Un cambio cultural que puede ser paulatino o rápido y doloroso

La atención pública a la generación de actividad por fuera del petróleo tiene hitos que demuestran que no es solo cuestión de plata.

La generación de riqueza por parte de los hidrocarburos tiene un impacto inmediato en el crecimiento del empleo privado (114.600) y la radicación de familias (23 por día) que consolida en Neuquén lo que se conoce como cultura del campamento. Todo es provisorio porque el sitio desde donde emerge la riqueza se termina en algún momento, y tal circunstancia no demanda una radicación para siempre.

En Neuquén no hay cultura conservadora vinculada a la agroganadería y los venidos y quedados (vyq) les ganaron por goleada el tallado social de costumbres y tradiciones a los nacidos y criados (nyc).

De cada cien pesos que ingresan al Estado, 35 corresponden a regalías hidrocarburíferas y el resto se divide entre recaudación propia y coparticipación federal. Cuando las regalías bajan por efecto del precio internacional del petróleo o políticas desfavorables del gobierno nacional, se toman préstamos para mantener a flote la cultura del campamento. Cada neuquino gasta unos 17.181 dólares por año, mientras que cada argentino tiene para vivir unos 12.495 dólares por año.

Quienes ejercen funciones amateur de estadistas buscan formas de hacer crecer las otras actividades que fomentan la cultura del trabajo no arribista como el turismo y la agricultura. Lo hacen desde la administración de jugosos recursos y los resultados han sido apuntar al crecimiento de una burguesía provincial -al fin y al cabo el MPN es filoperonista-, que ante el primer escollo recurre a la protección del Estado que lo cobija sin ponerse colorado.

En 2016 el Producto Bruto Geográfico de la provincia era en precios constantes de 14.600 millones de pesos, de los cuales solo la minería se llevó unos 4.800 millones de pesos y lo más cercano en términos de riqueza eran los servicios empresariales e inmobiliarios por 1.813 millones, seguido por el comercio con 1.455 millones de pesos. La agricultura era ínfima, unos 145 millones de pesos y era la actividad que venía en un lento declive.

El turismo equivalía al 8% del PBG y es la segunda actividad económica por fuera de los hidrocarburos con 824 establecimientos de alojamiento. Toda la provincia tiene la misma cantidad de camas turísticas que la ciudad de Bariloche. El Estado comenzó con la mejora del punto de llegada a los dos sitios de mayor afluencia turística, Junín y San Martín de los Andes, pero aún queda mucho en el haber.

El abastecimiento de energía depende de líneas que ya están amortizadas y los cortes de luz extensos generan más que un inconveniente, se tomó una medida de urgencia para encontrar un lugar donde depositar la basura y ahora está cerrado y la única ruta de acceso al circuito, desde el norte, tiene un puente de madera de hace 115 años que es de una sola mano.

La atención pública a la generación de actividad por fuera del petróleo tiene hitos que demuestran que no es solo cuestión de plata. A orillas del Limay, al sur de El Chocón, hay 600 hectáreas con una plantación de álamos que está abandonada; en Aluminé en los 90 se invirtió en un megahotel de varios pisos a orillas del río que hoy está cerrado y en ruinas; en Chos Malal se discontinuó con la promoción de un parque de nieve que el Estado había generado y las termas de Copahue se mantienen por su calidad de aguas, no por el mejoramiento del servicio hotelero, como para mostrar algunos índices.

Un cambio cultural puede ser rápido pero doloroso o lento y sustentable. En Neuquén hay indicios de cambios, pero los resultados se hacen esperar.


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