Todavía puede haber más sorpresas

En lugar de rendirse a cualquier forma de indignación, mejor recordar que desde la modernidad del siglo XVII sabemos que lo primero que le interesa a la política es el poder. La política pierde todo pudor cuando se discuten espacios de poder. A esto estamos asistiendo en el umbral del cierre de la presentación de las alianzas, el miércoles, y las candidaturas, diez días más tarde. Es un espectáculo que se ve cada tanto. Ya va a pasar.

Puede decirse que el tablero ha quedado formateado por la inesperada jugada de Cristina Kirchner de renunciar a la candidatura presidencial en favor de su ex jefe de Gabinete Alberto Fernández. Esa iniciativa, conocida a mediados de mayo, produjo un acomodamiento de placas en la oposición no kirchnerista y en el oficialismo que aún está en desarrollo y sobre el que todas son apuestas. Los análisis coinciden en que aquella decisión de la senadora básicamente acentúa la polarización, reduce las posibilidades de una alternativa a la confrontación macrismo-kirchnerismo y anticipa el voto útil.

Un triunfo de Kicillof sobre Vidal podría tener un efecto potenciador sobre la fórmula Fernández-Fernández en un balotaje. Allí podría estar cifrada la clave de la elección.

Es curioso sin embargo cuál es el denominador común a todos los movimientos: la debilidad.

Entre las razones que llevaron a la senadora Kirchner a intentar ampliar su base electoral sobresale la convicción de que sola a ella no le alcanza. Las experiencias en Río Negro y Neuquén, dos duras derrotas a manos de los oficialismos provinciales, la persuadieron de que el único camino era la apertura hacia formas tradicionales y moderadas del peronismo/pejotismo, que estaban siendo exploradas en simultáneo en otras provincias. La historia del kirchnerismo da sobrados ejemplos de que esa búsqueda ha sido una constante en tiempos electorales.

También refleja debilidad el abandono de Sergio Massa de la tercera vía y su giro en busca de un acuerdo con el kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires. El movimiento es una consecuencia directa del de la expresidenta: en declinación en los últimos cuatro años, Massa corre el riesgo de perder su poder territorial en el principal distrito electoral del país, donde aún conserva una decena de intendentes.

Aunque se hablaba de un acuerdo inminente, esa negociación parece en suspenso. Massa difundió ayer un comunicado en el que reafirma su convicción sobre la necesidad de una “amplia coalición opositora” para sacar a Macri del poder. “Está todo stand-by. Lo de hoy es una advertencia”, dijo minutos después en privado, en un mensaje dirigido a la orilla kirchnerista. En ese texto de diez puntos, base del acuerdo, Massa se compromete a impedir cualquier intento de manipulación de la Justicia para lograr “impunidad” y a garantizar la transparencia y la libertad de prensa. Cuestiones sensibles para el kirchnerismo. Allí ayer todo era silencio. Todavía puede haber sorpresas.

Los alineamientos coinciden con una calma cambiaria que ya lleva más de un mes y con una recuperación del presidente Macri en las encuestas. Ligera, pero inesperada.

Es en el oficialismo donde más demoró el acomodamiento al nuevo escenario. Los pasos de Macri están doblemente determinados por los movimientos de Kirchner y de Massa. Parece inviable el proyecto surgido desde el gobierno de María Eugenia Vidal para sumar la boleta de la gobernadora a una eventual lista a presidente de Massa en la provincia. Lo mismo se ensayó con la lista de otro presidenciable, Juan Manuel Urtubey, de Alternativa Federal. En una elección que se define en una ronda, por mayoría simple, Vidal se expone a una derrota por el bajo arrastre de la candidatura de Macri en la provincia, el distrito donde más fuerte es el kirchnerismo. Las encuestas coinciden en que la gobernadora recoge unos diez puntos más de intención de voto que el presidente.

Para el kirchnerismo, un acuerdo bonaerense con Massa abriría virtualmente las puertas al gobierno de la provincia. Un triunfo de su candidato Axel Kicillof sobre Vidal tendría además un efecto potenciador sobre la fórmula Fernández-Fernández de Kirchner en el balotaje. Allí podría estar cifrada la clave de la elección.

Los realineamientos coinciden con una calma cambiaria que ya lleva más de un mes y con una recuperación de Macri en las encuestas. Ligera, pero inesperada.


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