Los cambios de hábitos de la clase media para llegar a fin de mes

Hay nuevas estrategias en la economía familiar. Los recortes arrancan por el esparcimiento, hacen relevamientos de precios y optan por segundas marcas. La inflación, genera estrés.

“Me sobra mes al final del sueldo” reza el refrán que muchos postean en las redes sociales. Recortes en comidas, salidas y en los servicios menos indispensables. Cuentas y más cuentas para ver la manera de achicar gastos. Llegar, sin la soga al cuello, a fin de mes se volvió todo un desafío también para la clase media del que muy pocos logran escapar.

Tiempo atrás, Carlos Antilef solía unificar todas las compras del mes en el supermercado. “Las verduras aumentaron tanto que haces un relevamiento de las verdulerías con mejor precio. Lo mismo con los maples de huevos porque podés llegar a tener una fluctuación de 500 pesos”, explica.

Reconoce también que meses atrás, solía salir a cenar junto a su familia. “Ya no se puede. La última vez que salimos, gastamos 10.000 pesos y no comimos nada despampanante. Comprábamos helado habitualmente. Ya no. Y se acabaron los viajes cortos de paseo a La Angostura, San Martín de los Andes o a Chile. Ni hablar de lavar el auto: sale como 10 mil pesos”, agrega.

Muchos empleados públicos optaron por dejar de pagar prepagas para volver a la obra social Ipross.

Andrea Ballesteros admite que ya no compra lácteos porque los prepara ella misma. Las primeras marcas quedaron en el olvido. Suele hacer una compra grande en un mayorista y luego, reparte entre la familia. Y para ahorrar en huevos, se compró dos gallinas que ponen un huevo por día. ¿Qué prioriza en su caso? El colegio privado de sus hijos.

Mirta Castro confiesa que, en su familia, ya no comen carne como solían hacer. “Asado sale una vez al mes. Tampoco salimos a comer afuera o a tomar algo -solo ocasionalmente-. Los gustitos van disminuyendo. Y ni hablar de programar un viaje”, señala.

Guillermo Pérez Gallinger, profesor de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Río Negro, recuerda que, durante todo el año pasado, la inflación fue de un 95%. Los sueldos del sector privado aumentaron en promedio un 94% y el sector público empató, con un incremento del 100%. Los más complicados resultaron los trabajadores del sector privado que no están registrados.

“Se estima que la variación interanual durante el 2022 fue del 65% y el dólar blue tuvo una variación del 67%, con lo cual hubo un retraso. Lo que sucede ahora es que el salto del dólar se ve reflejado directamente en muchos precios. El efecto real en el bolsillo es superior”, puntualiza. Y agrega: “Como la actualización salarial está desfasada, a mayor inflación más se siente el efecto hasta que los salarios se acomodan. Si ganás 100 con una inflación del 50% y, recién a los 5 meses te actualizan el sueldo, hay un desfasaje de cuatro meses con la inflación”.

A mayor pérdida del poder adquisitivo, el nivel de compra es menor. Es una premisa básica. Pérez Gallinger considera que los argentinos tienen buen entrenamiento en períodos de inflación: “Los grupos de ingresos más bajos, saben que tienen que gastar el dinero en seguida. Deben stockearse porque lo que compran por 10, mañana cuesta 11. Hay mayor gimnasia en los consumos inmediatos cuando se dispone del dinero”.

“Los sectores medios -acota- suelen dejar de lado consumos más superfluos; mientras que los grupos de ingresos bajos se ven afectados de manera más directa por los consumos más asociados a la calidad de vida per se. Todos los bolsillos se ven afectados”.

El economista pone como ejemplo las últimas temporadas turísticas en Bariloche. “A quienes podían viajar al exterior, ahora les resulta más oneroso y optan por viajes domésticos. Otro ejemplo es el paso Cardenal Samoré. Hubo épocas en que los malls de Chile estaban llenos de argentinos y ahora en los supermercados argentinos se ven muchos vecinos chilenos”, acota.

Tachar de la lista

En el último tiempo, Carla Díaz suprimió las salidas a comer afuera con su familia. También eliminó el cine y dio de baja DirectTV. Desistieron de sacar el pase anual de esquí, tal como hicieron los últimos diez años. “Tuvimos que vender uno de los dos vehículos que teníamos al no poder mantenerlo. Con la devaluación, el sueldo se depreció a menos de la cuarta parte de lo que ganábamos hace 10 años por el mismo trabajo”, resume.

A la hora de comprar, Florencia Schiavone prefiere las segundas marcas y los días de promociones.
“Como vivo en el oeste, trato de concentrar muchas actividades en el centro para no gastar tanto en nafta al ir y venir. Mi hijo se va dos días a la casa de un compañero después del colegio para ir juntos a fútbol después. Me ahorro ese viaje”, dice.

Magalí Villarroel es jubilada y advierte que ya no puede darse el lujo de ir al centro o a la calle Onelli a pasear para no gastar en colectivo. “Esta situación me hace acordar al gobierno de Alfonsín. A la mañana comprábamos a un precio y a la tarde, más caro. Hace muchísimo que no me compro ropa. Trato de tomar el colectivo solo cuando necesito. Se supone que los jubilados pagamos la mitad, pero de luz me llegaron 9 mil pesos. ¿Cómo hacemos?”, pregunta.

La pérdida del poder adquisitivo, los recortes y las prioridades generan un alto nivel de estrés difícil de sobrellevar.

El licenciado en Psicología, Ariel Torres, advierte que “estos cambios constantes generan una gran incertidumbre. Ponen en jaque los recursos que uno tiene a nivel económico, cognitivo y emocional. Las personas que menos recursos tienen son las más desfavorecidas”.

Comparó la situación económica con la pandemia: “Lo que más se observaba era inestabilidad: no sabíamos qué iba a pasar. La situación a nivel económico genera este tipo de estrés”.

“Puedo decidir cambiar de hábitos de alimentación o levantarme más temprano porque merezco una vida más sana. Pero puede pasar al revés: tengo que cambiar de hábitos o actividades porque ya no se puede. No surge del deseo sino de la necesidad”, describe.

Torres admite que muchos pacientes le expresan su cansancio: “Tengo que hacer más cosas para lograr los mismos resultados. Eso genera un estrés terrible. No siento progreso sino que el esfuerzo es mayor. Me genera malestar no tener la vida que tenía antes. No poder darle a mis hijos lo que les podía darles antes”.

Los recortes empiezan por el esparcimiento y el ocio. “Partís de ahí hacia otras cosas que también son importantes, como hacer una actividad deportiva. Uno la puede hacer de manera personal, sin tener que ir a un establecimiento deportivo. Poco a poco se van recortando ese tipo de gastos”, especifica Torres.


Adherido a los criterios de
Journalism Trust Initiative
Nuestras directrices editoriales
<span>Adherido a los criterios de <br><strong>Journalism Trust Initiative</strong></span>

Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios