Un mundo en estudio bajo el agua: los arrecifes artificiales de Las Grutas, desde la ciencia 

Bivalvos, algas, ostras, mejillones, estrellas de mar y otras especies los marcaron como refugio. Hace años son seguidos de cerca por profesionales que estudian su entorno y su dinámica.

Para quien desconoce del ambiente que rodea a estos ejemplares, “Don Félix”, “Chiarpesca 59”, “Mariana Rojamar”, “El Polarborg” y “Magdalena María II” pueden parecer extrañas referencias y nombres, salidos de alguna novela de piratas. Sin embargo, refieren a una realidad mucho más cercana de lo que creemos, en plena costa rionegrina: se trata de los cinco barcos que ostenta el Parque Submarino de Las Grutas. 

Mucho se ha difundido sobre este espacio, para hablar de su atractivo como punto turístico, pero el buceo recreativo y la belleza convocante no son los únicos motivos por los que se generó este grupo de arrecifes artificiales. Darle un nuevo uso a la chatarra de antiguos buques, tratados y despojados de todo material o combustible de riesgo antes de ser certificados por la Prefectura, permite además el trabajo de científicos e investigadores, como es el caso de Fausto Firstater, biólogo y especialista en Ecología, director del Centro de Investigación y Transferencia Tecnológica en Recursos Marinos (CIMAS), docente de la Escuela Superior de Ciencias Marinas de la Universidad del Comahue e integrante del Conicet. 

Hace poco más de ocho años que este profesional estudia las especies y dinámicas que rodean a estructuras como éstas, que de otra forma agonizarían inutilizadas o destinadas al desguace y que ahora están cubiertas de bivalvos, algas, ostras, mejillones, estrellas de mar y otras especies, que las marcaron como refugio. Gracias a ellas, lo que en otro momento se hacía tomando muestras del fondo con buceo o la labor de una draga, para luego tamizarlas en el laboratorio, desde que se consolidó este Parque se pueden revisar “cara a cara” y ya no escondidos en la arena.

Científicos con vocación de seguir conociendo el valioso marco que los rodea – Foto: Gentileza CIMAS.

“Cuando ponés una estructura sólida, rápidamente se coloniza y se arma toda una comunidad de seres y plantas, como si fuera una isla. Lo que estamos estudiando es cuál es su efecto sobre la biodiversidad, cómo aumenta la biodiversidad local y cuál es la relación entre la biodiversidad y las características propias del buque”, comentó el biólogo en diálogo con Diario RÍO NEGRO.

Pese a lo que se pueda suponer, no es común que los buzos puedan ingresar a los barcos hundidos con los que se cruzan durante una recorrida: no sólo se necesita experiencia previa y en algunos casos certificación, sino que también tienen que estar dadas las condiciones de la estructura para minimizar riesgos. Los últimos tres barcos hundidos de este Parque Submarino fueron los primeros del país en permitir esta posibilidad.  

Allí, el trabajo de Firstater, además del realizado por becarias que se encuentran avanzando con sus tesis, sirve para evaluar la interacción de las especies, comparar y censar el avance o el retroceso de los ejemplares nativos e introducidos, la dinámica entre distintos tipos de peces y sus “predadores tope” y hasta hacer seguimiento de la reacción de los visitantes que pasan por esta experiencia.

En el medio, los científicos mantienen la constante consideración por la preservación del entorno que recorren, ya que si bien se lo eligió minuciosamente para que los buques no reposen sobre puntos vitales del ecosistema, su permanencia sigue siendo observada. 

Mientras tanto, a pesar de los desafíos y las necesidades de mejor financiamiento, aún celebran que la carrera de Biología Marina de la provincia sigue siendo referente en el país, con más de 300 estudiantes que llegan desde distancias lejanas y que encuentran en la formación de la costa rionegrina una puerta para seguir conociendo sobre el valioso marco que los rodea, en esta tierra de puertos y balnearios. 

El trabajo de Firstater permite evaluar la interacción de las especies, comparar y censar el avance o el retroceso de los ejemplares nativos e introducidos – Foto: Luciano Cutrera.

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