes de su transición como mujer trans, cuando eran vecinas en el barrio Confluencia. Con el paso del tiempo la perdió de vista.
El reencuentro fue un shock devastador. La foto de una compañera desaparecida la detuvo en seco. “Hay caras que no se te van. La miraba, la miraba y digo: ‘la conozco, de algún lado la conozco’. Hasta que caí quién era”.


A partir de ese momento, la necesidad de acompañar fue una urgencia artística y humana. En el velorio, le entregó un retrato a la madre de Azul. “Cuando lo agarró me quebré porque le empezó a dar besos”, relató.

El mural de Azul Semeñenko recibe a quienes asisten al CAV en Neuquén. (Foto: Cecilia Maletti).


Un mural móvil para Azul



“Yo uso esta herramienta tanto para la militancia como para mi vida personal, pero con Azul me pasó algo distinto, necesitaba hacer algo, algo que sea visible. Así salió el proyecto”, relató Vero.


Decidió pintar un mural, pero con una particularidad: tenía que ser transportable. Pensó en la posibilidad de que el CAV, el último lugar en el que trabajó Semeñenko, tuviera que trasladarse del edificio sobre Don Bosco 255 en algún futuro y quería que “Azul las acompañe”.


Este mural móvil se convirtió en un receptáculo de las palabras y sentimientos que las compañeras y el hermano de Azul compartieron en el velorio. “Escuché y retuve cada palabra. Mientras hablaban iba dibujando”, señaló.


Con cada detalle quiso retratar la personalidad de Azul, la mujer alegre y vivaz que describen sus amigas. Pintó burbujas porque sentía que la acompañaba, dibujó las mariposas que las compañeras habían colocado sobre el cajón y la bicicleta, el transporte que utilizaba Semeñenko para ir a trabajar y moverse de un lugar a otro en Neuquén.


“Los colores de las banderas son por su segundo nacimiento, como dice su mamá, por su decisión de género que hoy es visible y muchos no conocíamos. Quise dar esa sensación de desprenderse, porque somos materia y somos energía”, enfatizó.


Para capturar la esencia de una persona, Vero busca la transparencia en la mirada y el gesto de la boca. Mientras pintaba a Azul, puso música que a ella le gustaba para sentirla a su lado. “Muchos días la sentí como que me estaba acompañando y pinté burbujas porque se me representaba así. Los primeros días que el mural no estuvo en casa lo extrañaba. Me faltaba”, contó.


Tortosa es retratista. Su método es solitario e íntimo, bajo un torbellino de emociones. “Cuando terminé de pintar a Azul me senté a mirarla desde lejos y rompí en llanto, no lo pude controlar”, recordó.
Vero se reconoce como una persona sensible y vergonzosa. Lo que no puede expresar con palabras, lo grita con el pincel. “No tengo mucha voz, entonces a través del dibujo o la pintura es mi forma de decir lo que siento.”


Para ella, materializar a las víctimas en una imagen es mantenerlas vivas. Su fe en el arte es absoluta: “Mientras el arte se mantenga vivo, yo creo que va a haber memoria”.

El retrato que Vero le entregó a la mamá de Azul en el velorio. (Gentileza).

El arte como modo de vida y transformación social


Verónica Tortosa es una artista multifacética y comprometida, oriunda de Ingeniero White y residente en Neuquén desde hace 18 años. Su arte, que abarca desde la pintura y el retrato hasta la escritura y el tatuaje, es una poderosa herramienta de expresión y militancia.


Con más de 19 años de experiencia en el mundo del arte y el tatuaje, Vero ha desarrollado una trayectoria dedicada a la expresión visual como medio de comunicación y resistencia frente a la violencia de género y las injusticias sociales.


Afirma que es “difícil vivir como artista”, pero no se imagina otro modo de vida. Para Vero es mucho más que un oficio, es una forma de conectar con la comunidad y ofrecer apoyo a quienes más lo necesitan. Pinta historias, pinta el dolor colectivo y pinta la esperanza de que la memoria nunca se detenga.

“Azul presente”: una huella permanente en el CAV


Azul Semeñenko nunca faltaba a trabajar en el CAV. Por eso, su ausencia generó una alerta inmediata cuando no se presentó el 25 de septiembre. El 15 de octubre encontraron su cuerpo en el barrio Valentina Norte Rural.


Su presencia física ya no está, pero la huella que dejó Azul es permanente. Su recuerdo está en cada cartel y afiche sobre las paredes del edificio de Don Bosco al 255, pero sobre todo quedó grabado en un gran aprendizaje: “Ahora nos miramos más”.

Azul Semeñenko presente. (Foto: Cecilia Maletti).


Su compañera Juliana Calvo señaló que la búsqueda de Azul las obligó a cerrar las grietas, las divisiones internas, para unirse y enfocarse en encontrarla.


Cuando hallaron el cuerpo, el dolor se convirtió en fuerza para luchar y exigir que el transfemicidio no quede impune. Días después, el Ministerio Público Fiscal de (MPN) Neuquén imputó a Roberto Daniel Sánchez, quien aguarda por el juicio en prisión preventiva.


A dos meses del crimen, el escritorio de Semeñenko se convirtió en una especie de santuario. Allí se sienta todos los días a trabajar Mari. “Se siente tristeza, impotencia. Era una buena compañera”, remarcó. Sin embargo, esa bronca se va transformando, de a poco, en “resiliencia”.


Calvo recalcó que se contienen entre todas frente al duelo. A muchas compañeras les hacía mal ver la foto de Azul en cada rincón del CAV, por lo que decidieron conservar su imagen en lugares específicos.
Uno de esos sitios es la entrada, donde se encuentra el mural de Azul que retrató Vero. Allí quedó plasmada su mirada, mirada que aún las acompaña.


“Es ella”, resaltó Rosana. “Se la extraña”, agregó Alicia. Junto a Gloria, las tres atienden la recepción frente al cuadro que materializó su esencia: colorida, divertida, “siempre de acá para allá con sus auriculares”.
“Azul Semeñenko presente, ahora y siempre”, gritaron sus compañeras para el 25N, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Y esa es la energía que se percibe en el CAV.


Junto al mural, una carta de despedida por parte de Rosana completa la imagen: “Que tu memoria inspire que nunca más se apague la vida de nadie de esta manera”.


“Hola Vero”, la reciben entre abrazos y sonrisas las trabajadoras del Centro de Atención a la Víctima (CAV). Al abrir la puerta, a la derecha, entre colores surge la imagen de Azul Semeñenko, inmortalizada por las manos de Verónica Tortosa, la artista que aporta a la lucha feminista retratando a las víctimas en Neuquén.

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