Total, nada de pedazos ni de mordiscos

Nora Blok de Pecchia, profesora en Letras, desde Bariloche, pone bajo la lupa el llamado a la actualización docente que hizo la Universidad de Río Negro días atrás, proponiendo un interesante debate educativo.

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Los pueblos, en su gran mayoría se preocupan por lo que todos conocemos como alfabetización de sus mujeres y sus hombres, desde edades tempranas y avanzadas. Lo que nunca nadie imagina es que esas ineludibles políticas se transformen en erráticas líneas pedagógicas ancladas en actitudes anárquicas, es decir en desconcierto, incoherencia, barullo en cosas necesitadas de ordenación. Y menos aún que refieran a caducas prácticas que persigan la conciencia fonológica en el aprendizaje de la lectura y escritura, obviando la comprensión y reduciendo al ser humano a un aparato fonatorio, auditivo, ocular, vocal y manual, con absoluta prescindencia de la inteligencia mayor o menor en cada ser humano.

La Universidad de Río Negro, una nueva opción educativa provincial, ha instalado, por estos días, el llamado a la realización de una actualización docente, con una perimida visión epistemológica de lo que significa leer y escribir, a docentes de la localidad y sus áreas de influencia.

Resulta, además extraño, el dar la espalda a los avances científicos y seguir sosteniendo que leer consista en oralizar la grafía, es decir, en devolver la voz a la letra callada. En todo caso, como señalan algunos autores ésta es, en todo caso, una concepción medieval.

Sin llegar a desarrollar marcos teóricos lo bueno sería que la gente, en general, entienda que cuando un niño o una niña aprende a hablar dice “aba” en lugar de agua; “ten” en lugar de tren y, sin embargo, todos sabemos que quieren decir y tratamos de entenderlos. Un poco más grandes, les oímos decir “yo cabo”, “yo sabo” en lugar de “yo quepo” o “yo sé”. Y qué es, entonces, lo que los niños urbanos y rurales, ricos y pobres nos están indicando con estas verbalizaciones o modos de decir. Nada más ni nada menos cómo organizan el conocimiento que van adquiriendo sobre el lenguaje.

Exactamente igual sucede con la escritura porque viven en una comunidad letrada que les permite ir desarrollando los modos de organización del conocimiento que van adquiriendo sobre la lengua escrita. Y es a través de la palabra completa. No es el sonido, no es una parte; es, sencillamente, todo.

Hasta ahora, siglo XXI, nadie pudo demostrar que los métodos fónicos facilitan la enseñanza de la lectura y su comprensión. Hay, inclusive, un dato de la realidad: Finlandia por los años cincuenta y con un sistema de escritura más transparente que el nuestro, aplicó el método fónico y obtuvo los mismos porcentajes de dificultades en la comprensión de textos al igual que otros países con menos correspondencia grafofonética (letra/sonido).

A su vez, aún teniendo en cuenta los combates que toda decisión de política de alfabetización incita, “existe una abundante investigación para demostrar que la enseñanza directa de lo fónico no es necesaria ni deseable para producir lectores” (Goodman y otros, 1992:90) El exagerado énfasis en la percepción y la discriminación conduce, sin dudas, a despreciar la capacidad de todo ser humano y el unir letras y pronunciarlas no se relaciona con la comprensión en el proceso de la lectura. Leen, pero no comprenden suele ser el enunciado más reiterado desde los distintos ámbitos de la sociedad.

Nadie está hablando de un “aprendizaje natural”. Los docentes y la escuela saben que “respetar los procesos” no los coloca en el rol de espectadores; como tampoco desconocen que un nuevo método no resuelve los problemas de la enseñanza y el aprendizaje. El potencial pedagógico aumenta en la medida que cada uno hace lo que debe hacer: estudiar, distinguir entre avance científico y moda, puesto que la primera ataca problemas centrales de la lectura y escritura y, lo segundo sólo lo periférico, demostrar que es posible escribir y leer en la escuela.

La Universidad de Río Negro, con su nacimiento prometía; y si estas cosas pasan en un escaso desarrollo como hay en su haber, debería preguntarse cuán necesario es la totalidad, eludir el retazo y el mordisco para formar los profesionales que esta provincia necesita, desde una vigilancia epistemológica permanente y no esporádica.

Sin mezclas de lo que dice uno y otro porque es responsabilidad de la escuela lograr la comprensión de lo que se lee y escribe y mucho mayor debería ser la responsabilidad de quienes deben formar a formadores. Estamos en el siglo XXI. La Edad Media, como toda época con sus avances y retrocesos, ocurrió hace tiempo.

Por Nora Blok de Pecchia, profesora en Letras

blokpecchia@bariloche.com.ar


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