Teté, de Reina de la Manzana a mujer famosa y reflexiva

Irremediablemente, cada año que se elige una nueva Reina de la Manzana, el imaginario de la gente enseguida se remite a Teté Coustarot, figura carismática si la hay para acontecimientos de estas características. En esta nota, sus recuerdos y la actualidad.

No parece haber pasado el tiempo para Stella Maris Coustarot, conocida por todo el mundo como «Teté». Está tan bella y lozana como cuando tomó el cetro de Reina de la Manzana en la Primera Fiesta Nacional y de allí fue perfilando una carrera que la llevó a la fama.

En ese tiempo están grabados los recuerdos que con notable memoria comentó a «Río Negro» antes de entrar a grabar el programa médico que conduce por cable.

Son recuerdos que la instalan en una identidad que siempre tiene presente, donde General Roca y el Valle son el paisaje y la gente con los que se reconoce «pariente». Son los recuerdos los que dulcifican el rostro de la profesional, convenientemente maquillada para el programa de cable que graba en un nuevo estudio. La evocación de la niña que se bautizó a sí misma «Teté» al tratar de decir su nombre Stella Maris «o pedir el chupete». Saltos del tiempo hasta la jovencita que llegó a reina.

«Para la Fiesta de la Manzana había que elegir una representante de cada lugar y yo representaba a Roca, porque nadaba en el Club del Progreso y gané representando a esa institución. A partir de ese momento esa primera fiesta nacional fue bastante accidentada porque hubo una inundación, la creciente famosa y se tuvo que suspender. Después murió el intendente, el doctor Gadano, hasta que finalmente se hizo», comentó Teté Coustarot al recordar «una fiesta bárbara, algo muy fuerte, ya que convocó a gente de todos lados».

No se olvidó tampoco de las otras reinas, el desfile de carrozas y de sus compañeras de colegio de monjas, aquel María Auxiliadora frente al Domingo Savio, «a las pupilas les dieron permiso para que salieran a ver el desfile como una cosa excepcional. Yo fui a hablar con la directora y le dije que para mí era muy importante que mis compañeras estuvieran, ya que en esa época salían sólo tres veces por año. Entonces me encantó pasar por el colegio donde todas me saludaban, fue muy emocionante», rememora Teté quien, según señala, no tenía tanta conciencia de estar viviendo un momento tan fuerte y, en todo caso, tan premonitorio.

«A partir de ese momento viajé, fui a la Fiesta de la Vendimia como representante y a otras fiestas regionales», agregó al comentar cosas tan particulares como el vestido que lució como Reina de la Manzana. «Había una comisión de damas de Roca que eran las que asesoraban («recuerdo a la señora de Ferrari») y entonces elegimos un vestido blanco muy lindo con una torerita toda bordada con perlas y piedras en una línea evasée, de raso, realizado con mucho amor y haciendo juego con los zapatos forrados». Fue el mismo vestido que al poco tiempo después lució en Buenos Aires en la Fiesta de la Patagonia, donde nuevamente fue elegida reina, siendo coronada por la mujer del gobernador Castello mientras el indio Apachaca era el animador, «todo un personaje», evoca Teté, quien no se olvida de su padre que con su agencia de publicidad se encargaba del sonido y de todo en esos acontecimientos y que, de ascendencia francesa, había recalado en Roca como muchos que llegaron como inmigrantes a la región.

Una carrera meteórica

«Lo que me dio básicamente el lugar donde nací fue una gran enseñanza, algo que aprendí con los años», dice Teté Coustarot al recordar que «ese lugar que era un desierto fue hecho porque hubo gente que trabajó para que resultara lo que es actualmente. Yo tengo una cosa muy fuerte con el trabajo, de mucha dedicación y respeto, me encanta, me gusta hacerlo. Y creo que es la enseñanza que me dio ese lugar, un desierto que la mano del hombre convirtió en lo que es; está implícita, no es que alguien me lo dijo».

Con ese imperativo interior Teté Coustarot terminó quinto año y ya tenía decidido estudiar periodismo en la Universidad de La Plata. «Lo que pasa es que como yo había empezado el colegio a los 5 años, cuando me fui a la facultad tenía 16, cursé tres años de periodismo y a los 19 salí Miss Siete Días y empecé a trabajar como modelo», señala la conductora al destacar que hizo a la inversa de lo que se estila hoy en día, cuando se comienza como modelo y se termina siendo periodista. Para ella el periodismo «fue siempre mi vocación», aunque su carrera transitó todos los escenarios y la convirtió en una estrella.

En esa carrera Teté se reconoce muy urbana, «me gusta la ciudad, me encanta», dice al recordar sus tiempos en La Plata y luego su residencia en Buenos Aires, que la adoptó sin reparos. «El cemento es tan bueno o tan malo como el campo, los lugares no provocan a la gente, es la gente la que crea o se mete en situaciones difíciles -opina-. Sí entiendo que siempre hay una sensación agradable al recordar el lugar de donde soy, me gusta, me reconozco en él y creo que me da mucha seguridad». En Buenos Aires viven su madre y su hermana y tiene otra hermana en Tandil.

«Mis padres vivían en Roca y aunque no eran de allí, fueron y se afincaron como mucha otra gente, por eso yo me siento pariente de esos lugares y su gente. Cuando alguien en la calle me dice que es de Roca, me paro porque hay siempre como una especie de complicidad», confiesa Teté al coincidir en que «Roca fue siempre muy urbana y nosotros también lo fuimos».

Tal vez por todas esas vivencias es que pasa los fines de semana en un campo cerca de Buenos Aires, como para recuperar un poco el contacto con la naturaleza, «pero también me gusta saber que el lunes vuelvo a Buenos Aires», comenta fiel a su vocación por la ciudad.

Lejos de la frivolidad

«Siempre estoy haciendo un poco de todo, en realidad, yo nunca hice una sola cosa en la vida», admite Teté Coustarot, quien realiza un programa semanal por CVN que sale los domingos a las 18.

Se llama «Nos vemos» y es un programa médico relacionado con temas de la vista, lo auspicia PSOI, que ideó una temática que con sus variantes encanta a la conductora, que nunca había hecho un programa de este tipo. También encara diversos temas en Radio Nacional, de lunes a viernes de 14 a 17, y sigue con sus reconocidas presentaciones de los desfiles de Giordano, eventos empresarios y otras actividades en las que se inscribe como madrina de una firma («Dama Blanca»), de ropa de venta domiciliaria que en un año ha crecido con éxito y originalidad.

«Me parece mentira todo lo que me pasó. Si miro atrás, o en una mudanza comienzo a ver recortes de todo lo que he hecho, todavía me sigue sorprendiendo, no me parece que tenga derecho a nada, sí me parece que todo es un regalo y agradezco mucho lo generoso que ha sido Dios conmigo», admite Teté al sentir que se le ha dado «el don de la comunicación y esto es lo que trato de hacer de la mejor manera posible. Con todo esto estoy muy feliz y no quiero nada más», confiesa al puntualizar que en esa armonía inciden su actual novio, una hija y una nieta que viven en Alemania y a las cuales ve cada tres meses o se comunica con frecuencia, «por suerte ahora no es tan dramático vivir tan lejos», agrega.

En esta actividad de persona famosa y ante el imperativo de las pautas estéticas de una sociedad frivolizada, Teté Coustarot reconoce una crisis enorme.

«Cuando hay tanto puesto en el afuera, se ha olvidado un poco el interior», señala al definir que lo razonable es un delicado equilibrio entre lo externo y lo interno. «Me parece que nos hemos vuelto una sociedad con un ego demasiado grande puesto en el lugar no debido», agrega con la esperanza de que lo pendular de la sociedad coloque todo en el lugar correcto, esperanza para «que vuelva una historia más reflexiva, más espiritual, con más contacto con las esencias de la vida».

En la radio plantea hablar de las cosas que nos pasan todos los días. «Se trata de un programa periodístico, pero no político, porque aquí lo periodístico parece que no fuera nada más que político» y rescata la conversación con un valor «que se ha perdido en los medios ante tanto vértigo». Teté reconoce también que «todo este tema de la globalización, la Gran Aldea Universal, me parece que nos hace necesitar mucho hablar de dónde somos, de quiénes somos y reafirmar un poco la identidad. Porque el mundo no está todo igual al como nos quieren hacer creer, los valores son necesarios, los valores del lugar de las raíces. El hombre necesita sus límites y sus fronteras».

Por eso Teté Coustarot, uno de los modelos de belleza en la Argentina, no olvida su paisaje provincial, se encuentra en aquellos lugares como la niña que llegó a reina, se hizo famosa y se preserva como persona haciendo de cada día un trabajo que la apasiona.

Julio Pagani


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios