Un combate de boxeo

Arnaldo Paganetti arnaldopaganetti@rionegro.com.ar

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En el exterior, nadie cree en el funcionamiento que tienen las instituciones argentinas. Sin embargo, apuestan a que el nuevo gobierno que surgirá de lo que hoy se muestra como una diáspora peronista, haga funcionar el sistema, restablezca la confianza y libere las energías gastadas en años de retrocesos y «pagadios».

Durante el frustrado gobierno de la alianza entre radicales y frepasistas – dos especies en extinción tal como se las conocía hasta ahora -, llegó a proclamarse con ingenuidad el fin de la etapa «roba pero hace» . No sólo no cesaron los comportamientos reñidos con la ley, sino que el país se declaró en cesión de pagos y se perpetró una descomunal estafa contra los ahorristas, además de fomentarse el desamparo social y desatarse fuerzas callejeras violentas.

Con todos los elementos en contra a la vista, la gestión interina de Eduardo Duhalde tuvo la virtud de ir aplacando los conflictos con programas precarios pero efectivos. No eliminó las situaciones de injusticia ni construyó un nuevo liderazgo. Empero, fue normalizando de a poco la situación financiera, abrió al diálogo con los centros mundiales de poder y marcó la cancha para que haya elecciones dentro de cuatro semanas.

«Yo no voy a hablar, salvo que me den seguridades de que no me van a torpedear. Que hablen los demás», les dijo a sus colaboradores el ex presidente Carlos Menem, a quien cuando menos todos los encuestadores ubican en la conversación para definir quien será Presidente hasta el 2007. Hasta empezaron a acercársele sectores del establihsment que le habían dado vuelta la cara.

Extrañas parábolas recorren la tierra de Güemes, donde todo lo que parece sepultado como parte del pasado vuelve con más fuerza. Y lo que se insinúa como novedoso, con capacidad de generar procesos de cambios profundos y purificadores, se paraliza por la falta de «aparatos» y acompañamientos. Sin ir más lejos, el diputado demócrata Gustavo Gutiérrez, exaltó las cualidades éticas y transformadoras de la candidata a Presidente por el ARI, «Lilita» Carrió, pero tras cartón reconoció que hay grandes dudas sobre su capacidad de gestión. Tal apreciación trae a la memoria a la dupla Fernando De la Rúa-«Chacho» Alvarez, adalides de una manera limpia de hacer política, por estos días rezagados en el oprobio y en el olvido según el caso. Y eso que el ex jefe del Frepaso había despertado entusiastas expectativas y era visto como el modelo del futuro.

La defensa que la mayoría del bloque del Pejota hizo del senador Luis Barrionuevo para impedir que fuera expulsado de la Cámara como responsable de los graves incidentes registrados en Catamarca el 2 de marzo, demostró maquiavélicamente:

– Que en el momento «de la verdad», duhaldistas y menemistas pueden llegar a actuar unidos en su afán de retener las riendas del mando;

– Y que, aunque parezca mentira, se mantiene intacto el Pacto de Olivos, ya que Diana Conti, sustituta de Raúl Alfonsín en el escaño, convalidó los fueros del gastronómico «funebrero».

¿Y qué precisó, además? Que mientras Néstor Kirchner va arrancando con tirabuzón el apoyo del oficialismo (la que se muestra dispuesta a impedir el retorno de Menem es «Chiche» Duhalde), no encuentra socios sinceros entre los que denostan al riojano por corrupto, pero terminan bloqueando la expulsión de Barrionuevo. Y éste, sin pudor, vuelve a gritar que trabajará como un alcahuete para Menem y que el patagónico es un «chirolita».

Este juicio contrario al hombre de Chacarita, no debería ocultar la responsabilidad que le cupo al actual gobernador de Catamarca Oscar Castillo en un proceso que políticamente culminó con la proscripción del Justicialismo. En una sociedad democrática, tampoco hay margen para ello.

La esposa de Barrionuevo, la ministra de Trabajo, Graciela Camaño, actúa lealmente en el esquema de la Rosada ¿Pero, a quienes son leales hoy los peronistas?

Los cronistas de «Río Negro» se sorprenden cuando un colaborador directo del ministro del Interior presagia en privado el triunfo de Menem en la primera o segunda vuelta, y horas más tarde Jorge Matzkin aclara en público que el pronóstico es un triple empate el 27 de abril entre Menem, Kirchner y Adolfo Rodríguez Saá.

¿Acaso el presidente del bloque de senadores del PeJota, el rionegrino Miguel Pichetto, que supo ser ultramenemista, y en el presente actúa disimuladamente, favoreciendo ora al oriundo de Anillaco, ora al ex gobernador y ex intendente de Lomas de Zamora, en un típico bamboleo hasta saber quien se queda con la batuta?

En el peronismo predomina la pasión por encima de la razón, la cantidad sobre la calidad. Si bien Duhalde controla el territorio bonaerense y tiene ascendente sobre los aproximadamente 400 jefes comunales, no es menos cierto que esos intendentes no están enamorados de Kirchner y, en ausencia de «Negro», son subyugados por la «magia» ganadora del ex patilludo.

No debería soslayarse que entre Menem y Duhalde hay una enemistad profunda. «En política también el odio está pegado al amor», comenta un pragmático peronista dispuesto a recuperar el terreno perdido en lo personal. No tiene afinidad con Menem, pero como está aún más distanciado de Kirchner, se resigna a encuadrarse con aquel ante la decisión de Duhalde de no competir.

En una reunión con dirigentes neuquinos, la semana pasada en la ciudad de Buenos Aires – según contó Horacio Rachid -, Menem confesó que va «en busca del bronce» y que por eso se rodeará de «gente intachable» que de señales de gobernabilidad, trabajo y ayuda genuina a los asalariados.

«No voy a pedirles que me sigan como en el 89, sólo que me acompañen», le contó Menem a Rachid, quien se fue convencido que «el líder» actuará de manera tan amplia que tratará de sumar a su elenco al liberal Ricardo López Murphy. «Si apostamos al mismo color», graficó el neuquino.

Lo que cuentan son las sumas de las pequeñas ganancias hasta lograr un final fulminante, como el que anhela la audiencia del boxeo. Los más humildes y los más ricos prácticamente han definido su voto. Resta saber que hará la esquiva, influyente y llorona – a veces con razón – clase media.


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