Nunca había corrido, pero con 74 años, Raúl, de Bariloche, se convirtió en un destacado trail runner

Arrancó a entrenar dos años atrás. Hoy, este hombre acumula dos ediciones de la carrera por la Cordillera de los Andes, de 100 kilómetros, el trail de los Filos en Catedral, el Desierto de Fiambalá en Catamarca y la Ultra Maratón Yaboty, en la selva misionera en Brasil.

«Pasé de no correr ni el colectivo a correr 10 kilómetros en la cordillera«. Raul Goyena, un barilochense por adopción de 74 años, descubrió su pasión por el trail runner (las carreras de montaña) apenas dos años atrás.

Era pospandemia y almorzaba con su esposa en la cocina de su casa, cuando de repente lo capturó un programa televisivo en el que un español comentaba que participaría en el «Cruce de los Andes», una carrera de aventura de 100 kilómetros que se lleva a cabo en diciembre.

«Me fui entusiasmando con el relato del programa y dije: ‘Yo voy a correr esa carrera’. Le conté a mi señora y no hizo comentario alguno. Siguió almorzando. Con 53 años de casado, aprendí a interpretar los silencios. Pero ya estaba decidido«, contó este hombre que nació en Bahía Blanca y desembarcó en Bariloche en 2001.

Tenía siete meses para prepararse y estaba decidido a no perder tiempo. Al día siguiente, se realizó chequeos médicos que salieron bien y empezó un plan de entrenamiento que cortó a la semana. «Sabía que no iba a servir para lo que necesitaba. Así que busqué dos profes que resultaron un fenómeno, Genaro y Vero. Me citaron en una café y me llenaron de preguntas: ¿por qué razón un tipo de 72 años, sin antecedentes, quería correr un trail de 100 kilómetros por la cordillera como su primera experiencia?«, relató divertido.

Los profesores aceptaron el desafío y lo integraron a un grupo de salidas. Le siguieron seis meses de corridas por la montaña, con «porrazos», viento y lluvia. En un momento, sus entrenadores lo incitaron a inscribirse en el Trail de Fuego que organizan los Bomberos de Dina Huapi para que tuviera una experiencia «más cercana a la realidad» que para Raúl, resultó traumática.

«Me siento vivo», resume Raúl al explicar por qué corre. Foto: gentileza

«Fui con toda la curiosidad. Después de 25 kilómetros de carrera, a 700 metros de la llegada, aterricé en un inmenso charco de agua deshidratado y crucé la línea en ambulancia, con las rodillas y manos raspadas y, la moral y la autoestima en terapia intensiva«, describió.

En ese momento, el hombre se llenó de dudas y llegó a preguntarse si valía la pena. A las tres semanas, ya estaba en la línea de largada del cruce. No sólo concretó los 100 kilómetros de la carrera sino que quedó cuarto en su categoría, mayores de 60 años.

Cuerpo y convicción

«Fueron tres etapas de 35 kilómetros que arrancaba y terminaba en La Angostura. Sentí un poco de molestia en la última parte de la carrera, pero tenía toda la fe en llegar. Esto es así: es mucha convicción«, sintetizó.

Durante toda la travesía, Raúl se cansó de responder preguntas acerca de su edad al llegar un punto que esto lo incomodó. «Hasta cuando me bajé del podio, una pareja me pregunta: ‘Perdón, ¿cuántos años tiene?’. Era la pregunta inevitable. Así que, ya algo cansado -antes de decirles qué les importaba-, les dije: ‘Tengo 75, pero me siento de 74′», señaló este hombre.

Mientras se recupera de su rodilla, Raúl ya piensa en las carreras del próximo año. Foto: gentileza

Raúl es oficial retirado de Prefectura, también trabajó en la industria de la madera y en una empresa de servicios de correo. Lleva 53 años casado, tiene cuatro hijos y tres nietos.

La experiencia de la carrera en la cordillera motivó muchas otras. Siguió un segundo intento en el Trail de Dina Huapi. Esta vez, hizo podio y hasta se sacó una fotografía junto a la ambulancia que, el año anterior, lo había trasladado a un centro de salud. Volvió a anotarse en la carrera del Cruce de los Andes y en esta oportunidad, ganó en su categoría. También se sumó en el Trail de los Filos en el cerro Catedral.

Este año, incursionó en los 100 kilómetros del Desierto de Fiambalá, en Catamarca, y en septiembre, se sumó a la Ultra Maratón Yaboty, en Brasil, con 70 kilómetros de picadas, atravesando chacras, arroyos, plantaciones de yerba o tabaco en medio de la selva misionera.

En las últimas dos travesías, la llegada a la meta fue caminando porque la rodilla le impedía correr. El único pensamiento era «atravesar la línea». «Ahora me estoy recuperando. Tengo las rodillas un poco averiadas, pero muchos planes para el año que viene. En Fiambalá terminé cuarto porque tenía la rodilla deteriorada, pero me quedé con las ganas: el tercero me ganó por un minuto y el segundo, por dos en 100 kilómetros», bromeó el hombre que realiza sesiones de kinesiología.

Se concentra plenamente en la carrera pero también disfruta del contacto con la naturaleza. Foto: gentileza

«No te cuento el dolor -acotó-, pero lo bueno es que ya me autorizaron a salir a trotar este fin de semana para ver cómo me responden los músculos. Aunque sea, será una vuelta chiquita para ir probando».

¿Que lo motivó para correr de manera tan extrema sin haber corrido nunca? Raúl aseguró que se trata de «un desafío permanente»: «Eso me motiva y me moviliza. Por esa misma razón, a los 60 años cuando se inauguró la Universidad Nacional de Río Negro, me inscribí en la Licenciatura de Administración y a los cuatro años, integré la primera promoción de egresados«.

Hoy corro. Quizás, mañana cambie de nuevo y haga un curso de cocina. Qué se yo. Siempre que sea algo que me motive y movilice. No hay que mirar la vida como mero espectador. Estoy feliz y comprometido conmigo y mi familia»,

Raúl Goyena, 74 años.

Raúl se propuso «salir de los esquemas predeterminados socialmente, de esa barrera que te dice: ‘No con esta edad. No se puede’. Cada uno es el dueño de sus propios límites. Solo falta la decisión para romper esas barreras y hacer lo que uno quiere».

Durante la carrera, Raúl se concentra plenamente en las cuestiones técnicas y la cabeza está puesta en el recorrido, aunque admite que disfruta en gran medida estar en contacto con la naturaleza. «Es como estar más cerca de Dios. Es como que vas con el alma a flor de piel. Estás receptivo a lo que te rodea, desde lo emocional y lo espiritual. Te gratifica», describió.

Raúl Goyena decidió arrancar con el Cruce de los Andes. Cuando participó por segunda vez, logró el podio. Foto: gentileza

En cada carrera, Raúl corre tan rápido como puede y su cuerpo se lo permite. La idea, subrayó, es llegar lo antes posible. En el menor tiempo posible. «Corrés todo lo que podés. Pero hay superficies inestables donde no queda otra que ir caminando. Las bajadas corriendo depeden de la inclinación el terreno. Hay momentos para caminar aunque son lo menos», mencionó.

Cuando se le consultó qué representó para él empezar a correr en la naturaleza, no lo duda: «Me siento vivo. Trato de ser protagonista de mi propia vida para no llegar al final del camino y hacerte las preguntas que ya no tienen sentido: ‘¿Y si lo hubiera hecho?’. Se vive la vida a cada minuto» concluyó.

Entrenamiento diario

Raúl vive al pie del cerro Otto. De modo que lo sube y lo baja constantemente, al igual que el sendero del cerro San Martín. A veces, corre solo y otras, sale con su grupo de entrenamiento.

Tres veces por semana, intenta salir a correr y los otros dos dias, hace gimnasia. «Me mantengo bien. No se hasta cuándo, pero para ser algo que no había hecho nunca, lo hice bastante», reconoció.

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