Un recorrido por el parque submarino más grande de Sudamérica

Las Grutas y la impresionante vida acuática del golfo cuentan con un sitio privilegiado para la práctica del buceo en el mar. Hace tres semanas se hundió el cuarto barco y la actividad se perfila como un polo de atracción turística en la región.

Hace años, el Polarborg I fue un gran barco pesquero. En él, unos 19 marinos pasaban días sin ver tierra, levantando redes, entre el olor a la merluza que limpiaban y el sonido del mar. Hace tiempo, el barco quedó inmóvil en el puerto de San Antonio Este, cuando la empresa propietaria se fue. Amarrado a un lugar del muelle, era castigado por el tiempo y permanecía inerte. Hoy, en el fondo del mar, volvió a cobrar vida, una distinta, pero apasionante.

Hace unas semanas, en Las Grutas, se produjo su hundimiento y se sumó a los tres barcos que conforman un parque submarino destinado al buceo recreativo y deportivo. Por estos días, su cascarón de acero de más de 50 metros de eslora es colonizado como un refugio de la fauna marina. En sus bodegas, los peces se protegen de corrientes y de los depredadores.

La historia del parque submarino de la costa rionegrina se comenzó a escribir en el 2007 con el primer hundimiento. Hoy, hay cuatro barcos en el fondo del mar y trabajan para fondear el Magdalena María II que convertirá al parque en el más grande de Sudamérica. Sebastián Leal, de Cota Cero, contó cómo timonean hace años este proyecto.

Buceo en uno de los barcos

“Después de hundir el Don Félix sabíamos que en el pontón del Puerto del Este había cuatro barcos en desuso, ubicados en el mejor lugar del muelle y que pertenecían a la empresa uruguaya Grinfin, que ya no los hacía trabajar”, comienza a relatar.

Recuerda que se pusieron en contacto con la empresa, que no los quería y se los donaron. Estaban felices cuando lo consiguieron, pero todo cambió cuando pasaron del muelle a la cubierta y se dieron cuenta la responsabilidad que habían asumido sin darse cuenta.

Preparando el naufragio

“Hacía 15 años que los barcos estaban en desuso y eran usados como basureros. Los pesqueros se ponen en andana, uno al lado del otro y para llegar al muelle, todos pasaban por estos barcos. Tiraban ahí adentro aceites, combustibles, mugre del arte de pesca como redes y más. Esos barcos eran bombas de tiempo en un área natural protegida”, dice.

Entre recibir un barco de regalo y el hundimiento, hay muchos capítulos intermedios. En los barcos se hace un trabajo de hormigas para el desmantelamiento y limpieza que hay que buscar cómo financiar.

Primero, consiguieron plata de Nación, pero cuando llegó estaba devaluada. Se les ocurrió vender hierro y con eso se pagó a los que pusieron manos a la obra. Estaban llenos de combustibles, para sacarlo, les cobraban una locura, pero encontraron una empresa de Buenos Aires que se llama la Ecológica, que lo llevó sin generar costos.

Arriba del barco, preparado para que los buzos puedan entrar y salir

Luego, comenzó el trabajo en el protocolo de buceo. El primero de los barcos hundidos fue el Don Félix, luego, en 2019 se hundió el Mariana Rojamar y en mayo el Chiarpesca 59.

“Los últimos tres que hundimos, son los primeros barcos del país en los que el buzo puede entrar al barco. Para lograrlo, seguimos muchos pasos, guiados por prefectura de Puerto Madryn”, recuerdan desde Cota Cero.

También trabajaban con la Dirección de Ambiente de San Antonio y Biología Marina de la Universidad del Comahue. Los biólogos hicieron estudios de impacto ambiental y buscaron el lugar indicado para el hundimiento.

Cuentan en San Antonio Oeste con una empresa de salvamento y buceo, El Austral que estuvo siempre presente con la responsabilidad de los hundimientos controlados de los cuatro buques que se encuentran bajo el mar de Las Grutas.

“Tony Brochado, su propietario, es un gran amigo que junto al servicio de salvamento y buceo El Austral y el especialista en salvamento, Marcos Guirao suman un marco de excelencia para los objetivos que nos proponemos”, sostienen desde Cota Cero.

Están en dos zonas, el Don Félix a 5 km de Las Grutas y cerca el Chiarpesca. El Mariana Rojamar está a 8 km, al sudeste y El Polarborg cerca de este.

“Los que están más adentro, tienen mucha mejor visibilidad pero la vida los invade más lento. En los que están cerca, hay menos visibilidad y tienen más vida”, dice Sebastián.

El primer barco que se hundió, en 2007, es un pesquero que hoy forma parte del suelo. Los corales, anémonas y algas lo coparon y el mar ya es su dueño.

El fin de este proyecto es romper la estacionalidad de Las Grutas y buscar que los turistas vayan más allá de la temporada de verano. A su vez, tiene mucho potencial, debida a que el segmento de la industria de buceo se mueve mucho en todo el mundo.

Un naufragio diferente

En los tres naufragios anteriores todo el mundo participó, pero en esta ocasión, producto de la pandemia, fueron unos pocos. Las autoridades les dijeron que solo podían ir los indispensables. No fueron periodistas, ni los amigos que siempre acompañan para ayudar.

Temprano, el remolcador movió el barco al mar, acompañado de un pesquero, que iba por atrás. Llegaron al lugar y prepararon las anclas. Ellos estaban adentro. Le habían puesto muchas canillas pero un barco tan grande parecía que no se iba a llenar nunca.

El Polarborg I minutos antes del naufragio. 

Mientras el agua ingresaba al barco, había parte del trabajo que se debía hacer en el momento, como soldar algunos tramos. Cuando estaba todo listo y quedaba poco tiempo para el naufragio, aunque el frío los castigaba cumplieron la ceremonia de saltar juntos al agua.

El barco se apoyó en el fondo y a los 15 minutos, los buzos de Prefectura chequearon y los dejaron bajar a buscar las cámaras GoPro que habían puesto e las paredes del barco para registrar el momento. Además, aprovecharon el viaje para sacar las primeras botellas de las cavas submarinas y las brindar con un vino Wapisa.

El último suspiro del Polargorg I

“Es impresionante la cantidad de gente interesada. Explotan las redes sociales. Ya había un montón de gente que nos escribía porque quería venir al naufragio. Es uno de los buceos más interesantes y atrae a todo el mundo, es tan importante como una barrera de coral”, concluye Sebastián.

En los barcos de los naufragios se descubrió que los vinos añejados en el fondo del mar toman su mejor versión.
Dentro del proyecto de parque submarino, siempre estuvo presente instalar una cava, como las que hay en Francia y en muchos lugares del mundo.

La bodega Tapiz de Mendoza creó la cava submarina en Las Grutas.

Buscaron interesados sin encontrar respuestas hasta que el año pasado, la bodega Tapiz de Mendoza se embarcó en el proyecto y en septiembre bajaron los vinos que se elaboran en Viedma.

Pensaban descorchar las primeras botellas en marzo, para la Fiesta del Golfo, pero la pandemia lo demoró y los primeros subieron a la superficie, un rato después que el Polarborg I tocó fondo.

“Bajamos a buscar las cámaras y trajimos unas 15 botellas del vino Wapisa. Con un par brindamos y las otras las llevaron para analizar el proceso de añejamiento. Yo lo único que sé, es que estaba muy rico”, dijo Sebastián.


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