Tarifas: “Del precio al desprecio”

Los cambios en las políticas tarifarias del servicio eléctrico deben dejar el aprendizaje de que en entendimiento por parte de los usuarios es más importante que los cálculos en sí mismos.

El último quinquenio ha dejado sobre la mesa una lección en materia tarifaria que merece ser aprendida. Un breve capítulo dentro del derrotero del sector público argentino que no encuentra el rumbo en temáticas de alcance general y alta sensibilidad social.

Como espectadores inertes hemos visto sendos episodios de una serie con final abierto y un actor dominante, el enojo público.

El péndulo de la política tarifaria argentina ha pasado frente a nosotros, vertiginosamente saltamos del setenta y uno por ciento (71%) de subsidios a la tarifa de energía eléctrica, a un “sendero de reducción hacia la extinción total de subsidios”.

El valor monómico (mayorista) del MWh creció un seiscientos cincuenta por ciento (650%) desde 2015, pasando de $320,00.- a $2.072,00.- en abril de 2019 (valor “aún deficitario” frente al costo de generación -producción).

En la misma dirección los usuarios de energía eléctrica han visto incrementada su tarifa final promedio a nivel nacional en más de un mil trescientos por ciento (1.300%) en estos últimos cinco años como conclusión de escaladas monetarias provenientes de valorización de la actividad, inflación, paritarias, atraso de inversiones, independencia energética, renovables, etc.

Todos hechos y temáticas importantes, tal vez imprescindibles, de los cuales el usuario medio solo conoce el consecuente resultado al mirar su creciente factura eléctrica.

El relato parece una crónica intrascendente de lo ocurrido, pero no es así. Allí hay una lección, una que dice que debemos aprender que ninguna acción pública de alcance general puede signar la vida de los ciudadanos sin ser debidamente comprendida en sus consecuencias. La consecuencia es la parte más dura de la verdad.

Limitar la visión de las políticas públicas a “determinar consecuencias” como el alza tarifaria, o “simplificar” los discursos en temáticas de tamaño alcance no parecen reflejar las necesidades del sentir nacional.

Sería injusto decir que no se ha intentado “comunicar” en materia de tarifas dentro del sector de la energía eléctrica, pero frente al humor popular, todo indica que mínimamente no se alcanzó la debida eficacia o que hubo una subestimación de las “consecuencias de los propios actos”.

El universo de usuarios argentinos “no compró” las razones del incremento del precio de la energía eléctrica. Inesperadamente en un ámbito dominado por conceptos de mercado se obvió el dogma de Philip Kotler para guiar su comportamiento: “ (…) lo que se vende ES EL PRECIO…”.

Una simple frase que invierte la visión que debe tenerse de las tarifas en el sector público.

Su cálculo y alcance son importantes, pero el entendimiento de sus consecuencias económicas por parte de la población, lo son aún más.
Irónicamente, el enfado de usuarios por “el precio” es tan justificable como el mismo. En ese paradigma, la transparencia, como sinónimo de “comunicación más entendimiento”, tiene un largo camino para recorrer en el mercado eléctrico. No porque haya ocultamientos, sino porque falta adecuada visibilización.

El acceso a los datos no suple las expectativas de usuarios, la mera difusión de información técnica es insuficiente.

El sector público debe comprender que hemos llegado hasta aquí no necesariamente por “errores”, sino por falta de “aciertos”.

Es por ello que a través de nuevas estrategias comunicacionales se debe lograr convencer sobre el “por qué?” del precio de la energía eléctrica, remontando la posición pública desfavorable en una de las más importantes batallas de la economía tarifaria.

El inminente proceso de “normalización del sector eléctrico argentino” debe contar con una base de paz social gestada por la apropiación ciudadana de que el camino a recorrer es inexorable, que la energía eléctrica tiene su precio y que el entendimiento del mismo por parte de los usuarios le agrega “valor”.

En materia de servicios esenciales, la opinión pública es un elemento vital que debe estar presente en todo tipo de consideración.

Vale más la “convicción ciudadana” que la “determinación estamental”, una realidad que no debe ser despreciada por la política económica, y que surge de la prevalencia de la democracia sobre la burocracia.

Por ello, si las políticas gubernamentales continúan limitándose exclusivamente a procesos de construcción o destrucción de polinómicas tarifarias, pendulando entre éxitos y fracasos, fatalmente el “precio” de la energía eléctrica habrá sido vencido por el “desprecio” de unos y otros.

En números

1.300%
es el incremento promedio acumulado en cinco años en las tarifas del servicio eléctrico.
650%
es el aumento en el valor monómico (mayorista) del MWh desde 2015. Pasó de 320 pesos a 2.072 en abril de este año.

(*) El autor del artículo es Federico Lutz, abogado especialista en Economía de la Energía y actualmente se desempeña como gerente de la Cooperativa Eléctrica Bariloche (CEB).


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