Regata de la eternidad, medio siglo de historia y coraje
La aventura sesentista de tres jóvenes audaces que unieron Neuquén y Viedma por el río, le dio forma a una prueba que supo atravesar el tiempo. Diario Río Negro prepara algo especial para conmemorar las 50 ediciones de la emblemática travesía.
Las historias, sin importar si son cortas o extensas, se pueden comenzar a revivir desde un hecho significativo, también a partir de un suceso glorioso que sirva como disparador o desde un final que evoque y celebre el camino recorrido. Para rememorar la Regata del Río Negro indefectiblemente hay comenzar por el principio, porque en su génesis está todo lo necesario para que una buena historia pueda ser contada.
De la aventura de tres locos sin temor a nada, habla esta semblanza. En 1964, Alberto López Kruuse, Oscar Sanguinetti y Néstor Gómez, arriba de un bote doble par alemán, unieron Neuquén a Viedma por el río Negro con la intención de trazar el recorrido de una competencia náutica.
Los jóvenes amigos que tenían al Club Náutico La Ribera de Viedma como su segunda casa, le dieron vida a una prueba que supo atravesar el tiempo y que en enero próximo celebrará 50 años de coraje y pasión hecha canotaje.
Los años dorados que se conmemorarán no son calendarios. De hecho la primera Regata se corrió en febrero de 1965, la segunda en 1967 y a partir de ahí de manera ininterrumpida hasta 1976. Luego del golpe militar en marzo de ese año, la travesía quedó en pausa hasta 1985 y desde ahí hasta 1995 se disputó con normalidad.
Luego de dos años sin acción, la prueba cambió su formato y reapareció en 1998 con siete etapas y un día de descanso, tal como se la conoce hasta ahora. Así las cosas, en enero del 2026, será el tiempo de las 50 las ediciones de la Regata más larga del mundo.
Los veinteañeros Kruuse, Sanguinetti y Gómez tuvieron un espejo dónde mirarse antes de emprender el viaje iniciático y transformador que daría origen a la Regata. Tres décadas atrás, más precisamente en 1933, el viedmense Oscar La Palma y el barilochense Enrique Rietchart, unieron sus ciudades al navegar las aguas de los ríos Limay y Negro, desde la cordillera a la Comarca en un tiempo de 114 horas.

Regata del Río Negro, el comienzo de todo
El tío de Sanguinetti era vecino de la familia López Kruuse. Alberto y Oscar se hicieron amigos y a la vez lo eran de Néstor Gómez, compañero de primaria de Oscar, y hermano de Jorge que ganó dos Regatas, las del ‘67 y ‘68 junto a Jorge Destéfanis.
Los tres amigos eran integrantes del Náutico La Ribera, cuyo presidente en aquellos primeros años de la década del ‘60 era el ingeniero Mandolesi. El secretario de Turismo de aquellos años, de apellido Tirabasso, le pidió al dirigente organizar una regata de veleros que unieran ida y vuelta Viedma con San Antonio Oeste para fomentar el turismo náutico.

El problema era que en Viedma no había prácticamente veleros. El canotaje era lo más factible porque “nosotros a los botes los hacíamos con cuatro maderitas, dos metros de lona y pintura”, rememora Alberto López Kruuse cuando Diario Río Negro lo entrevistó hace un tiempo. “Le propusimos entonces a Mandolesi y a Tirabasso trazar una prueba de Roca a Viedma. En principio era desde Roca”.
“En esos tiempos acá había un aserradero, que nos daban los descartes donde hacíamos los largueros, y con los cajones de manzanas armábamos las cuadernas. Después a una lona o sábana firme, se la pintaba con aceite de lino y esmalte sintético. Con eso salíamos a navegar…”, agrega Oscar Sanguinetti.
De hecho, todas las embarcaciones que tomaron parte de la primera edición de la Regata Neuquén-Viedma, así se llamaba originalmente, eran de lona. Los primeros ganadores fueron los neuquinos Oscar ‘Chacho’ Focarazzo y Oscar Roza.

La idea le pareció fantástica a los dirigentes y una tarde del verano del ‘64 los tres amigos se largaron desde Neuquén hasta Viedma “a la buena de Dios”, como afirma Alberto. La gente le decía que estaban locos, cómo se les ocurría que podían hacer una Regata a lo largo de todo el río Negro cuando en esos años sólo existía un balneario: Apycar de Roca. Así es la primera parte del capítulo inicial de esta apasionante historia que Diario Río Negro honrará con un hecho inédito y trascendental, y que próximamente develará.

Las historias, sin importar si son cortas o extensas, se pueden comenzar a revivir desde un hecho significativo, también a partir de un suceso glorioso que sirva como disparador o desde un final que evoque y celebre el camino recorrido. Para rememorar la Regata del Río Negro indefectiblemente hay comenzar por el principio, porque en su génesis está todo lo necesario para que una buena historia pueda ser contada.
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