«No hay latido»: cómo enfrentan las mujeres en Neuquén las muertes gestacionales y el duelo

La "ley Johanna" establece los procedimientos para garantizar que el sistema de salud brinde contención, cuidado y acompañamiento a las familias. En la provincia los hospitales tienen guías para orientar la atención.

Sólo mi cuerpo y yo pudimos conocer a Mar y a Cayetana. Con Mar pasó a los tres meses. «No hay latido», dijo el ecógrafo. La médica me explicó que le pasa a muchas mujeres, me preguntó por mi entorno, y sí, la estadística coincide. Dos amigas, tres primas, mis tías, mi abuela, compañeras de trabajo. Pensé mucho en ellas, cuanto silencio habían tenido para tanto dolor. Me dieron licencia, pero pronto «mejor volver a trabajar, para no pensar todo el día en esto». La lógica capitalista del trabajo que sana y volví sin cabeza para pensar. Hasta que me convencí que tal vez «por algo pasó». Eso fue en octubre de 2021.

La médica recomendó expulsarlo de manera natural. Había tenido a mi primer hijo por cesárea, no sabía lo que era una contracción y no imaginaba tanto dolor físico. Siguieron tres meses de sangrado, no había salido bien. Cada 15 días llegaba a un consultorio lleno de panzonas felices. Cerca de navidad la indicación fue: «es mejor hacer un legrado». No volví más y en enero se cortó la pérdida.

Cayetana se notaba, la sentía moverse, hablábamos por la noche. Fue en el quinto mes de embarazo, diciembre de 2022. Ella todavía duele tanto. Cuando uno pierde a su bebé llora, se pregunta cosas y no recuperas el aliento. Viene el médico y te dice que no terminó, que para que eso hay que parirla.

Volvés a tu casa con la panza como un globo desinflado, la leche que empieza a bajar, y te dan una pastilla para que eso no pase. Con lo de Caye escuché por primera vez hablar de salud mental perinatal. Me dijeron que en Neuquén había una psicóloga. Ese diciembre mundialista cada teléfono tenía la misma respuesta: «sin turno». Me pasaron el dato de un centro de Buenos Aires. Contacté a Agostina Caruso, una psicóloga especialista en duelo perinatal, que dos días antes de navidad me comenzó a atender. Le agradecí la deferencia, me contestó: «para estas cosas no hay fechas». Su acompañamiento fue y es muy importante.

El papá estaba triste, pero no lo expresaba, sentía que «no tenía derecho, porque yo era la que ponía el cuerpo«, abuelas/los y tías/os también. El hermano, con 3 y 4 años traspasó los duelos. Preguntaba dónde estaba Caye. Cometimos el error de decirle en una estrella. Necesitaba saber cuándo iba a volver, cuál era la estrella. La psicóloga dijo después que mejor comunicar con las palabras exactas. Es tan difícil decir la palabra muerte. «Recuérdame» de Carolina Aufranc, entre otros, puede acompañar en eso.

Duele Caye, duelen los bebés que aparecen en las redes y los bebés que nacen, aunque claro que nos alegramos por ellos. Creo que es fundamental que los lugares y los profesionales de atención médica, pública o privada, estén preparados, no siempre es así y pueden empeorar las cosas. Y después, respetar tu propio tiempo para aceptar. Quería silencio y soledad, pero otras necesitan que estés cerca. Siempre es bueno anteponer un abrazo, un «¡Lo siento!» y la pregunta «¿Necesitás que te acompañe?»

Pareciera que no hay derecho a estar triste, que es un hijo que no fue, que hay que soltar rápido. Odié esas palabras, porque no las quiero soltar, busco un lugar donde duela menos para seguir.

Esta es la historia de Lorena. La escribió y la mandó en un mail cuyo asunto dice: «más triste». Ahora es una tristeza compartida y pública. A veces hay que «saquear la vida», pelar el gajo, mostrar la llaga, para quebrar la indiferencia.


«Sos joven, podés tener más hijos»


La muerte perinatal es la que ocurre entre la semana 22 de gestación y hasta siete días después del nacimiento del bebé, según la definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS). «Nosotras hablamos de muerte gestacional porque puede ser en cualquier momento que se detenga ese embarazo, que deje de tener latidos, o que tenga algo incompatible con la vida o con la supervivencia intra útero o fuera de la panza», explicó Lorena Warzel, licenciada en obstetricia del hospital Castro Rendón de Neuquén.

Estas muertes son cotidianas. «Uno de cada cuatro embarazos no llegan a nacer con vida. Uno de cada cuatro es un montón y según la OMS es 2.6 millones al año», agregó la profesional.

Aseguró que las mujeres y personas con capacidad de gestar que transitan embarazos deseados «se preparan fisiológica y hormonalmente para traer un bebé con vida al mundo y cuando esto no sucede, nosotros lo denominamos como otros duelos, porque es el único duelo en el que intervienen hormonas (la oxitocina, la prolactina) que no están por ejemplo cuando muere un hermano, un papá o una mamá».

Los libros sueles ser aliados para hablar con los niños y las niñas sobre el hermanito que estaba por venir. Foto Florencia Salto.

Warzel elaboró una guía en 2015, que se implementa desde 2017 en el Castro Rendón, para orientar la atención en estos casos y garantizar el buen acompañamiento, el trato digno. El Congreso sancionó la «ley Johanna» que propone un abordaje integral (ver aparte). «Cuesta muchísimo porque es un tema muy sensibilizador, a nosotros también nos afecta este impacto de la muerte», planteó.

Afirmó que la guía no sólo está pensada para el plantel médico o de enfermería, sino para todo el personal que atiende parto y posparto incluido maestranza y administrativo. En 2021 se confeccionó una a nivel provincial.

Sostuvo que ante cada situación, de acuerdo a la edad gestacional, se debe evaluar con la paciente y su familia cuál es el mejor camino. Se deben ofrecer alternativas para ese nacimiento, preguntarle si quiere tener contacto, arroparlo, conservar la ropa o el perfume que se eligió para ese bebé y guardarlo en una caja de recuerdo. «El duelo es un proceso natural de toda persona, entonces no se debe interrumpir», remarcó la profesional.

El espacio físico también es relevante. «En infraestructura muchos hospitales no estamos preparados, no se prevé la muerte gestacional y perinatal. Lo que nosotros hacemos en el hospital Castro Rendón y en otros hospitales, que lo sé por colegas, es se aísla a esta familia en ese momento no en una sala de parto, sino en otro sector. Nosotros utilizamos el sector de ginecología avisando al personal que ahí está atravesándose un duelo y que está despidiéndose de ese bebé», contó Warzel.

¿Cómo acompañar en este dolor? «Siempre es importante estar. No ignorarlo, no hacer como que no pasó, preguntar por ese bebé le da valorización, materialización de que existió y es importante para esa familia», subrayó.

El duelo no termina en la frontera del hospital o la clínica. «Muchas cosas que decimos en la sociedad como «sos joven, podés tener más hijos», «no importa era chiquitito». Esto que se escucha a diario, en lo laboral sobre todo», mencionó la obstetra, no son comentarios aconsejables. «No podemos decir que todas las personas tienen que hacer esto al ir al trabajo, sino que cada una va a «armarse de estas herramientas», manifestó.

Warzel es parte de la Fundación Compartilo, que acompaña los procesos de duelo gestacional. Con ese nombre la encuentran en Facebook.


¿Qué es la ley Johanna?


En 2014 Johanna Piferrer perdió un hijo deseado en la semana 33 de embarazo. Denunció maltrato y luego de un duelo extenso comenzó a trabajar en una ley, que fue sancionada en septiembre pasado por el Congreso y lleva su nombre.

Lo que establece son los procedimientos médico-asistenciales para la atención de las mujeres y personas gestantes frente a la muerte perinatal. Es de aplicación tanto en el ámbito público como privado de la salud en todo el país. Abarca obras sociales y prepagas.

Los objetivos de la ley 27.733 son crear estrategias para que las mujeres, personas gestantes, pareja y/o familias puedan atravesar y aceptar la pérdida en un ambiente de contención y cuidado, con el acompañamiento de especialistas, y facilitar la información necesaria para decidir. Por ejemplo definir si quieren tomar contacto con el cuerpo o no, conocer sobre lactancia, métodos de inhibición y/o donación, recibir tratamientos médicos y psicológicos postinternación.

También acordar lineamientos para los equipos de salud que incluyan certificación y destino final del cuerpo, y que contemplen el derecho al respeto de la vida privada y familiar.


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