Sufrió violencia familiar, pasó 23 años consumiendo drogas hasta que le sacaron a sus hijos: logró el alta
Mabel quedó huérfana con 13 años y vivió en la calle. Robaba para comprar droga hasta que le sacaron la tenencia de sus hijos. 23 años después, logró rehabilitarse. El 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
Con 36 años, Mabel logró ponerle fin a una historia signada por la violencia familiar y el consumo de drogas y alcohol desde que era una niña. Sabía que era la única forma de salir adelante y recuperar la custodia de sus tres pequeños hijos. «Anhelé esto toda mi vida«, reconoce, con la voz quebrada.
Nació en Ingeniero Jacobacci, pero cuando tenía apenas 7, su madre escapó a Bariloche, junto a ella y sus otros seis hermanos. «Fue muy dura nuestra infancia porque mi papá violentaba siempre a mi mamá. Tomaba mucho y le pegaba. Tengo muy registrados esos momentos. Te marcan de por vida», dice.
Cuando la hermana mayor de Mabel murió a causa de un problema de salud, su madre decidió aprovechar una visita a una de sus tías que residía en Bariloche para ya no regresar a la Línea Sur y escapar así de su agresor.
La mujer y sus hijos se instalaron en un pequeño galpón ubicado en un terreno del barrio 2 de Abril, al sur de Bariloche. «Dormíamos todos amontonados, pero estábamos más tranquilos. Mi mamá nunca mencionó por qué nos habíamos ido, pero sabíamos que era por mi papá. Lo cierto es que nosotros tampoco queríamos volver», admite.
Pero la tranquilidad duró poco porque el hombre también se radicó en Bariloche y no tardó en dar con el paradero de la mujer y sus hijos que revivieron el calvario de Jacobacci. Además de las agresiones constantes, el hombre llevaba a sus hijos hasta el centro de la ciudad y los obligaba a pedir dinero. Mabel recuerda que los llevaba caminando hasta el centro, largos kilómetros bajo el sol, donde pasaban largas horas afuera de los comercios en busca de dinero que permitiera a su padre comprar botellas de alcohol.
La violencia, cada vez más recurrente
Los episodios se volvieron cada vez más violentos. Una tarde, persiguió a algunos de sus hijos con un machete. Días después, intentó ahorcar a la mujer, aunque la intervención de los pequeños impidió el cometido. Esto fue determinante para que finalmente decidiera denunciarlo. «Ella le tenía mucho miedo, pero lo denunció gracias a una tía. Sabiendo que podía terminar en la cárcel, se ahorcó. Y cuatro años después, mi mamá murió. El tema es que mi hermano repitió la historia de mi papá: llegaba borracho y nos pegaba. Ahí es donde decidí irme a vivir a la calle«, señala.
Mabel tenía tan solo 13 años. Comenzó a dormir en la costanera, debajo de unas paredes, frente a las discotecas, junto a otros chicos que había conocido en la época en que su padre la llevaba al centro a mendigar.
«Era plena adolescencia que te pasan montones de cosas. Quedarte sola es horrible. Empecé a fumar, a tomar, me drogaba. Consumía de todo: Poxiram, porro, pastillas, merca. Todo lo que uno se pueda imaginar», detalla, con una frialdad absoluta.
Para consumir, robaba cosas en los comercios que, después, revendía. «Esa era la vida de los pibes de la calle. Llegué al punto de que mi vida no me importaba nada. Vivía en la calle, no tenía a mi mamá y no había nadie que tirara un salvavidas. Ya estaba re jugada», describe.
Al cumplir 16, sufrió un paro cardiorespiratorio porque «estaba pasada de rosca: consumía y no comía nada». Se salvó, pero ni aún así dejó de consumir. Además, se le sumó una fuerte depresión.
Consumió drogas, aún estando embarazada
Mabel tuvo tres hijos que hoy, tienen 13, 8 y 2 años. Tampoco dejó de consumir durante los embarazos. Según cuenta, intentaba dejarlo, pero no aguantaba más de 4 días. «El cuerpo me lo pedía. Cuando fui mamá no quería la misma vida para mi hijo, pero era difícil mantenerlo y seguía robando. Paré 6 años de consumir, pero recaí cuando falleció un sobrino por adicción. Se murió en mis brazos de un paro respiratorio. Recaí en la depresión«, expresa.
En ese momento, le sacaron la tenencia de sus hijos. Permanecieron unos días en el Caina, que depende de la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia de Río Negro, hasta que una hermana y una amiga suya se hicieron cargo de los menores.
«Perdí el alquiler y quedé en la calle. No tenía a quién recurrir porque todos mis conocidos se drogaban. En la desesperación, una trabajadora social del centro de salud de mi barrio me recomendó pedir ayuda en el hogar Betania donde estuve dos meses», expresa. Allí, conoció a la coordinadora del hogar y a las operadoras que la convencieron de iniciar un tratamiento ambulatorio en Choele Choel para recuperarse.
Sabía que la decisión y el traslado implicaba dejar de ver a sus hijos por un tiempo, pero supo que era el momento de intentarlo. Ingresó al centro de rehabilitación en octubre del año pasado y en agosto de este año, obtuvo el alta.
«Hoy, estoy en pié ante la vida»
No quiso regresar a Bariloche donde afloraban los malos recuerdos. Optó por iniciar una nueva vida en el Valle rionegrino, donde trabajó un tiempo como vendedora ambulante hasta conseguir un empleo en un restaurante. También recuperó la tenencia de sus hijos. Dos de ellos ya están junto a ella y espera al tercero que se sumará, al término de las clases en Bariloche.
«Anhelé esto toda mi vida: salir de la adicción y poder disfrutar la vida de otra manera. Estaba atrapada. Hoy, estoy de pie ante la vida. Fue una bendición grande de Dios. Haber llegado a Betania y luego a este lugar», dice.
Mabel es consciente de que no muchas personas logran salir de una adicción. «El mensaje es que se aferren a Dios y que busquen ayuda porque se puede salir. Es muy difícil, pero se puede. Hoy, me levanto, tomo un mate, salgo a caminar, hago cosas. Estoy bien para mi y para mis hijos. Me hace sentir orgullosa de mí misma«, concluye.

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