Legión Neuquina de canotaje, amor eterno al río y a la Regata
Los representantes neuquinos hablan con orgullo de su condición de palistas y serán parte de la Regata 2026. Diario Río Negro anunciará en breve un trabajo especial por los 50 años.
Ricardo Balboa busca en la memoria y echa a rodar sus recuerdos junto al río y en aquellas duras Regatas, plenas de esfuerzo y superación. Intenta cerrar en una frase aquel sentimiento, pero su voz se quiebra y la emoción, que no avisa cuándo ni cómo, le impide seguir.
Es nada más ni nada menos que una expresión manifiesta de una persona para el cual el río es su casa y el canotaje su religión. Tanto para él como para todos los palistas de todas la edades que se juntaron en el club El Biguá, para hablar de qué está hecha la Legión Neuquina de Canotaje y de cómo, a través del tiempo, se construyó el lazo indestructible que los une a la Regata del Río Negro.
“Nosotros nos criamos con la idea que te recibías de palista, de remero, cuando hacías la Regata. Íbamos a las carreras locales, a otras competencias, pero la Regata significaba la universidad del canotaje en la Patagonia. Correrla y cumplirla, aunque sea una vez, te daba el título de remero para andar por el barrio con la medalla de que habías llegado”, asegura Mariano Mansilla, personaje clave en el armado de este grupo que nuclea al canotaje provincial.
La Legión Neuquina es una asociación libre de palistas, muchos de ellos con décadas dentro de la disciplina, que se decidió a darle un impulso al canotaje local “para que no sea una suma de individualidades. La idea fue organizarnos de una forma más libre, con todos los clubes y todas las escuelas de canotaje para apoyar a los jóvenes valores y fomentar lo ha sido siempre un deporte de bandera en nuestra provincia. Desde Juan de la Cruz Labrín o Sergio Mangín hasta Franco Balboa, por nombrarte algunas de las estrellas que hemos tenido”, agrega el abogado Mansilla, quien fuera vicepresidente de la Legislatura de Neuquén y férreo defensor del acceso público a las costas de los ríos de la provincia.
“Nadie defiende lo que no conoce. Y nosotros éramos jóvenes privilegiados en eso de andar por los brazos de los ríos, remando, andando en canoa o arriba de un tronco. Eso no se puede perder”.
Se respira espíritu de club en la confitería de El Biguá. Allí es el encuentro con los integrantes de la Legión, y como para representar el pasado y el presente glorioso del canotaje neuquino, Aníbal y Joaquín Fernández, padre e hijo, se suman a la charla con Diario Río Negro.
“Mi papá fue el que me metió en este deporte. Toda la vida estuve arriba de un bote, la primera vez que me subí a uno creo que fue a los 4 años. Me encantaría correr la edición de los 50 años, sería mi tercera regata”. Las ganas de ser parte se reflejan en la cara de pibe de Joaquín, que el año pasado terminó como el mejor quinto palista junior en el Mundial de Croacia.
Su padre Aníbal fue gran protagonista en la Regata del Río Negro en las décadas del ‘80 y ‘90. “Yo empecé corriendo en el año ‘86. En la época nuestra no existían los botes travesía como ahora. Eran todos K2 olímpicos. Había también K1, pero los K2 eran muchísimos más. Yo me crié también en el río. Eramos pibes y tuve la suerte de conocer en ese tiempo a Juan (Labrín), a Ricardo, con quien tuve la suerte de compartir un bote y correr la Regata. Son cosas que uno no se olvida. Pero sí, nosotros nos criamos prácticamente en el río”.
Para el padre de Franco y Dardo Balboa, bicampeones de la travesía, los tiempos de la Regata larga de 11 etapas eran los mejores. “En la regata larga uno aprendía un montón de cosas. El esfuerzo es el que te motiva a que puedas mejorar en la vida y remando también. Tuve la suerte de poder participar en una teniendo 24 años, y había que prepararse muy bien para correr una prueba como esa”.
Antes de la despedida, Mariano deja una reflexión. “Corre la Regata es decir: ‘soy palista’. Porque no existe la escuela de canotaje que te dé el título. El título de remero se obtenía si vos llegabas al final de la prueba. Por eso la emoción de la llegada a Viedma, que es la de todos los que hemos tenido la posibilidad de ser remeros”.
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