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Neuquén y sus hornos de cal con la roca madre de la barda

Se encuentra en cercanías del barrio Rincón de Emilio. Allí se realizaba una producción ancestral que data de 10.000 años. Hoy es un sitio arqueológico de gran valor.

La ciudad de Neuquén guarda tesoros a lo largo de toda su geografía. Hoy nos vamos a ocupar de un lugar que descubrió Federico Navarro, al recorrer la barda neuquina.

Allí en toda su inmensidad, en cercanías del barrio Rincón de Emilio, se encuentra un ancestral horno de cal, que transformaba la roca caliza en cal viva, uno de los primeros conglomerantes descubiertos por el hombre. Se encontraron vestigios de su empleo en yacimientos de más de 10.000 años de antigüedad. “Hasta principios del siglo XX constituía el principal material utilizado en la construcción”, dice el cartel que demarca el sitio arqueológico de la capital neuquina.

Estos hornos no eran para nada sofisticados, aunque si el proceso de producción. Un hueco en la barda, la materia prima que ofrecía la naturaleza a granel y luego solo paciencia para esperar los tiempos.
Las tareas preparatorias y la quema demandaban entre 8 y 10 días, el enfriamiento de la carga otros 7 días.

Todo comenzaba con la limpieza del horno, al que se le quitaban los restos de la horneada anterior. Se recubría el horno con una capa de arcilla sobre la pared interior. Se recolectaban arbustos para leña, dejándolos secar por varios días. Había que seleccionar las rocas calizas por su color, tamaño y posibilidad de traslado.

Posteriormente, la roca caliza se apilaba en el horno, “dejando el centro libre para generar el espacio para el fuego y soportar la carga superior. El calero completaba la carga con roca caliza desde la parte superior del horno”.

Para lograr transformar la roca caliza en cal viva se utilizaba como combustible arbustos secos porque formaban mucha llama y poca ceniza. “Por varios días el calero alimentaba el horno a temperatura constante”.

Finalmente, se cerraba el horno por una semana, dejando enfriar la cocción. La bóveda de roca caliza se transformaría en cal viva, perdiendo un 30 a un 60 por ciento de su peso y rompiéndose fácilmente. El calero retiraba el producto del horno y lo guardaba en contenedores con tapa para que el mismo no absorba humedad.

La cal es uno de los productos más versátiles por su empleo en distintos sectores, no solo se usa en la construcción sino también, en la siderurgia, metalúrgica no férrea, industrias químicas, fabricación de azúcar, papel, fertilizantes, nutrición, vidrio y protección ambiental, tanto atmosférica como depuración de aguas.

Sin embargo, hay un dato que consta en la carteleria que merecerá más investigación. “Según datos de investigadores regionales, la técnica constructiva no es la empleada en la zona, lo que le otorga un valor particular al horno de cal”.

En 1996, el subcomisario de la Policía de Neuquén, Sergio Alveal, fue quien encontró los restos de las “caleras”. En su momento fueron dos, preservándose solo una en la actualidad. Debido a su hallazgo, el sitio es conocido arqueológicamente como “Sitio Alveal”.


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