Sopa de calabaza en la Mona Lisa: ¿de qué tratan estas protestas ambientalistas?

Este sábado, activistas se manifestaron ante el famoso cuadro del museo Louvre de esta curiosa forma. Este es sólo el último pronunciamiento de una larga lista que empezó en 2022 con Van Gogh, en la que distintos grupos contrastan la importancia del arte con el de la emergencia global por el cambio climático.


El sábado 29 de enero ambientalistas lanzaron sopa de calabaza sobre el retrato de la Mona Lisa que se encuentra en el museo Louvre de París, Francia. Quienes arrojaron el líquido forman parte de un movimiento llamado Riposte Alimentaire (traducible como «respuesta alimentaria») y exclamaron en el momento de tirarla: «¿Qué es más importante: el arte o nuestro derecho a la comida sustentable y saludable?«. El cuadro está protegido por un vidrio a prueba de balas, por lo que no sufrió ningún daño.

 

Pero este ataque no es el primero de su tipo, sino que forma parte de un largo historial de protestas para llamar la atención sobre la urgencia de cuidar el ambiente:

  • En octubre de 2022 otras personas le tiraron sopa de tomate a Los Girasoles de Van Gogh, y se pronunciaron en contra de los combustibles fósiles. Esto sucedió en la National Gallery, ubicada en Londres, Inglaterra. Las personas pertenecían a un grupo llamado Just Stop Oil.
  • En el mismo mes y año, el grupo alemán Letzte Generation siguió los pasos de Just Stop Oil y le tiró puré de papas a la pintura Haystacks de Monet en el Museo Barberini (Berlín, Alemania).
  • Al mes siguiente, en el Leopold Museum (Viena, Austria), Death and life de Gustav Klimt sufrió una suerte similar: personas del grupo Letzte Generation le tiraron aceite para exclamar que «los nuevos pozos de petróleo son una sentencia de muerte para la humanidad». Como explica Time, algunas de las peticiones de los protestantes en Alemania incluían bajar el límite de velocidad máxima en autopistas a 100km/h y hacer el transporte público más accesible (desalentando el uso de autos particulares).

  • El 27 de abril de 2023, dos personas del grupo Declare Emergency desparramaron pintura por la —también protegida por un vidrio— escultura de Edgar Degas titulada Little Dancer Aged 14 en la National Gallery of Art, Washington, Estados Unidos. Los protestantes dijeron en el momento de revuelo: «Necesitamos que se tomen medidas serias, que nos digan la verdad sobre lo que está pasando con el clima, y que el Gobierno tome acciones para proteger la salud y seguridad de nuestros hijos».
  • En septiembre de 2023, este tipo de manifestaciones pasó de los cuadros a las personas: el dueño de la compañía de vuelos low-cost Ryanair, Micheal O’Leary, se preparaba para una conferencia de prensa en Bélgica (en un contexto donde pedía liberación de las rutas aéreas europeas) cuando dos personas lo embistieron con una torta en la cara. En este caso, no se identificaron con ninguna organización en particular, pero reclamaban que se detuviera la contaminación de los vuelos de avión.

Estos son sólo algunos de los casos que hubo desde que las manifestaciones empezaron.

¿Cuál es la relación entre ambiente, comida y arte?

Si bien las organizaciones y el contenido de sus reclamos varía, el patrón general es lanzar comida para algún reclamo relacionado con el ambiente. Después de la primera manifestación ante cuadros de Van Gogh en 2022, el mensaje trasmitido era que «el arte no va a existir si destruimos el planeta». Tal como explicó la revista National Geographic, quienes llevan adelante estas manifestaciones no tienen nada en contra del arte en sí mismo, pero sí se preguntan cuál es su sentido cuando estamos en medio de una crisis global.

La elección de los museos atacados tampoco es azarosa: varios de ellos estaban bajo presión para dejar de recibir financiación de empresas petroleras y de combustibles fósiles (que muchas veces apoyan a la cultura como una forma de greenwashing o para opacar sus daños al ambiente).

Hablando en representación de Extinction Rebellion, una de las organizaciones detrás de estas protestas, Shayok Mukhopadhyay comentó: «La función del arte es que la gente pueda entender el mundo en que vive y reflexionar sobre la condición humana, pero las grandes obras de arte no están cumpliendo esa función. Esa es la razón por la que estamos en los museos: para decirle a la gente que estamos en medio de una emergencia, y que ahora es el momento de enfrentarse a esa emergencia«.

Quienes tiraron salsa de tomate a Los Girasoles de Van Gogh preguntaron: «¿Qué vale más, el arte o la vida? ¿Vale más que la comida? ¿Vale más que la justicia? ¿Te preocupa más la protección de un cuadro o la de nuestro planeta y nuestra gente? La crisis del costo de vida es parte de la crisis del petróleo, el combustible es inasequible para millones de familias que pasan frío y hambre. Ni siquiera pueden permitirse calentar una lata de sopa».

¿Cuál fue la respuesta de los museos?

En noviembre del 2022, 92 directores de museos dirigieron una carta pública a estos manifestantes que utilizaban las obras de arte como medio: «Los activistas subestiman gravemente la fragilidad de estos objetos únicos e irremplazables, que es importante conservar como parte de nuestro patrimonio cultural mundial. Aunque creemos que los museos son y serán espacios de discusión, nos conmociona profundamente la arriesgada puesta en peligro de las obras de arte.»

En cuanto a lo práctico, muchos museos reforzaron sus medidas de seguridad. Por ejemplo, el museo Barberini (en Berlín) requiere que sus visitantes dejen sus mochilas y camperas en lockers antes de entrar. En cuanto al último episodio, este sábado, la ministra francesa de Cultura, Rachida Dati, expresó que «La Gioconda, como parte de nuestro patrimonio, pertenece a las generaciones futuras. Ninguna causa justifica que se atente contra ella».


Este contenido fue originalmente publicado en RED/ACCIÓN y se republica como parte del programa «Periodismo Humano», una alianza por el periodismo de calidad entre RÍO NEGRO y RED/ACCIÓN.



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