La motosierra como técnica legislativa: evaluar las leyes por peso
Hace diez años se realizaba una serie de reformas legislativas a través del Congreso. Hoy el Ejecutivo tiene ese poder delegado y sin control razonable.

Destruir el orden jurídico nacional.
1. La reforma legislativa de Milei
En sus dos recientes conferencias en el BID y en la Escuela de Gobierno Kennedy en Harvard -de la que es Profesor- el Ministro Sturzenegger repitió el mismo guión casi de forma textual. Con el interrogante inicial “¿Por qué Argentina no fue Australia?” presentó su plan de gestión.
En ambas ocasiones Sturzenegger señaló enfáticamente que liberó el mercado del “packaging” de frutas y que hizo lo mismo con el mercado de yerba mate, aclarando a las audiencias internacionales, que el mate “es algo horrible que se toma en Argentina”. Rara aclaración dado que Viggo Mortensen, Stephen King, James Hetfiel de Metallica y el deportista más famoso del mundo consumen eso “horrible”. Ni mencionar a la gran mayoría de la Nación, de argentinas y argentinos, de la que él resulta ser Ministro.
Para “evaluar” la regulación del packaging de frutas el Ministro explicó que se imprimieron, en varias resmas de papel, todos los reglamentos de SENASA. Después se redujo ese kilo y medio de reglamentos a 0,80 gramos de kilo. Esta resulta una forma al menos extraña de evaluar con precisión la calidad de una reforma legislativa.
Evaluar legislación por peso es algo difícil de rastrear en el mundo y en la historia del derecho comparada. Los efectos concretos de estás reformas se verán en el tiempo. No dudamos que el sistema legislativo tenga problemas y que deban realizarse reformas. Sin embargo, la motosierra destruirá instituciones vitales y empeorará cosas que debían mejorarse. Estas reformas desharán esfuerzos legislativos de años y quizás oculten, con algunos beneficios cosméticos, daños irreversibles.
Entre la reforma y la destrucción legislativa. En 2015 se sancionó un nuevo Código Civil y Comercial, que cumplirá 10 años en Agosto. Ese Código, su anteproyecto, estuvo en el medio de negociaciones de varios expedientes importantes y guerras judiciales que comenzaron en 2008. Actores relevantes de la economía, de la política judicial, de los grandes estudios jurídicos participaron y fueron actores de veto de lo que no se tocó en la reforma (Seguros, Concursos y Quiebras, etc). En los últimos retoques participó el Papa Francisco hacia fines de 2014 y principios del 2015.
En paralelo a la discusión del anteproyecto de Código Civil se discutió un anteproyecto de Código Penal. Ese anteproyecto tuvo un comité de redacción multipartidario -pero poco federal- que incluyó a Ricardo Gil Lavedra, histórico dirigente de la UCR, María Elena Barbagelata del Partido Socialista y Federico Pinedo del PRO.
Ese Código Penal tenía como director a Zaffaroni. A diferencia del Código de Lorenzetti y Highton cuyo debate de fondo fue casi inexistente, con temor reverencial hacia el Presidente de la Corte, el Código de Zaffaroni fue hostilmente resistido. Aquellos que lo resistieron no dijeron nada de las regresiones de los dos nuevos proyectos, uno con Macri y otro con Milei, del también Juez Mariano Borinsky.
El Proyecto de Zaffaroni tenía defectos, sin duda. Por ejemplo, en la convocatoria del 2012, la Presidenta excluyó expresamente la cuestión del aborto y su reforma. Los anteproyectos presentados por Borinsky son lisa y llanamente una regresión peligrosa.
Además de proyectarse tres Códigos y reformarse varias leyes claves (Ministerio Público, por ejemplo), en 2015 ya se sancionó un Digesto Jurídico Argentino (Ley 26.939). En menos de quince años, se han planteado reformas estructurales que pasan de ser realizadas por el Congreso, con comisiones sólidas y diversas de un espectro inclusivo de la dirigencia, a ser realizadas hoy por una comisión ad-honorem sin control legislativo y por un economista como Sturzenegger sin experiencia -ser Diputado tiene sus límites- en transformaciones legislativas masivas y sin precedentes.
Los mismos líderes políticos que sentían orgullo ante la visita de Obama en 2016, ahora están en sintonía con las más extremas medidas de Trump y Musk, entusiastas de la motosierra hacia el Estado, incluso con daño material a la economía nacional y global. En estos días Sturzenegger incorporó a la Directora del FMI, Kristalina Gueorguieva, a ese club antisocial con un regalo especial: el pin de la motosierra.
Derogar es más fácil que sancionar, destruir que construir. Los consensos y esfuerzos políticos hechos legislación de los últimos cuarenta años están tan huérfanos y abandonados a un poder discrecional como el electorado a sus malestares.
* Abogado y profesor de Derecho Constitucional.
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