Sumó un «Porotazo»

Vélez peleará en todos los frentes. Escolta en el Apertura, anoche le dio una alegría grande a sus hinchas al dejar en el camino a Boca (1-0, gol de Cristaldo) y pasar a la segunda ronda de la Sudamericana, donde lo espera la Unión Española chilena, donde es goleador el roquense Gustavo Canales. El xeneize sigue a la deriva.

Los 45 iniciales se disputaron con la intensidad de los clásicos. Vélez pisó su cancha con la acostumbrada actitud ofensiva, sin pensar en el beneficioso 1-1 de la ida. Maxi Moralez, sólo pequeñito de porte, creció minuto a minuto y terminó siendo un fantasma impredecible para el xeneize. Boca contrarrestó con un Riquelme más sanguíneo y fibroso, comprometido y despierto.

Por eso las mejores cosas se vieron cerca de las áreas, por el buen partido de las usinas de juego y por las dudas de los dos fondos. La primera fue del local, pero respondió bien Abbondanzieri, como lo haría todo el cotejo. Hernán Rodrigo López volvió a probarlo a los 16 y sobre los 37 Moralez descerrajó un misil que consiguió inutilizar el «1».

En el medio de eso, a los 17, Insúa lanzó un centro al área que bajó Palermo y que empujó Cáceres, aunque el balón se perdió por arriba del travesaño. Tuvo dos el insistente pero errático Noir, que desde ahí fue robusteciendo este último adjetivo; y a los 35 el recién ingresado Cristalo falló en la decisión y en vez de darle al arco tiró un centro que se perdió en la nada. Las últimas dos fueron de Vélez, que se fue a los vestuarios pensando en un 0-0 injusto.

Volvieron menos intensos y decididos, y las llegadas se hicieron esporádicas. Un par de disparos del local (Moralez y Cristaldo) y un cabezazo por arriba de Insúa fue poco para los primeros 15. Pero a los 60 minutos y 19 segundos, el Poroto Cubero hizo una jugada de crack y Cristaldo le rompió el arco al Pato (le hizo a Boca 4 goles en 3 juegos).

Poroto y Moralez manejaron los hilos desde ahí, Riquelme bajó su nivel y así Vélez estuvo más cerca de aumentar que Boca de llevar la definición a los penales. La impotencia xeneize se reflejó en la expulsión de Palermo, la alegría de Vélez en el abrazo final.